Cuando alguien que amamos hiere nuestros sentimientos, nos trata como si fuésemos su enemig@s y nos llena de dolor por su acción, nuestro amor propio salta al frente inmediatamente y decimos que nunca mas perdonaremos a esa persona que no supo valorar nuestro amor y respeto hacia ellos y que nunca podremos perdonarl@ por lo que nos hizo. Pero…
Decir que no somos capaces de perdonar cuando nos hieren seria creernos perfect@s y que nunca nos equivocamos, que nunca herimos ni maltratamos a otr@s y nada menos cierto que eso. Tod@s en algún momento herimos, lastimamos, ofendemos (a veces sin pensarlo o proponérnoslo) a personas que en verdad amamos, respetamos, queremos o simplemente aceptamos en nuestras vidas.
Ejercitar el perdón, practicarlo, utilizarlo como una herramienta para sanar heridas debe ser siempre una opción, no solo por amor a l@s demás sino por amor a nosotr@s mism @s.
Cuando alguien nos falla, nos ofende o nos lastima, el resentimiento nos hace suponer que esa persona ha sido desconsiderada con nosotr@s, que no tomó en cuenta nuestros sentimientos, que no fue capaz de ponerse en nuestro lugar y que no merece por ende nuestro perdón y mucho menos nuestro amor.
Pero debemos quitarnos por un momento la ropa de pelear, dejar por un momento de estar a la defensiva y ser capaces de mirar a esa persona que nos hirió en su justa dimensión. Ser capaces de admitir que aun cuando se equivoco con nosotr@s esa persona posee buenos sentimientos, virtudes y cualidades que nos hicieron amarle y aceptarle y que aunque ahora estemos molestos eso no ha cambiado.
Cuando alguien nos falla, nos ofende o nos lastima, el resentimiento nos hace suponer que esa persona ha sido desconsiderada con nosotr@s, que no tomó en cuenta nuestros sentimientos, que no fue capaz de ponerse en nuestro lugar y que no merece por ende nuestro perdón y mucho menos nuestro amor.
La vida a veces es larga y nadie esta exento de ofender y/o ser ofendido, nadie esta exento de necesitar en algún momento el perdón, la comprensión y la reinserción en el corazón de quienes hayamos herido. Por eso, un buen ejercicio para ser merecedores de perdón cuando lo necesitemos es empezar con dar el ejemplo. Perdonando y olvidando las ofensas recibidas de quienes nos hayan herido, lastimado o molestado a veces sin proponérselo.
Aunque la traición, el maltrato, o la falta de consideración hacia nuestra persona haya sido inmensa, es más saludable y beneficioso para nosotr@s pensar que la persona que nos hirió en realidad no se daba cuenta de lo que estaba haciendo, a pensar que lo hizo a propósito. Es preferible correr el riesgo de equivocarnos dándole el beneficio de la duda a juzgar a priori a alguien que por alguna razón importante estaba en nuestro círculo.
Admitir que esa persona nos hirió deliberadamente seria como admitir que no somos buenos a la hora de elegir nuestro circulo de amigos y relacionados o que Dios se equivocó al momento de insertarnos en una familia en donde los miembros se hieren unos a otros in importarles el dolor ajeno.
Perdonar a la persona que nos lastimó no tiene que significar obligatoriamente, que tengamos que aceptar a esa persona de vuelta en nuestra vida, significa que mediante ese perdón otorgado, rompemos las cadenas que nos atan al dolor que la ofensa causó , libres para recibir y dar amor a otras personas y libres para dejar guardado en el baúl del olvido lo que en algún momento nos hizo llorar y desear desde el fondo de nuestro corazón todo lo mejor a la persona que una, dos, tres o mil veces al ofendernos pudo hacernos hasta llorar.