Según Platón, Sócrates identificó la felicidad con la virtud, llegando a sostener que todo hombre y mujer virtuosos son felices. En el contexto de la tradición socrático-platónica, una persona virtuosa obra de modo justo, de acuerdo con el Bien, no de acuerdo con la búsqueda del placer personal. En el contexto señalado el primer estilo de vida trae la felicidad, el segundo la desgracia.
El enfoque filosófico que asocia la felicidad con la virtud se conoce como “eudemonismo”, mientras que la perspectiva filosófica que asocia la felicidad con el placer personal se denomina “hedonismo”.
Desde la perspectiva socrático-platónica la vida eudemónica es superior a la vida hedonista. Un criterio para defender esta tesis puede consistir en argumentar que el primer estilo de vida proporciona mejores beneficios que el segundo.
Esta última afirmación encuentra apoyo en un reciente estudio realizado por la investigadora de la Universidad de Carolina del Norte, Bárbara Fredrikson, publicado por la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y del que se hace eco el último número de la publicación semanal inglesa The economist.
Fredrikson, junto a un equipo dirigido por Steven Cole, de la Universidad de California, construyeron una situación experimental con 84 voluntarios analizando genes vinculados con la salud, mientras indagaban de modo separado el bienestar relacionado con el placer, así como el bienestar de felicidad relacionado con acciones dirigidas al bien o a la virtud.
A los participantes en el estudio se les aplicó un cuestionario con preguntas que trataban de medir ambos estados. Por ejemplo, para evaluar el estado de bienestar placentero se hacían preguntas sobre niveles de satisfacción personal, mientras para evaluar la felicidad relacionada con la virtud, se hacían preguntas relacionadas con la acción filantrópica. El cuestionario implicaba una escala de 0 a 5 donde el primer número significaba “nunca” y el segundo significaba “cada día”.
Los participantes también entregaban una muestra sanguínea, la cual era usada para aislar células del sistema inmunológico y ver cuáles genes mostraban mayor actividad.
El estudio arrojó como resultado que los participantes que puntuaron más alto en el bienestar placentero y más bajo en el bienestar relacionado con las acciones virtuosas mostraron genes vinculados con determinados problemas de salud un 20% más activos que el promedio, mientras mostraron genes vinculados con la generación de anticuerpos que combaten virus un 20% menos activos.
Por el contario, en los sujetos cuyo bienestar se relacionaba con acciones virtuosas, los genes vinculados con reacciones del sistema inmunológico estaban 10% más activos, mientras la producción de anticuerpos estaba 30% más activa.
Por consiguiente, parece que la “vida eudomónica” es más saludable que “la vida hedonista”.
O tal vez no. Quizás, sólo se trata de uno de esos múltiples casos en la investigación científica donde se pueden establecer correlaciones que no tienen realmente ninguna relación en el mundo real, más que el de una mera construcción artificial de asociación entre variables.
Si este es el caso, nos puede servir como lección metodológica sobre los problemas de la correlación. O tal vez, puede servir para retomar un viejo debate ético. O quizás, nos recuerda la lección epistemológica del filósofo Paul Feyerabend: no hay idea tan vieja o absurda que no pueda ser revivida cuando personas competentes dedican su esfuerzo a defenderlas con nuevos argumentos y técnicas de análisis.