Durante unos años de la década del 80 fui miembros del PLD. Mis primeras inquietudes políticas, sin embargo, no se despertaron alrededor del Partido de la Liberación Dominicana. Mi participación forzada y apresurada empezó en la primera mitad de la década del 70 cuando era militante estudiantil en el Liceo Don Pepe Álvarez, de la ciudad de La Vega. Para esos años, el hoy todavía senador y rico ingeniero de la industria de la construcción, Euclides Sánchez, era dirigente estudiantil. Sánchez era muy vocal y tiraba muchas piedras y quemaba gomas de carros en las protestas barriales. Fue incluso detenido por la policía seguramente más de una vez. El PLD era apenas un recién desprendimiento del PRD, en 1973, que empezaba a nuclearse en esos años y Sánchez todavía militaba posiblemente en el FEFLAS o la UNER, dos de las organizaciones estudiantiles más notables y combativas de la historia estudiantil dominicana.

El primer libro político que leí en mi vida me lo prestó el hoy derrotado Sánchez cuando éste vivía como un pobre más en el orillado barrio El Cumajón. Era un libro sobre la Guerra de Vietnam que circulaba de mano en mano por los pasillos del Liceo y ya tenía unas cuantas páginas ilegibles por el manoseo padecido. Era la época de los 12 años de dictadura ilustrada de Joaquín Balaguer. Los que nos politizamos de mi generación somos hijos de la represión balaguerista. Balaguer nos empujó tempranamente a la actividad política. Eran los años en que vociferábamos en las calles, en el liceo y en las escuelas: “Balaguer muñequito de papel” y “Joaquín Balaguer asesino del poder”, entre otras frases… La policía venía y daba macanazos, tiraba bombas lacrimógenas. Posteriormente algunos hasta desaparecían.

Mi formación política, más teórica que práctica, siguió su curso en Puerto Rico cuando en 1982 entré al Taller de Formación Política (TFP) donde junto a Rafael Bernabé, Félix Córdova y Sebastián Cabrel, entre otr@s, estudié sistemáticamente los tres tomos de El Capital de Marx, durante dos años. Ese seminario, dirigido mayormente por el escritor Córdova, que ya conocía muy bien El Capital, se alternaba con lecturas de Lenin, León Trotsky, Rosa Luxemburgo, Ernest Mendel, Perry Anderson, Louis Althusser, José Carlos Mariátegui y Michael Lowy, entre otros clásicos y modernos del marxismo.

En esos mismos años, mientras era estudiante universitario de literatura e historia conocí al poeta sociólogo y escritor dominicano Oquendo Medina, posteriormente diputado en la cámara congresual baja. Este tenía la franquicia de la distribución de los periódicos dominicanos en PR que llegaban temprano en la mañana por la línea aérea Dominicana de Aviación. Hice amistad con Medina y este fue quien me llevó al PLD. Entré como circulista a la seccional Eugenio María de Hostos del PLD, ubicada en la Calle Lippit, cerca de la Calle Eduardo Conde, de Villa Palmeras. El secretario general de la seccional lo era entonces el taxista y obrerista Saul Pérez (EPD) quien luego se separó del PLD y fundó el Movimiento de Unidad Obrera Dominicana en PR. A Pérez lo sustituyó quien luego sería cónsul dominicano en PR, Julio César Santana.

Cuando me acerqué al PLD ya yo era miembro del Taller de formación Política (TFP) y tenía formación marxista, pero eso no suponía un conflicto ya que el TFP no era un partido como tal sino más bien un centro de estudios de la historia de la clase obrera y los sectores populares en PR de orientación marxista-troskista. El grupo también participada en actividades políticas de tonos independentistas y socialistas. De manera, que de acuerdo con el lenguaje usado en aquellos años en los círculos marxistas, al PLD lo encontraba muy “reformista” y tenía mis vacilaciones con Juan Bosch. ideológicamente me identificaba con el troskismo. Jamás me atrajo el estalinismo ni el maoísmo.

Aunque en PR había una seccional del PRD y un núcleo del PACOREDO, el PLD, era, sin embargo, el único lugar donde encontraba alguna práctica política concreta y que, además, podía compartir con compatriotas cercanos ideológicamente y mantenerme al tanto del acontecer político de la RD. A esa realidad añado que ya Bosch (ahora marxista) había renegado su viejo discurso populista que había orientado su ruta política hasta 1966, luego de su estadía-refugio en Benidorm, España, tras ser derrocado en 1963 como presidente constitucional por la oligarquía criolla y los militares con la complicidad de la CIA. Bosch, además, ya había publicado su tesis “Dictadura con respaldo popular”, “El Caribe, frontera imperial: de Cristóbal Colón a Fidel Castro” y “El pentagonismo, sustituto del imperialismo”. Su pensamiento era radical y se había abrazado al materialismo histórico y dialéctico como concepción del mundo.

Luego de pasar por todo el proceso de los Círculos de Estudios bajo la tutela de la asalariada Mireya Vizcaíno, posteriormente fui juramentado como miembro del PLD y pasé a ser encargado de comunicación y propaganda del comité de Base # 3. El PLD era un partido de cuadros al estilo leninista, aunque Bosch negara que fuera leninista, pero era solo una táctica política suya para distanciar-se de lo que él llamaba la vieja izquierda. Como la seccional de PR respondía directamente al Comité Central del PLD en RD, el enlace con el partido era el activista Temístocles Montás (Temo). En algunas ocasiones vino Leonel Fernández.  Juan Bosch hacía visitas cada cierto tiempo a PR y se reunía con los miembros del partido. También participaba de una actividad abierta al público mayormente dominicano. A esos eventos siempre asistían el poeta José Emilio González y el antillanista José Ferrer Canales, entre otras personalidades vinculadas al mundo letrado en PR.

Bosch era inspirador y resplandeciente por ese don de gente y ese peso ético-moral que siempre le acompañó, más allá de que se coincidiera con sus convicciones y líneas política-ideológicas. Se le brotaba la decencia y la honestidad por los ojos claros y por el trato de camaradería con los demás. Bastaba saludar a Bosch con sus manos firmes para quedar seducido por su carisma. Desde entonces no he conocido un solo político que me infundiera más confianza, sinceridad y transparencia que Bosch. Lo sentía auténtico, cercano y honesto. Bosch tenía un aura que hechizaba. Te hacía sentir que te conocía de siempre.

Bosch, pese a su grandeza y fama de escritor que ya gozaba a nivel mundial, se aprendía los nombres de quienes estuvieran a su alrededor y los nombraba como tal. A mí, que era un muchacho migrante algo nostálgico que admiraba sus dotes de escritor y ex presidente del país, me causaba sonrojo (por mi timidez y búsqueda de bajo perfil innatos) las veces que me llamó por mi nombre mirándome a los ojos que de seguro temblaban y se escabullían al encuentro con la energía solemne e imponente de los suyos. Reitero que Bosch a pesar de su trato sencillo y afable era majestuoso por la solvencia moral y ética que compendiaba y que brotaba de su persona. Para mí, ver a Bosch de cerca era como estar frente a la historia dominicana viva reciente.

El PLD de entonces se financiaba con la venta de los folletos formativos que escribía Bosch exclusivamente para la militancia del partido, del periódico “Vanguardia del Pueblo” y de la venta de la revista “Política; teoría y acción” que se vendían directamente (nada de canillismo ni de buhonerismo) a centavos. Además del periódico, yo distribuía la revista al interior del recinto de la UPR de Río Piedras entre estudiantes y profesores que todavía abrazaban el caribeñismo de antaño inspirado en el antillanismo decimonónico.

Igualmente, el partido se autofinanciaba con las cuotas que pagaba su membresía, rifas públicas y pequeñas aportaciones de simpatizantes del partido, que no necesariamente eran miembros. Eran métodos de trabajo que Bosch había aprendido durante su primer exilio en PR, entre 1938 y 1939, de su viejo amigo de entonces Luis Muñoz Marín, quien también fue miembro de esa primera hornada de populistas latinoamericanos. Muñoz Marín fue una influencia significativa en el ejercicio de la política práctica para Juan Bosch. Es un influjo del que solo he escuchado hablar al historiador puertorriqueño Néstor Duprey.