Fui miembro activo del PLD hasta principios de los 90, cuyo contexto era del ocaso de la Guerra Fría. Mi estadía en el partido fue un periodo de aprendizaje acelerado del quehacer político práctico a través del trabajo directo. Las deliberaciones internas en las decisiones de la seccional y los llamados esfuerzos concentrados fueron una escuela intensiva. Los esfuerzos concentrados, previamente planificados con mapas en manos, consistían en domingos o sábados específicos ir por las calles de Puerto Nuevo, Río Piedras, Barrio Obrero y Villa Palmeras en Santurce. La faena radicaba en visitar casa por casa (como todavía hacen los Testigos de Jehová) hasta encontrar hogares donde residían ciudadan@s dominican@s.

La finalidad del contacto directo era poner a los paisanos al tanto de la situación del país desde la perspectiva doctrinaria del PLD. También convertirlos en lectores del periódico, simpatizantes y/o cotizantes monetarios del partido. Que posteriormente pasaran a ser circulistas o miembros de la organización era otra fase más compleja a largo plazo que requería una cierta maduración formativa, prueba de lealtad y compromiso con el futuro cambio del país al que aspirábamos. El miembro del partido que lograba ganar un lector del periódico se responsabiliza de llevárselo cada semana y discutirlo personalmente con ese lector o lectora hasta ganarlo como cotizante del partido. Era su responsabilidad. Vivíamos en la utopía y en mesianismo.

Al inicio de la década del 90 empezó a llegar gente nueva a la seccional. Empecé a desconfiar porque rápidamente pasaban a ser miembros del PLD sin cumplir por los procesos formativos y prácticos reglamentarios del partido. Me parecía que algunos ni habían recorrido la ruta de lectores o circulistas. La mayoría eran comerciantes y empresarios dominicanos ya establecidos en PR, entre otros paracaidistas, algunos ya conocidos por su militancia en otros partidos a los que antes tildábamos de explotadores, burgueses, reaccionarios, pro imperialistas y clasistas.

En 1990 el partido llevó como candidato a la presidencia a Bosch. Ganamos y Bosch fue despojado del triunfo por un fraude colosal perpetrado por Joaquín Balaguer. El robo, la manipulación y el chantaje eran la especialidad de Balaguer. Juan Bosch hizo un llamado a la militancia a lanzarse a las calles y a las trincheras para defender la victoria, pero fue desoído por el Comité Central y Comité Político de la organización donde en teoría estaban los más capacitados en tomar decisiones políticas estratégicas y tácticas del partido.

En 1991, incluso, ya Bosch sentía que el partido se le iba de las manos y renunció. Denunció que el PLD había perdido su mística, que se había desviado de su rol histórico y que estaba invadido por una pequeña burguesía ansiosa de ascenso social. Olfateó que se empezaba a fraguar una gran traición de la diligencia del partido en su contra. Leonel Fernández emergía como su sustituto. Después del despojo de la victoria de 1990 y al ver que el partido empezaba a dar un giro hacia lo que antes rechazábamos empecé a distanciarme de la seccional hasta que finalmente dejé de ser miembro ese mismo año.

También me fui del TFP, pero seguía participando de manera independiente de marchas y piquetes de denuncias de políticas represivas, antipopulares, anticorrupción y anticolonialistas. Después de un autoanálisis de conciencia me convencí, además, que, aunque podía someterme a la disciplina partidista y organizativa a través del centralismo democrático, no tenía vocación de pertenecer a partido o grupo. Me retiré tranquilo porque siempre había cumplido con las tareas que se me asignaron en mis precarias condiciones de estudiante y trabajador migrante de sastrería y luego maestro de escuela secundaria.

Luego de la crisis de gobernanza, electorera, económica y electorera de 1990 a 1994; en 1996 el PLD ganó las elecciones con Leonel Fernández como presidente. No obstante, antes del triunfo el PLD había sido enmarañado y llegado a un acuerdo vergonzante con Joaquín Balaguer en el llamado Pacto Patriótico. La estrategia del tirano ilustrado era evitar que Peña Gómez y el PRD llegaran al poder. Se esgrimió un discurso patriotero antihaitiano sobre Peña Gómez. Es seguro, que de haber estado en su sano juicio, Bosch (ya tenía señales de Alzheimer) jamás se habría prestado a descartar a Peña Gomez por su sospechoso origen haitiano.

Es posible que Bosch ni se enterara que el Comité Central de su partido lo había vendido a su eterno rival Joaquín Balaguer. Juan Bosch, como he dicho en otros lugares, fue venalmente mercadeado por un Judas colectivo en una trasferencia-conjura orquestada por sus hermanos e hijos. La diligencia del partido apostó al pragmatismo y llegó al poder. La Guerra Fría había llegado a su fin, Francis Fukuyama había anunciado el fin de la historia y se afianzaba la supremacía del neoliberalismo y la globalización postmodernas donde ahora todo valía. Empezaban otras manera y métodos de hacer política y de promoción social. Bosch fue la primera gran víctima en la RD.

En 1995 yo había publicado el libro “Juan Bosch, novela, historia y sociedad”. Aunque era una investigación de carácter histórico-sociológica e ideológica-literaria montada sobre los principios teóricos del estructuralismo genético, no era un libro doctrinario ni hagiológico. El texto, sin embargo, resultaba incómodo a la alta diligencia del partido. No obstante, cuando el libro se presentó oficialmente en RD Juan Bosch asistió a la presentación. También concurrieron los escritores Virgilio Díaz Grullón, Pedro Bergés y Manuel Núñez, entre otros notables. Conversé más de dos horas con Juan Bosch. Durante el intercambio me percaté que Bosch ya no era aquel hombre enérgico y entusiasta que había conocido en los 80 en la seccional de PR. Lo sentí ido, desmemoriado y ajeno a sí mismo. Su mirada era infija, algo perdida y sin agarres. Parecía perderse en el vacío. Como que no encontraba las palabras para seguir siendo quien había sido. Sin duda alguna el mal de Alzheimer ya lo tenía dentro.

Cuando supo que yo venía de PR me hizo referencia a su primer exilio en isla, en 1938, época en la que conoció a la poeta Julia de Burgos y de los buenos amigos que habían sido. En un momento incluso, Bosch me pregunto que porqué estábamos reunidos allí. Le aclaré lo de la presentación y solo dijo: ¡“ah, es verdad”! Ya Bosch no era Juan Bosch. Por eso cuando vi su débil rostro abrazado con Balaguer en esa infame foto que recorrió el mundo en 1996 supe que esa traición tendría grandes secuelas en el futuro del país y que la esperanza que había forjado se empezaría a desvanecer. Se ratificaba, una vez más, que la pequeña burguesía era un estamento social muy quebradizo por su heterogeneidad. El mismo Bosch había descrito el comportamiento inconsistente de la pequeña burguesía cuando vivía lúcidamente.

A partir de entonces el PLD se había tornado impiadoso y cruel. El fin de alcanzar al poder y mantenerlo admitía cualquier medio, aunque fuera vender al padre a la máquina política más ambiciosa de poder y perversa que ha parido la historia política dominicana: Joaquín Balaguer. Desde entonces el PLD no se detuvo jamás hasta consumarse durante 20 años en el Estado como el partido más infecto que haya conocido la historia republicana dominicana. Facturó una corrupción institucional de niveles inéditos.

Desde el principio de los 90 hasta hoy día ningún partido (eso incluye a PR y RD) ni líder político me ha deslumbrado ni seducido. Ninguno me ha impresionado ni despertado confianza política orgánicamente. Más que pertenecer a un partido compacto, ideológica y existencialmente hoy día me inclino, de manera instintiva, hacia una suerte de anarquismo libertario moderado pacifista. Como ente cívico sí puedo, sin embargo, negociar y apoyar coyunturalmente una candidatura autónoma, ya sea en el plano individual o al interior de un partido.

Los partidos políticos nunca han sido uniformes. Por eso hay tendencias o alas como dicen algunos poéticamente. ¿Parece una contradicción? Lo es: ¿y quién es que no lo es?, pero creo en la necesidad cívica de la política y en la participación ciudadana en los procesos electoreros democráticos representativos. En estos tiempos asistimos a un ciclo de la historia humana en donde prima un narcisismo y un populismo postmoderno global en todas las instancias colectivas e individuales que se condensan en el imperio de las redes sociales. Estamos en un mundo donde no hay certeza de nada y en donde todo está en construcción permanente. Agradezco que ningún partido u organización cuenten conmigo. Yo sería una malísima inversión de tiempo para cualquier proyecto partidista que aspire al poder del Estado.