La versión original de este parque desde su inauguración a principios del siglo XX hasta su eliminación a mediados de los 70, representaba para sus visitantes el arribo a un espacio donde el verde, la frescura, las sombras y una tupida vegetación los resguardaban del infernal mundo de sus alrededores en que el ruido, los rayos solares, el calor agobiante y la prisa de los viandantes imperaban hasta las horas crepusculares.
Todo esto desapareció cuando en los llamados 12 años se dispuso su criminal demolición que podría ser interpretado como un extraño pero posible ajuste de cuenta de Balaguer con su pasado. Una buena parte de sus biógrafos coinciden en que el amor ancilar -ancillaire en francés- es decir aquel que se satisface con la servidumbre tales como criadas, sirvientas o domésticas identificaba su erotismo. Esta pasión, aunque a veces indigne a sus anfitriones, es tan solo una más de la incierta y divertida sexualidad humana.
Quienes están en su posesión deben hacer su escogencia con cautela al estar este material femenino muy acosado por vagos o maleantes. Cuando Balaguer atravesaba a diario este parque que estaba entre la casa de su hermana en Ciudad Nueva y el Palacio Nacional, parece que un par de malandrines advirtieron su propensión y se burlaban de él. Enterado Abbes García de esta inconveniencia hizo desaparecer a sus causantes siendo muy probable que en el ánimo del ex – presidente de la República permaneciera como una afrenta personal lo acontecido en su diario camino al trabajo.
En el último libro de Vargas Llosa “Tiempos recios” se insinúa algo de los antes dicho y es la explicación que encuentro al reemplazo de aquella artística glorieta de los frondosos laureles, las altivas palmeras, hermosas pérgolas y sombreados senderos por un adefesio de repulsivo diseño, que según la opinión de un experto que gozó de gran popularidad en su tiempo se trató en definitiva de cómo colocar un cenicero encima del llamado Altar de la Patria cuyos huéspedes deben estar clamando por esta ingnominia.
Antes estaba abierto al público las 24 horas del día al no existir la actual verja perimetral y si en verdad la comisión nocturna de actos atentatorios al pudor por las obreras del sexo y desaprensivos que pululan en los alrededores requería su construcción y cierre después de las seis de la tarde, este aislamiento le escamoteaba su acceso sin restricciones que era uno de los mayores atractivos que tenía esta especie de oasis en medio de la ciudad.
A diferencia de otros parques el Independencia fue objeto de donaciones por parte de diplomáticos acreditados en el país bajo forma de siembra de árboles exóticos algunos de los cuales aun sobreviven. El mas frondoso y bello de todos es el inmenso laurel en la esquina Nouel con la desaparecida Mariano Cestero -existe todavía- que ha sido alcanzado por varios rayos y aciagas tormentas, y a su deslucida copa es posible endilgarle lo de Balaguer en el panegírico a Trujillo en San Cristobal: He ahí señores… el laurel poderoso que durante más de 100 años desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades.
El Partido Revolucionario Social Cristiano; la Unión Cívica Nacional; el Movimiento de Augusto Lora (MIDA); el teatro Independencia; la pizzería Sorrento y el restaurant Roma; El chino Meng; Dumbo; la peluquería Marión; el hotel Presidente; y el restaurant MARIO, eran establecimientos que antes lo bordeaban así como el denominado Kilómetro Cero a partir del cual se miden todas las distancias desde y hacia la capital del país.
Como sucede en todos los parques céntricos alrededor de los cuales se nuclean residentes de larga data e instituciones y comercios afamados por su prestigio, sus bancos sirvieron de asiento y referencia de peñas, tertulias y grupos donde la edad, la extracción social y económica, preferencia política, profesión, tipo de trabajo, vecindad o afín predilección los agrupaba, reunía. En otros, los enamorados, los solitarios, los físicamente agotados y los buscavidas disponían de sus respectivos tiempos.
En aquellos felices años 60 veía a ex jueces de la justicia dominicana; artistas retirados o en activo de La Voz Dominicana; escritores y criticos de arte; profesores universitarios; jubilados de la administración pública; militares en retiro; jóvenes en busca de patrocinio; ancianos con un pie en el sepulcro, así como activistas políticos que pensaban que la utopía soñada estaba a la vuelta de la esquina, ignorando tal vez aquella real y quevediana sentencia de que los sueños, sueños son.
No pocas veces veía en el parque a un joven harapiento, desastrado, armado con un garrote pero cuyo físico no se correspondía con su andrajosa indumentaria. Supe que había ocupado posiciones de responsabilidad en la Cancillería de la República. Respondía al sobrenombre de Gugo o Gungo y era hijo de Aníbal Trujillo hermano del sátrapa y de Mireya Peynado. Todo un Trujillo- Peynado, que al parecer enloqueció. Con el tiempo me enteré que fue mortalmente atropellado por un vehículo en los alrededores del parque.
La zona del parque que correspondía a la interrupción de la calle Pina o sea detrás del antiguo Altar de la Patria era la más transitada por los viandantes que bajaban al Malecón o Ciudad Nueva y los que en sentido contrario se desplazaban hacia la avenida Mella o 30 de Marzo. La comprendida entre esta y la desaparecida calle Mariano Cestero era la que por su apretada arborización se usaba para el relajamiento y la recreación, eliminada cuando se ordenó su amputación por el doctor Balaguer y sus urbanistas.
Como un póstumo y final homenaje a su fidelidad a este espacio y a los reposados momentos que pasaron en sus bancos, concluiré citando algunas personas a las que personalmente conocí o solo de lejos avisté. Fueron ellos: Máximo Polanco, Dr. Osvaldo Soto, Profesor Casado Soler, Geovanni Ferrúa, declamador Lebrón Saviñon, Dr. Mañon Del Río y Rhadamés Sepúlveda (Pildorín). Debo mencionar a alguien de apellido Corletto y otro de apellido Rondón. Su lealtad al parque debe ser de alguna forma compensada.