“Se quiere libertad, mientras no se tiene todavía el poder. Cuando se tiene el poder, se quiere el predominio: sino se consigue (si se es demasiado débil para conquistarlo), se quiere la Justicia, esto es un poder igual”. Friedrich Nietzsche
Contrario a la intención de muchos que hoy opinan en contra de las medidas sometidas por el Poder Ejecutivo, refrendadas por las cámaras legislativas, valoro el esfuerzo que hace el gobierno en ciernes para enfrentar la peor crisis sanitaria de este siglo. Confiado en que, en un plazo razonable, se verán los efectos positivos de una política pública en materia de salud enfocada en la recuperación de la normalidad social, la producción nacional y la muy lacerada economía.
Pero ello, no implica puntualizar que constitucionalmente todos los dominicanos, sin excepción alguna, tenemos los mismos derechos al goce de las prerrogativas estatuidas en el orden normativo vigente, sin importar condición económica, edad, posición pública o privada dentro del marco social previsto por las propias leyes.
Así lo expresa el artículo 7 de nuestra Norma Sustantiva en cual se vierte que somos un “Estado Social y Democrático de Derecho, organizado en forma de República unitaria, fundado en el respeto de la (dignidad humana)” axioma invariable de nuestra Carta Magna, inobservada por algunos agentes policiales a la hora de someter al orden a los ciudadanos que violan las disposiciones del Decreto 7-21 que establece el toque de queda.
La modalidad de la actuación policial en circunstancias cuestionables y reprochables, pese a la necedad de aquellos transgresores, de lo que resoluta el edicto presidencial, desdice mucho de una institución llamada a
La ley orgánica del cuerpo del orden es explícita en la misión de sus integrantes en el articulo 5 cuando expresa: “La Policía Nacional tiene por misión lo siguiente: 1) Proteger la vida, la integridad física y la seguridad de las personas. 2) Garantizar el libre ejercicio a los derechos y libertades. 4) Preservar el orden público. 8) Colaborar con la comunidad en la identificación y solución de los problemas de seguridad ciudadana, a fin de contribuir a la consecución de la paz social.
¿Saben esos policías mínimamente que significa integridad, libre ejercicio, derechos o libertad? ¿Consideran que esa actuación bochornosa se ajusta al mandato de su norma para contribuir con el orden público y la consecución de la paz social? Todo lo contrario, los agentes en su afán de protagonismo abusan de la investidura que les confiere la ley para violar sin aparente sanción, los derechos establecidos en la Constitución, de los ciudadanos detenidos, a los que ridiculizan en sus redes y tratan con el mayor de los desprecios.
Con esa actitud, ponen en riesgo la decisión sensata del Gabinete de Salud que dignamente dirige la vicepresidenta Raquel Peña, apoyada por Luis Abinader de disminuir el flujo de personas en horas estratégicas, como vía expedita para la contención de una enfermedad que ha atrofiado nuestro desenvolvimiento social y nos obliga a estar confinados en horario intermitente.
Valdría la pena entonces, aconsejar al Director General de la Policía, hombre de las aulas, a instruir a sus súbditos en que, dar seguimiento a las ordenes superiores, no significa, bajo ningún concepto, convertir la autoridad en autoritarismo, mucho menos, hacer público las detenciones en franca violación del derecho al honor, al buen nombre e imagen de esos ciudadanos, a los que también agreden física y
Respetar el decreto en materia del mediano confinamiento es una cuestión de todos, es un acto de conciencia y educación ciudadana al que los dominicanos de buena voluntad nos hemos sumado en contra de nuestros deseos. Pero utilizarlo para saltarse toda regla existente, es un mensaje nocivo para el desempeño de un gobierno que procura cambiar el predominio por la justicia. Deteneos ya los abusos hombres de uniforme, sin necesidad de bajar la guardia y sepan, que una sociedad con libertad limitada no puede ser sometida al exceso policial, eso es un verdadero peligro para el desarrollo de la democracia.