El bombardeo del liberalismo no se detiene. No se resignó a la derrota que sufrió al introducirse en la Constitución la protección a los niños no nacidos y a las uniones matrimoniales formadas por un hombre y una mujer. Ahora vuelve a la carga, provisto de una nueva estrategia.
La discutida campaña publicitaria diseñada a promover los derechos sexuales y reproductivos es apenas la avanzada de un proyecto mayor. Este consiste en la entrada al sistema educativo nacional de la enseñanza de supuestos derechos sexuales y reproductivos inherentes a los adolescentes.
Los derechos sexuales y reproductivos fueron una creación de la Conferencia sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995), ambos eventos auspiciados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En ambos encuentros participó la República Dominicana, sin embargo, vale destacar que los compromisos asumidos no fueron recogidos en una Convención Internacional que vincule al Estado Dominicano.
Si la próxima generación de dominicanos crece con el convencimiento de que no existe problema moral alguno en abortar y en que dos personas de un mismo sexo contraigan matrimonio, los políticos, que son los que al final toman las decisiones, se verán prácticamente compelidos a legalizar prácticas degradantes del ser humano
Esto es sumamente relevante, ya que se nos quiere hacer creer que los derechos sexuales y reproductivos tienen carácter constitucional y por ende, no sólo deben ser implementados, sino que deben usarse para empoderar a los adolescentes dominicanos.
Usted se preguntará qué son los derechos sexuales y reproductivos y si existe una lista de los mismos. De conformidad a las dos Conferencias auspiciadas por la ONU, éstos son los derechos de los hombres y de las mujeres a tener control respecto de su sexualidad; el derecho de todas las parejas e individuos a decidir de manera libre y responsable el número y espaciamiento de sus hijos y a disponer de la información, la educación y los medios para ello, así como a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva.
Cristóbal Rodríguez, experto en derecho constitucional, en su tratado “La interrupción del embarazo: análisis constitucional para el debate”, establece que los derechos sexuales se extienden al reconocimiento y a la debida protección por parte del Estado de, entre otros: el ejercicio de la sexualidad independientemente de la reproducción y el estado civil y elección libre de la pareja sexual.
Si se introduce la enseñanza de los derechos sexuales a las escuelas dominicanas, se educará a nuestros hijos a elegir libremente su pareja sexual. Esta elección libre de la pareja sexual apareja consigo dos problemas: primero, se le informa al adolescente que las relaciones sexuales a su edad no conllevan ningún problema moral, físico, psicológico, emocional y económico y segundo, se le transmite al adolescente la idea de que es sumamente normal que sostenga relaciones sexuales con una persona de su mismo sexo.
En cuanto a la enseñanza de los derechos reproductivos, se informará a los adolescentes que pueden adoptar decisiones libres e informadas relacionadas con la reproductividad; que tienen acceso a anticonceptivos y que tienen derecho a relaciones sexuales sin miedo a una gestación no deseada u obligada. Los supuestos derechos reproductivos incluyen, de manera velada, un supuesto derecho a abortar.
La formación de las futuras generaciones en derechos sexuales y reproductivos es la plataforma que los grupos liberales, auspiciados por organismos internacionales, pretenden establecer para una futura degradación de la vida humana y de la familia diseñada por Dios.
Si la próxima generación de dominicanos crece con el convencimiento de que no existe problema moral alguno en abortar y en que dos personas de un mismo sexo contraigan matrimonio, los políticos, que son los que al final toman las decisiones, se verán prácticamente compelidos a legalizar prácticas degradantes del ser humano.
Es deber de los grupos cristianos, católicos y conservadores trabajar unidos en procura de impedir que la educación sexual que se le imparta a nuestros hijos rebaje al hombre a un grado animal. Debemos luchar por la implementación de la educación sexual, pero la misma debe estar basada en los valores que han informado a la sociedad occidental durante veinte siglos y que un pequeño grupo pretende destruir.