En la primavera del 2011 se dio en Egipto, específicamente en la Plaza Tahrir de El Cairo, una de las expresiones mas dramáticas de democracia urbana, y aunque no se lograran a largo plazo los objetivos planteados en ese momento- se dice que ahora están peores que antes- demostró algunas cosas sobre el devenir de los movimientos de reivindicación social. Principalmente se demostró que los espacios públicos son los verdaderos receptáculos del poder social, un poder que podríamos calificar de “político”.

En el 2013, en mi tesis “Espacio Público y Democracia”, escribí que las “…ocupaciones urbanas han rescatado a los espacios públicos como espacios donde se construye la democracia políticamente y de alguna forma cuestiona la tendencia a sustituir el espacio publico real por el espacio publico virtual ( redes sociales: Facebook, Twitter, etc.). Para poner en movimiento la maquinaria social se necesita de la presencia física cara a cara, aunque la invitación se realice a través de las redes sociales.

En las ciudades dominicanas, producto de la crisis electoral que ha cuestionado la institucionalidad de nuestra débil democracia, estamos asistiendo a uno de esos procesos que han venido caracterizando los movimientos sociales en todo el mundo, donde los principales actores los son el espacio público y los grupos sociales liderados por jóvenes sin una vinculación directa con los partidos políticos. Estos últimos, los partidos,  se van convirtiendo en maquinarias obsoletas que, aunque detentan el poder real repartido entre los intereses multinacionales asociados a grupos locales, los militares y los propios partidos, con la aquiescencia y bendición de las iglesias; van perdiendo el control de los procesos reivindicativos manteniendo la “representatividad democrática” propia de los procesos de intermediación social.

En el año 2011 se dieron los movimientos de la Primavera Árabe, Occupy Wall Street y el movimiento de los Indignados y actualmente, en  manifestaciones que van desde   Hong Kong, en Asia , hasta  Chile, Ecuador, Colombia, Puerto Rico y  Santo Domingo, en América, los grupos sociales encabezados principalmente por gente joven han ido tomando los espacios públicos para exigir los cambios que demandan los tiempos y aunque somos y seguiremos siendo consumidores de las redes sociales, que juntamente con los centros comerciales se han constituido en los principales rivales del espacio público, no hay dudas de que  los lugares “siguen captando nuestra imaginación”, como escribiera el crítico de arquitectura del New York Times, Michael Kimmelman en el 2011.  En su articulo Kimmelman explica como, aunque buscamos la información en las redes, siempre que podemos vamos a visitar los sitios históricos: “De esa manera buscamos en Facebook y Twitter, pero hacemos peregrinaciones a Antietam, Auschwitz y la Acrópolis,  para contemplar los escombros desde los días de Pericles y Aristóteles.”

Lo interesante de esta situación, además de demostrar el poder político de los espacios públicos, es la inusitada relación entre el espacio virtual y el espacio real que se entienden como contrarios. Donde el primero se ha convertido en la plataforma de convocatoria ( y también en medio para protestar) y el segundo se refuerza y se recompone como el espacio donde se manifiesta la democracia urbana, o en este caso como el escenario donde se mide el poder del ciudadano de a pie sin acceso a los medios de comunicación, tradicionales, periódicos, radio y televisión, que por su costo se convierten en las principales plataformas de promoción de los partidos políticos y de los poderes fácticos.

Se podría argumentar que el poder de los espacios públicos se limita a los territorios urbanos y por lo tanto no tiene incidencia en las áreas rurales, donde sí llega la plataforma de los medios de comunicación tradicionales, principalmente la radio; pero lo cierto es que el poder de los espacios públicos influenciaría a por lo menos el 70% de la población, que es el porciento de la población total dominicana que reside en las ciudades. Este dato refuerza la idea del poder político de las calles y las plazas, que son tomados por la multitud indistintamente para protestar o para celebrar, no olvidemos que las ultimas manifestaciones en la Plaza de la Bandera han sido calificadas como “una fiesta de la democracia”.

Tal es el poder de estos espacios que, en Estambul, Turquía, se ha prohibido reunirse en la plaza Taskim, simplemente porque en el 2013 el nombre de la Plaza Taskim se convirtió en sinónimo de oposición al gobierno. Un accionar que se ha convertido en un instrumento de los gobiernos para detener manifestaciones indeseadas. Además, como parte del juego democrático los manifestantes deben solicitar un permiso oficial para poder usar los espacios públicos, lo que le da un control aparente sobre los mismos. Aparente, porque los estallidos sociales  no piden permiso.

Ramón López de Lucio, profesor de la Escuela Técnica Superior se Arquitectura de Madrid en su articulo “El espacio público en la ciudad europea: entre la crisis y la iniciativa de recuperación. Implicaciones para Latinoamérica” publicado en la Revista de Occidente en el 2000, habla, citando a Wintraub, de dos diferentes concepciones del espacio: la clásica, donde “el ámbito público (public realm) es el espacio de la comunidad política basada en la ciudadanía, cuya expresión básica se muestra en una activa participación en la toma de decisiones colectiva”  que se identifica con el ágora  definido “…como espacio de discusión y confrontación en el que prevalecen las ideas mejor fundamentadas y argumentadas, no las mas votadas por electores pasivos, como es el caso de la moderna “democracia de mercado”. Y el espacio público moderno donde “la calle es el espacio de la sociabilidad difusa, mas que el marco de la actividad o la participación políticas. Estas se recluyen en edificios e instituciones específicas (Parlamentos, etc.) a la vez que se especializan (políticos profesionales, líderes, etc.)”. Sin embargo, mas adelante reconoce que en ocasiones especiales la calle retoma su rol de espacio donde se realizan actividades colectivas, entre ellas las protestas.

En un mundo donde todo se resuelve a través de ‘intermediarios”, como los partidos políticos, los paradigmas de la intermediación como figura de dominación han cambiado. Las redes sociales han tomado el control- para bien o para mal- y han conquistado el futuro en esa juventud vibrante que se reúne convocada por las redes y al margen de los partidos políticos de viejo cuño redescubriendo algo que se le había perdido: el espacio público y mas importante aun, redescubriendo el poder de estos espacios.