En los años 90s tuve la oportunidad de compartir con un periodista que cuando escribía, sus artículos tenía que leerlo en más de una ocasión. Era edificante apreciar su lógica, sapiencia y, sobre todo, la transparencia y responsabilidad con que lo hacía.
Años más tarde, repentinamente, dejó de escribir. Cuando le inquirí la razón, sencillamente me dijo que en un país como el nuestro lo que hacía no valía la pena. El recogió su nombre y su pluma y, hasta hoy, no ha vuelto a escribir un solo artículo más.
Definitivamente el periodismo dominicano no está en su mejor momento. Este oficio ha venido sufriendo una metamorfosis muy preocupante.
Las razones son las siguientes:
1. La incursión en el de personas sin ningún tipo de preparación. Esta es la profesión que la ejerce en este país cualquier individuo sin haber pasado por las aulas de una universidad o centro académico. Los periodistas de verdad han tenido que enfrentarse a una cantidad considerable de competidores empíricos. Lo grande es que en esto han hecho un nombre y han logrado mucho impacto.
2. La lucha de intereses. El ejercicio de este oficio no mantiene un carácter cerrado y unisonó. Los manejadores del poder político y económico han sabido prostituir a muchos hombres de pluma y de la palabra. Hay medios que no son más que una especie de mercado en donde se oferta de todo, desde la difamación hasta la defensa más truculenta del mundo. Hoy se tiene la figura de las "bocinas", que no son más que comunicadores al servicio dócil de sectores o de personalidades. Tras de sí tienen mucho poder.
3. El amedrentamiento. Esto se ha manifestado en el cierre de medios y, concretamente, en el asesinato de comunicadores.
Lejos de fortalecerlo, la democracia local ha colocado al periodismo en una especie de crisis. Hoy hay más medios y comunicadores que nunca, pero este boom responde a una lucha de intereses y a la visión de que proporciona una oportunidad para lograr ascenso y beneficios personales.