Por más que he tratado de explicarle a un  amigo profesor que su problema  no es atractivo para un artículo, que lo que le pasó por insólito que resulte, no hay forma de hacerlo tema de opinión, me miró y con voz frustrada  dijo: esto tiene interés si yo voy a las oficinas donde entregué mi vehículo, le caigo a tiro a “tuel vivo”.   Reaccioné y lo calmé, espere hermano, así, no.

Como fiel discípulo de San Vicente Paúl, comencé a oír  su confesión: oí con  mucha atención las diabluras de que son capaces en los talleres  representantes de marcas, lugares llamados a preservar el prestigio y la imagen del producto que representan.

Empujado por la ira comienza mi amigo a contar con los dedos de la mano izquierda, porque la derecha, dice él,  la usará de otra manera y, me cuenta: la consola completa se la lambieron, pusieron otra hasta con llave en la guantera, la mía no tenía. El aire se fue con todo comprensor,  la unidad interior de atrás cambió de forma diseño y tamaño y, el funcionamiento del  sistema es diferente,  y, hasta  el tapón   de la gasolina fue víctima   de estupro y violación,  le rompieron el seguro. Te digo algo amigo mío- con voz llena de rabia- todavía estoy pagando y debo pagar más  de un millón  de pesos por mi carrito.

Aunque se parezca en sus tramas a la Mala hora de García Márquez, esto no es una novela, sucedió terminando  el  pasado año.  Al que se le   asigna  cuidar un banco y se roba un millón, al que administra una empresa ajena y se roba un millón,  o, al mensajero que le confían una   valija de un millón de pesos y se va con ella, lo buscan, lo apresan, lo juzgan y,  lo acusan de robo y abuso de confianza y si hay concierto, asociación de malhechores, por  violar los artículos del código  Penal: 265, 266,379 y 408.

La misma suerte deben correr aquellos mecánicos que se asociación y utilizan equipo y tecnología, estructura y confianza para desguazar  el pequeño bien  del cliente que tiene la predilección  de comprar un producto en esa empresa  y, confiarle su mantenimiento y preservación. Mi amigo está dando los pasos para que se le haga una inspección de originalidad, al momento de ocurrir esta atrocidad, apenas  había recorrido 15 mil kilómetros y todo estaba nítido de  fábrica; lo interesante es  que su razón de ir al taller fue corregir un par rallones y duraron doce días para hacerlo y entregarle su vehículo, al final una chapucería de pintura  y un crimen contra la calidad y  credibilidad de una marca comercial.

¿Dios Mío y, hasta dónde es?