El pasado martes 22 de junio del año en curso el Dr. Jottin Cury hijo, exmagistrado del Tribunal Constitucional, resaltó la importancia de rescatar el patriotismo de la Unión Nacionalista con el objetivo de “resistir hasta el último aliento a los intentos de haitianizar nuestro territorio y suprimir nuestra soberanía” (ver, “Unión Nacionalista, Diederich y Haití”, 22 de junio de 2021). Para Cury hijo, las presentes y futuras generaciones de dominicanos deben preservar el sentimiento nacionalista de esta desaparecida agrupación y luchar en contra de “los designios integracionistas hemisféricos al servicio de la globalización económica”.
Ese artículo, que exige implícitamente la adopción de políticas públicas eficientes para controlar la migración haitiana, apela a una idea de nación basada en el sentimiento y la emoción que genera la identidad cultural dominicana. Si bien es cierto que se debe difundir “los valores patrios y culturales del pueblo dominicano” en la zona fronteriza (artículo 10) y adoptar políticas que promuevan “la cultura dominicana” (artículo 64.1) para preservar “el valor de la identidad cultural” (artículo 64.3) y asegurar “la indisoluble unidad de la Nación” (artículo 5) como una comunidad histórica y cultural que sostiene y justifica la organización del Estado (artículo 1), no menos cierto es que el patriotismo no debe basarse en señas de identidad físicas y culturales, sino más bien en la adhesión a ciertos valores o principios constitucionales.
En otras palabras, el sentimiento nacionalista que debe prevalecer en un modelo de democracia constitucional no es aquel que se sustenta en afinidades raciales o culturales (nacionalismo étnico), sino más bien en la idea racional de libertad e igualdad, los cuales constituyen principios fundantes de la comunidad política (nacionalismo cívico). Dicho de otra forma, el patriotismo debe estar vinculado esencialmente con la constitución del Estado, es decir, con la forma institucional democrática de nuestro país. La República Dominicana es un gobierno esencialmente civil, republicano, democrático y representativo (artículo 4).
En síntesis, la idea de nación y patria debe estar asociada a los valores y principios centrales del ordenamiento constitucional. En palabras de Rolf Sternberger, quien fue el primero en proponer el concepto de «patrimonio constitucional», la identidad nacional debe basarse en la “adhesión leal a los valores de ética pública que vienen de la Constitución y que representan esa racionalidad de la libertad enraizada en la dignidad humana” (Peces-Barba Martínez, 2004).
Lo anterior no significa en lo absoluto una renuncia a la identidad cultural dominicana, la cual constituye uno de los componentes centrales del elemento humano del Estado (el pueblo), sino más bien la necesidad de articular el patriotismo de cara “a los principios universalistas del Estado de Derecho y de la democracia” (Habermas). Es decir que la condición de patriota debe estar directamente vinculada con el respeto y la defensa del ordenamiento constitucional y no con aspectos raciales y culturales como la raza, la lengua, la religión o la cultura.
Para Habermas, el patriotismo constitucional se identifica con los principios racionales de un orden jurídico constitucional, es decir, “con reglas de juego democráticas con sometimiento a la ley y con respeto a los derechos fundamentales” (Habermas, 1984). Se trata, a juicio de Velasco, de “recuperar el valor de las virtudes cívicas basadas en la lealtad a las instituciones políticas liberales de un país y al modo de vida que sustancia la libertad común sin hacer referencia, por tanto, a la homogeneidad lingüística o étnica de la misma” (Velasco, 2001).
Aquí, cabe preguntarse: ¿por qué es importante esta idea de un nacionalismo cívico? La repuesta a esta pregunta salta a la vista al pensar en los gobiernos fascistas del período de entreguerras. Las sociedades mayormente cerradas en base a discursos xenófobos han producido patologías que, como los gobiernos autoritarios de Italia (1922), Alemania (1933) y España (1939), condujeron a la exclusión y la guerra. Estos gobiernos fascistas postularon por un nacionalismo irracional basado en el rechazo al extranjero o al inmigrante por ser “enemigos de la patria”.
El patriotismo constitucional busca evitar el surgimiento de un nacionalismo excluyente que redimensione la idea de nación sobre la de persona. El verdadero patriota es aquel que fomenta, sin desconocer el valor de la identidad cultural dominicana, el respeto de los principio y valores fundamentales del ordenamiento constitucional. Es decir aquel que lucha por la separación y limitación del poder político y la protección de los derechos fundamentales.
No hay dudas de que se requiere de políticas migratorias eficientes para regular la migración haitiana y contrarrestar sus efectos en el desarrollo económico y social. Ahora bien, esta situación no nos puede llevar a fomentar un patriotismo irracional que se sustente en el odio y el rechazo al extranjero. El principal enemigo de la República Dominicana es el despotismo que atenta contra los principios fundamentales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, el imperio a la ley, la justicia, la solidaridad, la convivencia fraterna, el bienestar social, el equilibro ecológico, el progreso y la paz, los cuales constituyen factores esenciales de la cohesión social.
Para fomentar un patriotismo constitucional es fundamental una cultura constitucional tendente a privilegiar la razón jurídica sobre la arbitrariedad y los derechos frente al poder político, la cual refleje la aspiración, tal y como señaló Adriano Miguel Tejada, “de construir una democracia constitucional, de fortalecer una República basada en la ley como lo soñó Juan Pablo Duarte y de crear las condiciones para que desde la obediencia a las normas se pueda fomentar el desarrollo nacional, con justicia social y libertad para todos” (Tejada, 2015).