La Iglesia Católica es de las pocas instituciones que se da el lujo de manejarse con su propia agenda, para asombro de no pocos observadores en diversas situaciones y lugares del mundo. Cuando casi todos, dentro y fuera de República Dominicana, aguardaban que la jerarquía católica nacional, consustanciada con el régimen de Rafael Leónidas Trujillo durante 31 años, caería como fichas de dominó tras la desaparición del déspota, Roma se tomó cuatro años y siete meses para hacer un cambio parcial en la arquidiócesis de Santo Domingo y tres meses adicionales para sustituir los obispos de Santiago y La Vega.
Los demás obispos, los de Higüey y San Juan de la Maguana, permanecerían en sus puestos todavía 10 y 12 años más, respectivamente. En este tenor, singular y asombrosa fue la carrera del arzobispo Octavio Antonio Beras Rojas, quien encabezó la Iglesia durante los últimos 12 años de la llamada Era de Trujillo, continuó impertérrito (pese a reclamos dentro de la misma Iglesia por su remoción tras el final de la dictadura) hasta diciembre de 1965, cuando fue sustituido en la administración de la arquidiócesis, pero restaurado sorpresivamente en mayo de 1975, ¡a 14 años de la muerte de Trujillo y 68 de edad!
Exactamente un año después Beras se sacabría el premio mayor vengándose de paso de muchos dentro y fuera de la Iglesia, al ser nombrado cardenal por el Papa Pablo VI; esta vez, el asombro alcanzó proporciones mundiales, por ser un hecho del que no se tenía memoria reciente en la Iglesia, por lo menos.
De este tema y otros similares conversábamos Peng sieng Rafael Sang Ben y yo una luminosa tarde de mediados del año 1976 mientras caminábamos entre las comunidad campesinas de Los Jengibres y El Verde, del municipio Monseñor Nouel (Bonao), por senderos de las montañas que rodeaban la mina de níquel de Falconbridge, en el desempeño de las tareas políticas a nuestro cargo.
“El Chino”, como le llamábamos a veces cariñosamente sus compañeros, me preguntó si era posible que yo sintetizara por escrito el debate que se desarrollaba en aquellos momentos en algunos estratos de la Iglesia a los que yo tenía acceso y que versaban alrededor de los orígenes y consecuencias de la sorprendente promoción del arzobispo Beras Rojas al cardenalato. Me entregué a la tarea, documentándome y conversando con personas y personalidades tanto de la Iglesia Popular, a la cual yo estaba estrechamente vinculado, como a sacerdotes y religiosos que ocupaban posiciones de jerarquía.
El resultado fue un documento de varias páginas que le entregué a mi superior inmediato, quien no me comentó nada en el momento. Me quedé asombrado dos o tres meses después al verlo publicado íntegramente en la revista Impacto Socialista, órgano del Partido Comunista Dominicano (PCD). Además de haber sido anunciado en portada, el documento iba precedido de dos titulares sensacionalistas y un extenso prólogo. Los titulares, que en nada correspondían al contenido del documento, eran estos: “Cardenalato de Beras crea crisis en alta jerarquía católica” (portada) y “El cardenal Beras y la crisis de la alta jerarquía católica” ¿Cuál crisis?, me pregunté. ¿Quién habla de crisis? Pero nada.
En aras de la verdad histórica extraigo este documento del anonimato para publicarlo íntegramente, con apenas las indispensables correcciones de estilo. Su título original era “La muerte y resurrección de monseñor Beras en el contexto político nacional 1966-1976”, un texto en el cual es ostensible el lenguaje eclesiástico. Nunca supe cómo llegó a manos del PCD, ni si primero lo tuvo la Dirección Central del MLN-Corecato, a quien estaba destinado originalmente.
El cardenal Beras y la crisis de la alta jerarquía católica
IMPACTO Socialista hace la publicación de este interesante documento, sin la más mínima intención de inmiscuirse en los problemas de la organización de la Iglesia Católica dominicana. Lo hace porque en los nombramientos de dirigentes y administradores de la iglesia (como lo señala el documento), intereses personales y de clases juegan un papel muy importante, determinante muchas veces.
Los intereses de clase presentes en dichos nombramientos no tienen nada que ver con el "mundo de Dios" en el cual dice encontrarse la iglesia enmarcada, y sí mucho que ver en el "mundo del hombre" del cual ella dice estar fuera.
Este documento comenta una promoción a un cargo importantísimo: Cardenal de la Iglesia Católica, el escalón anterior al papado, al menos desde el punto de vista de la "legalidad eclesiástica", quizás no tanto desde el punto de vista real. Y lo hace siguiendo un hilo conductor que lleva al redactor de este documento al justo centro del problema de las promociones de la iglesia católica: la relación poder político-poder religioso.
La incursión de la iglesia en la vida política nacional, fundando organizaciones políticas confesionales, como también una institución universitaria, tiene un fin bastante claro: conservar o ganarse (en este mundo) un espacio político y cultural con miras a establecer un integralismo político conceptualmente imposible.
Las posiciones de la iglesia durante el papado de Juan XXIII, partidario de la distensión a nivel internacional, y de una mayor sensibilidad de la iglesia católica frente a la injusta distribución de las riquezas en muchos países, no fueron truncados de manera violenta con la muerte de éste, habían estimulado la tendencia bondadosa que origina muchas vocaciones religiosas.
Lo iglesia católica que, como toda institución, es conservadora, mantuvo vigentes hasta donde le permitieron los nuevos dignatarios, algunas de los orientaciones de Juan XXIII.
Cuando comenzaron o reflejarse los síntomas de las tensiones entre los nuevos dignatarios eclesiásticos y sus seguidores y aquellos que desean situar la iglesia en posiciones más acordes con los tiempos . . . y más de acuerdo con los necesitados, la controversia se hizo más aguda. De aquí surgieron las contradicciones entre la iglesia romana, la iglesia francesa y la holandesa.
Por otra parte, sectores laicos italianos que tradicionalmente son medios para la formación del consenso en torno a la iglesia, manifestaron su desacuerdo con la político oficial de ésta, como también altos funcionarios del clero manifestaron públicamente la necesidad de que creyentes y no creyentes participaran juntos en las actividades políticas y sociales, para transformar el mundo que ellos entienden injusto. Muchos de estos funcionarios fueron excomulgados, como Dom Minzoni, obispo romano de gran popularidad, el cual pasó a formar filas en el PC italiano.
De manera que fue necesario "imponer el orden" y es dentro de este contexto que se inicia el proceso de reorientación de la iglesia, para ello se refuerza la dirección de ésta nombrando funcionarios que obedezcan o una orientación conservadora.
El nombramiento de Beras como cardenal de la iglesia, por sus posiciones conservadoras en 43 años de actividad eclesiástica, se corresponde en el cuadro general de "reorientación", aunque se hayan cumplido requisitos de antigüedad de fácil superación anteriormente. Su resurrección luego de tantos años de silencio ocasionalmente roto paro dar apoyo a causas conservadoras y nunca para alentar sentimientos de independencia y democracia nacionales, es producto de la necesidad vaticana de cooptación de funcionarlos conservadores que impidan el acceso a la alta jerarquía de aquéllos que, aunque meritorios en el manejo de las cosas de la iglesia, se destacan por sus compromisos con los desposeídos.
No sorprendió a nadie que el nuevo cardenal Beras haya hecho solo dos declaraciones tras su ingreso en el Sacro Colegio y ellas se refirieran a la necesidad de que el campesinado aceptara pacientemente la burla de las autoridades y los terratenientes en el proceso de reforma agraria en el Este de la República, su lugar de origen y vecindario donde su pariente, el Vicepresidente de la República, tiene su "revolcadero de burros".
Una figura dirigente de ese tipo limita necesariamente las posiciones de compromiso de sectores del clero y ha propiciado ya una más armoniosa relación del Estado dominicano con la institución religiosa.
IMPACTO Socialista cree firmemente en la pluralidad ideológica, en la confrontación franca y abierta de las ideas, en las posibilidades de desarrollar actividades de todo género junto a los grupos y personas que deseen y trabajen por una sociedad más justa, por ello les expresa sus respetos a aquéllos que dentro de la iglesia luchan sinceramente por una transformación de nuestra sociedad: por ello hace públicas parte de sus posiciones con tenidas en este documento.
Lo que no significa de ninguna manera compartir las valoraciones personales que en él se hacen y que constituyen cuando no una tendencia a la adulación, el resultado de un desconocimiento de la verdadera historia dominicana y del papel que la iglesia ha jugado en determinados momentos, particularmente en la lucha por la Restauración de la República y en el desarrollo político posterior a ese acontecimiento.
A continuación aparece textual el documento interno de la Iglesia Católica que comentamos, documento que circula entre los sacerdotes y obispos como una señal de nuestro tiempo y como una negativa al silencio y a la aceptación pasiva de jerarquías destinadas a impedir la acción de los hombres de Dios para mejorar el mundo de los hombres, el concreto, el que se aprecia todos los días y donde la vida es bien ingrata para las mayorías:
La muerte y resurrección de monseñor Beras en el contexto político nacional 1966-1976
Introducción
Un anuncio hecho en el Vaticano a principios de mayo pasado informando la elevación de Monseñor Octavio Beras a la categoría de Cardenal, el rango más alto en la jerarquía de la Iglesia Católica, marca la culminación del proceso de retorno al pleno poder eclesiástico del duradero arzobispo de Santo Domingo.
Es de gran utilidad política conocer el fondo y las implicaciones de los hechos que suceden a nivel de la jerarquía de la iglesia católica, porque esta institución gravita pesadamente sobre el desenvolvimiento histórico nacional e internacional; además, es una institución muy aceptable, lo cual le ha permitido sobrevivir durante siglos a través de varias de las etapas vividas por la humanidad. La abundancia de fechas, nombres y cargos (Nota: en este documento) puede hacer pensar que se trata de un relato biográfico: en realidad lo que se ha querido es hacer un análisis lo mejor documentado posible.
Veinte años de esplendor: 1945-1965
Octavio Antonio Beras Roias era un seminarista en Santo Domingo en la década de 1920, cuando el Nuncio apostólico buscaba un joven que le sirviera de secretario; la suerte recayó sobre Beras, En l928 viajó a Roma y en 1933 fue ordenado sacerdote. Parece que la vinculación a tan importante personaje le ayudó a iniciar el ascenso de los peldaños de la jerarquía porque en 1945, cuando se acometió la ampliación de la estructura de la Iglesia, recibió el título personal de arzobispo y fue nombrado obispo auxiliar de la recién creada diócesis de Santiago de los Caballeros. Allí desplegó una notable actividad destacándose como organizador eficiente. La mala salud y edad avanzada del arzobispo Ricardo Pittini, contribuyeron a que Beras fuera nombrado "arzobispo coadjutor con derecho a sucesión", siendo elevado a arzobispo metropolitano en 1961 tras la muerte de Pittini; en realidad Beras gobernaba la Iglesia desde que Pittini quedó ciego años atrás.
Beras brilló durante la Era de Trujillo en disfrute de pleno poder religioso y político. Cuando Trujillo
exigió ser proclamado "Benefactor de la Iglesia" se iniciaron las dificultades que hicieron crisis con la publicación de la célebre carta pastoral del episcopado en enero de 1960, en medio de la sangrienta represión desatada contra el movimiento 14 de Junio y otros sectores anti-trujillistas. Se asegura que Beras no participó en la redacción de la pastoral sino que dicho documento fue inspirado por el Nuncio y escrito por sacerdotes jesuitas. Esta afirmación parece indudable si se lee la carta que enviaron los obispos a Trujillo el 25 de enero de 1960 exhortándole a no malinterpretar la pastoral.2 Además quienes soportaron el peso de la persecución fueron el entonces obispo de La Vega, Francisco Panal Ramírez, y el de San Juan de la Maguana, Thomas Francis O’Reilly, ambos extranjeros; y en menor medida el obispo de Santiago, Hugo Eduardo Polanco Brito.
Muerto Trujillo, Beras se mantuvo en el cargo. Por ese tiempo, el Papa Juan XXIII iniciaba las reformas más radicales hechas en la Iglesia durante siglos, pero aquí no tuvieron repercusión sino después de 1965.
La participación de la jerarquía católica en la política nacional durante el período 1960-66 fue muy activa y pública. Se iniciaba con la carta pastoral de 1960 y termina con la carta anterior a las elecciones de 1966. Tuvo un delegado en el Consejo de Estado en la persona de monseñor Eliseo Pérez Sánchez. Crearon un partido político (PRSC) y estructuras de apoyo para éste en todos los frentes de masas (JOC, JEC, JAC, BRUC, CASC, FEDELAC) así como una Universidad (UCMM). Mantuvieron una solapada actitud anti-Bosch y predicaron el anticomunismo a los cuatro vientos. Ensamblaron la base moral y propagandística para el golpe de Estado de 1963 (manifestaciones de "reafirmación cristiana" y oposición a la "escuela laica"). La activa colaboración con el Triunvirato se encargaría de confirmar el propósito de estas actividades.
Sin embargo, la Historia seguía su curso, porque quería llegar pronto a abril de 1965.
La Guerra de Abril y el auge de las corrientes liberales en la Iglesia: 1965-1970
El movimiento social, político y militar iniciado el 24 de abril de 1965 abarcó todas las clases sociales y todas las instituciones nacionales. La participación de la Iglesia se dio a todos los niveles. Decenas de sacerdotes y monjas se pronunciaron abiertamente por la causa popular y algunos llegaron al extremo de ofrendar sus vidas, como es el caso del Padre Arturo en Monte Plata. Es conocida la participación del nuncio apostólico Emanuele Clarizio en la negociación del primer alto al fuego después del desembarco de los marines norteamericanos. El obispo de Santiago, Hugo Polanco Brito, jugó un papel importante en la solución negociada que condujo a la formación del gobierno provisional, pero su candidatura inicialmente de mucha aceptación al parecer fue vetada por el Vaticano. Roque Adames, pro-vicario de la arquidiócesis, se destacó en el Movimiento Renovador de la UASD.
Ocurrido en pleno Concilio Vaticano II, el proceso de abril contribuyó a que personas y organizaciones de la Iglesia profundizaran su compromiso con la clase popular. Ya en este punto la continuidad de jerarcas que recordaban la Era de Trujillo y el golpe de Estado de 1963, resultaba molesto y Beras estaba llamado a caer.
En efecto, Hugo Polanco Brito, es nombrado el 20 de diciembre de 1965 administrador apostólico "sede plena" de la arquidiócesis de Santo Domingo "con todos los derechos y privilegios que corresponden a los obispos residenciales"1 y el 14 de marzo de 1966 es trasladado definitivamente a Santo Domingo desde su diócesis de Santiago. Por esa misma fecha se anunció el nombramiento de dos nuevos obispos reconocidos por ser sostenedores de ideas y actitudes democráticas. Se trataba de Roque Adames Rodríguez, profesor de la Facultad de Humanidades de la UASD, y de Juan Antonio Flores Santana, rector del seminario menor de Santiago. Cabe señalar que el calificativo "sede plena" en el nombramiento de Polanco Brito relegaba a Beras a funciones puramente nominales. Todos estos cambios concordaban perfectamente con la época, una época de auge revolucionario.
Durante los años que siguieron a la Guerra de Abril, sacerdotes, monjas y organizaciones religiosas se lanzaron al trabajo en los sectores populares (clubes, deportes, arte, educación, barrios, sindicatos) y los resultados causaron alarma en los círculos dominantes. La reacción no se hizo esperar y las cabezas más visibles y más vulnerables fueron golpeadas. Se deportó a dos sacerdotes que trabajaban en la ciudad (Gratiniano Cortina de Varona, español, párroco de Higüey, y a Sergio Figueredo, cubano) y a otros dos que actuaban entre los campesinos (hermano Miguel Escala y sacerdote Antonio Cabezas). Hay que fijarse en que estos cuatro eran religiosos, es decir que pertenecían a órdenes religiosas, y al deportarlos se golpeaba a esas órdenes. Las relaciones de la Iglesia con el gobierno llegaron a su punto más bajo desde 1960. De esa etapa es el Documento sobre la situación campesina, el más avanzado de la Conferencia Episcopal.2
A nivel internacional la situación en el seno de la Iglesia era semejante. El Papa publica su encíclica "Populorum progressio" en la cual condena enérgicamente la explotación capitalista sobre los países del Tercer Mundo. En América del Sur causan impacto las organizaciones de sacerdotes socialistas "Golconda" y "Tercer Mundo" (Colombia y Argentina); algunos sacerdotes ofrendan sus vidas en su compromiso con la causa popular (Camilo Torres, Domingo Laín); Helder Cámara, el "obispo rojo" del Brasil se halla en su época de mayor de actividad pública.
El periodo 1969-70, durante el que el nivel combativo de las masas alcanzó su punto más alto, también conoció de manifestaciones progresistas de algunos obispos, así corno de sacerdotes y seminaristas que se pronunciaron contra el terror oficial y la relección; a favor del presupuesto de la UASD, contra las visitas del verdugo de los pueblos Nelson Rockefeller y del dictador nicaragüense Anastasio Somoza. Monseñor Hugo Polanco Brito se halló en el pináculo de su carrera de "mediador".
Pero, en Roma se estaba tejiendo otra madeja, había sido nombrado un nuncio derechista y Balaguer necesitaba la paz con la Iglesia para fortalecer su base socio-política en la búsqueda de su primera reelección. Es bueno recordar que en ese tiempo había en el país decenas de parroquias (quedan algunas todavía) que tenían establecido no participar bajo ningún concepto en actos religiosos con un notorio fin político como son las bendiciones de obras a fas cuales asiste el Presidente; y que, durante varios años, el Presidente y un obispo no se hablaban. Compárese con fa situación actual y véase la diferencia. Balaguer inaugura semanalmente varias obras, no importa que a veces la inauguración cueste más que la obra en cuestión. Hay que imaginarse lo irritante (y peligroso a largo plazo) que resulta el hecho de que el Presiden tenga que llevar a la bendición a un sacerdote que no es el propio del lugar, como ocurrió varias veces en Higüey, La Vega y Santo Domingo.
La marcha atrás del Papa Paulo VI y el renacer de la derecha 1970-75
El 21 de enero de 1970 se anunciaba la promoción de monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito a Arzobispo y su nombramiento como arzobispo coadjutor. Acababa de caer víctima de la célebre política vaticana que se condensa en la frase latina promoveatur ut removeatur (promuévase para removerlo) aplicada durante siglos para acallar voces molestas dentro de la Iglesia.
Al serle devuelta la facultad de tomar las decisiones importantes, Beras se situaba a un paso de reasumir el completo control de su arquidiócesis. Nunca antes un obispo al cual se le había nombrado un administrador volvió a tomar el gobierno de su diócesis; un caso insólito, pero no extraño si se analiza a la luz de lo que puede llamarse una “marcha atrás” del Papa en cuestiones políticas y sociales, de un “revisionismo” de sus propias ideas y de las mismas directrices del Concilio.
Además de nombrar en el país a un nuncio reaccionario (fascista se dice) y de resucitar a monseñor Beras, se pueden citar indicios a nivel internacional que apoyan la tesis de que el Papa se ha vuelto
atrás y que la curia romana se halla actualmente bajo control de obispos derechistas y neofascistas.
Véase:
a) En 1974 se negó a ratificar algunas resoluciones adoptadas por el Sínodo Mundial de los Obispos, por coincidencia las resoluciones más progresistas.
b) Ha desoído vez tras vez el extendido clamor en la Iglesia que pide el título de cardenal para Helder Cámara y en cambio se lo han otorgado a obispos notoriamente conservadores y reaccionarios como Octavio Beras, Juan Carlos Aramburu, Corrado Bafile, Aloísio Lorscheider, entre otros.
c) Llamó a trabajar en Roma al progresista presidente del Consejo Episcopal de América Latina (CELAM), monseñor Eduardo Pironio, y lo nombró cardenal (otro promoveatur ut removeatur).
Las maniobras derechizantes del nuncio Gravelli culminaron en abril del año pasado cuando se anunció el traslado de Polanco Brito a Higüey. Contemporáneamente se otorgaban títulos a miembros intermedios de la jerarquía, uno de los cuales está vinculado al presidente de la República.
Composición de la Conferencia Episcopal
Cardenal Octavio Beras Rojas. Arzobispo de Santo Domingo y presidente de la Conferencia Episcopal. Es un hombre de derecha. Jamás inclinaría contra Balaguer la balanza del apoyo de la jerarquía.
Hugo Eduardo Polanco Brito. Obispo de Higüey y vicepresidente de la Conferencia Episcopal. En 1965 vio frustradas sus aspiraciones presidenciales y más tarde ocurrió lo mismo con sus naturales deseos de ocupar el trono metropolitano.
Roque Adames Rodríguez. Obispo de Santiago. Una vez que se vio sentado en la silla episcopal fue abandonando gradualmente las posiciones progresistas que sostuvo en el pasado. Es uno de los cerebros de la Conferencia Episcopal.
Juan Antonio Flores Santana. Obispo de La Vega. Partidario de reformar el sistema, lo cual se sintetiza en la política de mayor participación en los beneficios de la economía para las “clases pobres”. La forma en que ha manejado el problema delos campesinos de su diócesis enfrentados a las empresas multinacionales sugiere una evolución de su pensamiento hacia mayor conciencia; sin embargo, es imprevisible lo que hará en el futuro cuando aquella situación social se radicalice.
Juan Félix Pepén Solimán. Obispo auxiliar de Santo Domingo. Es el más progresista y lucido de los obispos. Sus más de 10 años frente a la multinacional más voraz y la situación de explotación más extrema en el país, parecen haber tenido un efecto positivo sobre su conciencia. Como obispo auxiliar, no puede tomar decisiones.
Príamo Pericles Tejeda Rosario. Obispo auxiliar de Santo Domingo. A pesar de su juventud está enmarcado en la corriente conservadora de Iglesia. Es fa mano derecha de Beras. Posee capacidad ejecutiva y durante años ocupó cargos importantes, entre ellos el de secretario de la Conferencia Episcopal. Es probable que ocupe el obispado de San Juan de la Maguana en un futuro cercano.
Fabio Mamerto Rivas Santos. Designado obispo de la recién creada Diócesis de Barahona. Pertenece a la Orden Salesiana, hoy por hoy la congregación religiosa más conservadora. Esta Orden llegó al extremo de "deportar" hacia España a dos de sus sacerdotes que organizaron el año pasado la llamada "Pascua Juvenil", un evento de masas juvenil de marcado carácter progresista
celebrado en la Semana Santa. De ahí se deduce lo que puede esperarse de este obispo.
Thomas Francis O’Reilly. Obispo de San Juan de la Maguana. Su condición de, su edad avanzada y deteriorada salud le impiden tener una participación activa. Se dice que da amplia libertad de acción a sus sacerdotes.
Ronald Gerard Connors. Obispo auxiliar de San Juan de la Maguana. Tiene una edad muy avanzada para esperarse que suceda a O’Reilly, por lo cual cabe suponer que su actuación no será relevante. Por lo demás, también es extranjero.
Conclusiones
a) Considerada en su conjunto, la Conferencia Episcopal no tomará decisiones que signifiquen progreso alguno; aún más, tratará de soslayar temas de actualidad trascendental como son la defensa de los recursos naturales frente a las empresas extranjeras, el terrorismo y la crisis económica.
b) La derechización de la jerarquía aislará cada vez más a los obispos.
e) La tónica de la actitud que normará las relaciones de la Iglesia con el Gobierno al parecer fue trazada por monseñor Polanco en su discurso de bienvenida a Beras en la catedral el 16 de junio. Proclamó la cooperación y la colaboración aunque, al hablar en el tradicional lenguaje diplomático de los obispos, sus palabras pueden tomarse en cualquier sentido.
d) El aparente camino independiente tomado por algunos de sus miembros (Flores y Polanco) puede ser cortado por una reunión de la Conferencia; de lo contrario, estos obispos quedarían aislados.
e) Ante la crisis económica, el terrorismo y la proximidad de las elecciones, así como del leve ascenso del movimiento campesino, es de esperar la radicalización de sacerdotes y religiosos con acciones al estilo del periodo 1969-70.
Referencias:
Además de la prensa escrita se consultaron:
Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Santo Domingo (1963-1967)
Documentos de la Conferencia del Episcopado de la República Dominicana (1955-1969). Imprenta Amigo del Hogar, Santo Domingo, 1969
Documentos completos del Vaticano II, 4ª ed. Editorial Mensajero, Bilbao, 1966
Mi Iglesia duerme, por S. Freixedo, 7ª edición. Editorial Isla, San Juan, 1969