Caminaba por un vecindario y divisé a un dóberman en el parqueo de un residencial de clase alta, a una esquina y media de distancia,  rojos de furia lucían sus ojos. El animal corrió hacía mi endiablado, estamos hablando de una criatura que si se pone en  dos patas, casi llega a mi altura, y eso que mido 6 pies. Busqué refugio calle abajo, no hallé donde trepar. Nada.

Vi un vehículo estacionado, en su interior, una chica, gracias a Dios, era algo fea. Me le acerqué, le dije:

—Esta no es una nueva modalidad de atraco. Pero necesito entrar a tu vehículo. Un perro me persigue y está dispuesto a matarme. No vengo a robarte, tengo un iPhone 4 S.

—Ya van por el 6.

— ¡Oh! Solo abre.

— ¿Cómo sé que no vas a atracarme?

—Soy blanco.

—Ok, entra.

Entré a la parte trasera del vehículo. El horrible animal se quedó de guardia alrededor. Me miraba salivoso a través del cristal, enseñando los dientes, gruñendo. Resulta que la joven esperaba a una amiga en el segundo piso del apartamento de enfrente, la amiga bajó.

¡Y no le hizo nada!

— ¿Y quién es tu amigo? —dijo al entrar.

—Le tiene miedo a los perros.

Me sentí estúpido.

— ¿A ese animalito tan tierno?

— En los países civilizados (y eso excluye, naturalmente, al nuestro) dejar a un perro de esa magnitud sin bozal puede meterte en serios problemas. Son perros de guerra, bestias salvajes que muchas veces atacan a sus dueños, los cuales se lo merecen por su irresponsabilidad…  exponiendo a los demás al peligro, a ancianos, a niños. ¡Malditos sean!  Puedes dejarme aquí. Gracias.

Siempre he sentido un odio supersticioso por los caninos, todo lo que no fuera humano ni tuviera razón,  lo miraba con recelo. A lo mejor es instinto de supervivencia, no sé.

Además tenía malas referencias. Cuando era niño un vecinito se acercó renqueando a mi balcón, su pierna sangraba a borbotones.

— ¿Qué te pasó?

—Me mordió un perro.

— ¡Dios santo!

Tuvieron que llevarlo a la clínica y ponerle una serie de vacunas antirrábicas. La pasó fatal.

— ¡Dios santo!

Desde entonces, los perros por su lado y yo por el mío, si veía un perro  en una acera, cambiaba a la otra;  y no me relacionaba con gente que tuviera mascotas.

El momento en que mi aversión se volvió tangible, precisa, fue cuando, desoyendo  el consejo de los mayores de que no hay nada que buscar en casa ajena, fui a la casa ajena de un amiguito de escuela. Al entrar, me encontré con una magnífica sorpresa: un dálmata. Y  no, no era como los de la película de Disney.

— ¿No crees que debiste mencionar este pequeño detalle?

—No muerde.

— ¡No muerde! siempre dicen lo mismo.

El dálmata saltaba encima de mí, poniéndome altamente nervioso. Me ladraba. Mi amigo se lo tomaba a chercha.

—Pues yo creo que está un poco hostil. Amárralo. Amárralo, coño.

—Es que puede oler tu miedo. Trata de calmarte.

—Jau, jau, jau.

—Ja, ja, ja.

—Ay, ay, ay.

Salí disparado hacia afuera,  el perro a la zaga, pisándome los talones. Llegué al patio, salté la verja como atleta olímpico, a riesgo de lastimar con las puntas de lanza mis partes nobles, pero el animal consiguió rasguñarme por donde termina la espalda y no llega el sol. Gané una cicatriz y una anécdota hilarante en las cabañas.

Por fortuna, el perro murió semanas después a causa de envenenamiento, mi amigo me comentó la lúgubre noticia y encima tuvo la desfachatez de  acusarme:

—No era necesario llegar a esos extremos.

—No lo hice —le comenté— pero porque no se me ocurrió primero.

A raíz de la muerte de un niño de 3 años y  los daños graves causados a su madre por tres perros pitbull el pasado año, el expresidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, sugirió la creación de una legislación que prohíba la tenencia de perros potencialmente peligrosos (PPP en lo adelante) tales como: los mencionados pitbulls, el dóberman, el dálmata y muchos más.

Ése es solo uno de los miles de casos de asesinatos de personas por parte de PPP, no solo en el país, sino en el mundo, en los demás existen estadísticas al respecto, aquí no, pues somos un país acientífico. Aunque pienso que el magistrado se quedó corto: la prohibición debería aplicar a todas las especies animales ¡El otro día vi, en plena ciudad capital, a un niño con una serpiente enroscada al cuello!

Como era de esperar, al magistrado le hicieron el ¨caso del perro¨, frase que no aplica en RD, donde los perros son más importantes que las personas, por eso tenemos una ley  248-12 de Protección Animal y Tenencia Responsable y no una ley que prohíba los PPP. ¿De qué sirve esa ley anyway si el artículo 11 manda a la recogida de animales y  las calles están pobladas de perros realengos que son la causa de mil enfermedades? andar a pie es una verdadera osadía, y no solo por los realengos, sino por las mascotas gigantes y con pedigrí que sacan a pasear amos impúdicos (generalmente ricos excéntricos o gente que quiere privar en malote), o mejor dicho, los perros los pasean a ellos. En un arrebato fácilmente escapan y atacan a un peatón que ninguna culpa tiene de que usted use un lobo como medio de ostentación, éso en el hipotético caso de que el dueño tenga la decencia de ponerle una correa, cosa que no se ve a menudo. Ni siquiera la  pírrica ¨tenencia responsable¨ los dueños de mascota  la cumplen a cabalidad y las autoridades no accionan contra éstas violaciones a la ley, como no accionan contra ninguna violencia a la ley.  Si los dueños de perros no empiezan a ser responsables, pienso que habrá que prohibir la tenencia de todos los perros  o expedir una licencia, de la misma manera que para manejar un vehículo hay que adquirir una, pues ambos casos conllevan graves responsabilidades que afectan al Otro.

Una de las cosas que me pregunto es como permiten a esas criaturas vivir en sociedad, no dejan dormir a los vecinos, se mean en todos lados, se lanzan encima de cualquier individuo, sin importar la alergia que puedan causar.  Es imposible hacerle entender a los que se autodenominan ¨amantes de los animales¨ o ¨Animal lovers¨ que sus perros fastidian y que necesitan mantenerlos a raya

El lobby internacional de la comida para mascotas hace bien su trabajo al esparcir su propaganda perruna por todos los medios de comunicación: en el cine, con Rin Tin Tin,  en la pantalla chica con Scooby Doo y Animal Planet, en la farándula, con todas las superestrellas andando con perros como si fuera un accesorio más de su outfit, ¡Hasta en la ciencia se han metido! y patrocinan los estudios más inverosímiles:

Dueños de mascota son más altruistas y empáticos.

Dueños de mascota son mejores empleados.

Dueños de mascota hacen más ejercicio que los que no poseen animales.

Dueños de mascotas viven más que los que no son dueños de mascotas.

Dueños de mascotas tienen más posibilidades de triunfar en la vida.

De pronto no eres un ser humano completo si no tienes un perro. Eso complica cualquier tipo de diálogo  con los amantes de los perros, se creen tan especiales, tan altruistas, tan empáticos, que hacen oídos sordos a las quejas de los demás, los menos especiales, los menos altruistas, los menos empáticos, los que no tienen mascotas, pero, para su desgracia, sí tienen derechos.  Incluso negarán las estadísticas sobre ataques de perros a personas, atribuirán los asesinatos a descuidos  del amo (y la victima que se joda, es lo que menos importa en la cuestión) cuando todo se resume a:

  ¡Usted fue que adquirió su animal!  ¡Usted debería aguantarlo!