¿Quiénes son ellos? Todo el que se oponga al altísimo y noble deseo de Danilo Medina de seguir ahí, “modificando la cosa esa”, como diría don Temo Montás. ¿Qué hacer con ellos? Comprarlos, callarlos, desacreditarlos o aplastarlos. ¿Cómo hacerlo? usar todos los medios sin importar su naturaleza: espurios o no. ¿Qué es la cosa esa de Temo Montás? Pues, nada más y nada menos, que la Constitución de la República.
Sin confundir el método Socrático de la ironía con el de la Mayéutica, método que consagra su pensamiento en la historia de la filosofía. Siguiendo este método, la Mayéutica, es necesario hacer parir, que venga a la luz; y que se manifieste la perversidad con que se ha montado la reelección de hacer lo que nunca se ha hecho y de continuar lo que siempre se ha hecho: manipulación, chantaje, transfuguismo, pragmatismo relativista barato, trata de conciencia, connivencia deshonesta e irrespeto a la institucionalidad. Los danilistas reeleccionistas, haciendo gala de su espíritu iconoclasta antidemocrático, le han caído como la conga a la Constitución de la Republica para desguañangarla.
Isócrates en el año 392 a.c. fundó su escuela de retórica bajo el nombre de la elocuencia política en la que se mostraba opuesto a los sofistas y también postulaba contra Sócrates. Esta escuela, fundada por Isócrates, fundamentaba su proceso retórico en lo probable, que no produce más que lo probable, y, en la que se desprecia toda ciencia exacta como inútil.
Sin desconocer su prestigio e influencia y para combatirlo, a Isócrates, nos relata Platón en el diálogo del Fedro, que creó la Academia para formar futuros jefes de Estados en la que queda explícito que:“La síntesis doctrinal que intentó hacer penetrar en el espíritu y en el corazón de sus alumnos nos ha quedado conservada en el inmenso diálogo al que dio el título de Constitución de la ciudad, título que nosotros traducimos generalmente por la República” (Historia de la Filosofía Antigua, B. Grenet, Curso de Filosofía Tomista, Editorial Herder, 1969 pag.134-35).
En este contexto y como obra de Platón nacen, tanto en el Fedro como en la República, estos tres términos: República-Polis-Constitución, con un único e igual sentido y significado, que de forma unívoca, se conservan aún en la actual sociedad contemporánea.
Los reeleccionistas de palacio en su afán de imponer una reelección en extremo irracional y ofensiva por su naturaleza arbitraria y antidemocrática, movida más que todo, por el único interés personal partidista de aferrarse de forma iracunda al poder; resultan ser hoy estos señores, más boschistas que Doña Carmen Quidiello y que el propio Juan Bosch.
El releccionismo populista de palacio no sólo desprecia el sentido clásico de la tradición política, sino, que traiciona las enseñanzas de a quien dicen ser fieles y juraron en su lecho defender. Dice Bosch: “La Constitución es el plano del Estado. En ella se describe cómo funciona ese aparato de poder político llamado Estado tal como el funcionamiento de una maquinaria está descrito en el plano que la acompaña” (El Estado, sus orígenes y desarrollo, Juan Bosch. 2000, quinta edición, Editora Alfa&Omega, pag.187) . Bosch estima que nuestro poco desarrollo político, nos hace ver el Estado como una empresa personal o una finca privada, que manejamos como si fuera algo familiar.
Si la necesidad personal egoísta y el interés individualista nepótico de cada mandatario, como el caso actual, es lo que define el diseño del plano con el que se estructura la organización, sus sistemas de reglas, normas, valores y principios de un país, tendremos como producto final de cada proceso de reforma constitucional, un Estado Anárquico-relativista que deviene en tiranía rosa, que niega y da de lado a toda responsabilidad y obligatoriedad moral de garantizar: seguridad, bienestar, justicia, libertad, paz y respeto a cada ciudadano.
El sentido ético y moral de un ejercicio de gobierno marcado por la moralidad y la decencia, indica que sólo bajo el impulso corruptor, autoritario y antidemocrático es posible imponer una reelección de Danilo Medina en las actuales circunstancias. No hay formas matemáticas o lógicas y, mucho menos morales, para obtener los votos necesarios que hagan posible la no deseada reforma-reelección constitucional, en el marco, todo ello, del estricto sentido de la integridad y la honestidad parlamentaria. ¡Que Dios nos ampare! (Praestet nobis)