“Aquel que construye desde la venganza más perversa
tiene los pasos contados”
Lo lacónico es un lenguaje de absoluto desprecio, al igual que lo es esa manera tan sutil y elegante que tiene la indiferencia de apuñalarte sin tocarte. El poderoso, regularmente, es poco dado al mucho hablar, guarda en su bolsillo el pensamiento, juzga desde el mutismo del silencio. Quien se siente superior no comparte, dicta y se muestra impenetrable. Su verticalidad es inalcanzable. Vive en su meseta y precisamente de esa posición procede el misterio que le arropa. El poder así entendido es, sobre todas las cosas, ausencia de diálogo e imposición.
Uno de los capítulos más interesantes de la novela "El Nombre de Rosa" es aquel que hace alusión a la risa como elemento idóneo para poner el mundo patas arriba. Los políticos, por lo general, son distantes, circunspectos y reservados. El personaje de Jorge en la novela afirma con vehemencia "la risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho. Incluso la iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos y a otras ambiciones… Pero de esta manera la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe".
Por lo visto el hecho de relajarse, el contemplar el mundo con un filo de ironía, de burla ante lo solemne no es del agrado de los que detentan el poder. Su adoración y su ceguera no les permiten cuestionarse ni reír de la ridiculez de sus santos. Como bien dice Henry Miller en su ensayo ”Reflexiones sobre la muerte de Mishima”, el humor forma parte de la vida misma “Cuestionemos todo, pero no perdamos el sentido del humor (…) El hombre capaz de hacer reir a Hitler podría haber salvado miles de vidas. Lo afirmo. Los que quieren hacer el bien, sean santos o monstruos, crean más mal que bien.” Ésta es una de las razones por la que me aterran los políticos dueños de la certeza. Tanto en sus escritos, como en sus discursos no escapa ni por asomo una carcajada, un chiste, un juego de palabras que reinvente lo ya sabido por siglos. Reflexiono acerca de la historia reciente en nuestro país y me preguntó si tanto la escisión en dos del partido que estaba en el poder, como su posterior salida del mismo, no han sido el resultado de la falta, en determinado momento, de un político sagaz, con la agudeza y el sentido del humor necesarios para ser capaz de reírse hasta de sí mismo. Un político en definitiva, que bien hubiera podido ceder su espacio a aquel al que todas las circunstancias mostraban internamente como el más favorecido. La literatura tiene esa extraña virtud de reinterpretar los acontecimientos. Pienso que cuando se inicie el proceso de revisión interno de ese partido, no deben de afanarse mucho en buscar un culpable del fuego producido en su abadía. Con señalar a su Jorge tienen suficiente.