En la Economía del sector público, existen fallas del mercado, naturalmente. Una de estas fallas son las externalidades. En términos sencillos, podemos definir a una externalidad como la influencia no compensada de los actos que realiza una persona en el bienestar de otra. Las externalidades pueden ser positivas y negativas. Una externalidad positiva genera más beneficios que costos sobre el otro y una externalidad negativa, causa lo contrario. Por ejemplo, una externalidad positiva sería que todos los compañeros del pre-escolar de tus hijos se vacunen contra la influenza, así es menos probable que tu hijo/a se contagie de este virus. Por el contrario, una externalidad negativa sería que tu vecino compre un nuevo equipo de audio y lo esté estrenando a todo volumen en horarios no adecuados, causando disturbios en tu ciclo de sueño.
Consideremos las externalidades positivas en la Educación. Generalmente, una familia cuyos apoderados/padres o tutores hayan obtenido un grado universitario, van a incentivar a sus hijos/as a que también lleven sus estudios hasta ese mismo nivel e inclusive obtener un nivel más alto. Es decir, aquí, los hijos (que no pagaron por la Educación de sus padres) aumentan su bienestar a través de la Educación que han recibido sus padres. La Educación genera externalidades positivas, pues una población más educada, toma mejores decisiones, se supone. Y tomar mejores decisiones, lleva a que los otros (que no pagan por nuestra educación), tengan también un mayor bienestar.
Esta es una de las razones por la cual el Estado invierte en Educación. Actualmente, en República Dominicana existe un 4% del presupuesto designado a la Educación. Se espera que los estudiantes contribuyan a mejorar la sociedad, a incentivar la ciencia y tecnología para proponer soluciones a los problemas sociales, entre otras cosas. También, se espera aumentar la productividad de la nación. A modo de ejemplo, supongamos que el Estado invierte eficientemente 1,000 dólares anuales en la Educación de Sara, quien asiste a un centro educativo público en la región metropolitana de Santo Domingo. Cuando ella termine el bachillerato, quiere realizar una pasantía. Si realiza una buena pasantía, es posible que aumente la productividad del sector/empresa a dónde se introduzca, el cuál no pagó por sus estudios.
Otra incidencia de las externalidades, tiene que ver con el comportamiento y el aspecto cultural. Una persona educada, tendrá (se supone) que mejores hábitos de convivencia y mayor aceptación de su propia identidad, así como la de los demás. En tiempos actuales, colapsados de información y de coronavirus, es imprescindible optar por comportamientos que causen una externalidad positiva al otro. O al menos, que no contribuyan a la tensión y/o malestar colectivo. Por ejemplo, aquellas personas que utilizan mascarillas y toman las medidas de precaución necesarias para evitar la propagación del virus, causan una externalidad positiva. Simultáneamente, una persona que al recibir una noticia falsa por WhatsApp, detiene la cadena de reenvíos en vez de propiciarla. También una persona que, si sale de su casa, antes de volver a entrar a la misma, toma las medidas higiénicas necesarias.
Como se ha documentado vertiginosamente y como se habla en casi cada sector de la política, uno de los fines vitales de la Educación es velar por el bienestar de la Sociedad. Y para esto, es extremadamente necesario promover más externalidades positivas que negativas. Así se evitan comportamientos cuyos costos sobrepasan a los beneficios, como los múltiples que se han visto últimamente donde la pandemia COVID-19 revela los instintos más primitivos que tiene el ser humano. Como las de realizar actos multitudinarios cuando está estrictamente prohibido;salir sin mascarillas a la calle, no respetar la distancia debida en las filas de supermercados, farmacias o cualquier lugar;comprar medicamentos que no funcionan para el COVID-19, que no están avalados por evidencia real detrás, dejando a aquellos pacientes que sí lo necesitan, sin el medicamento. La Educación puede ayudar a evitar la escasez del sentido común, que es aparentemente, el menos común de los sentidos.