El intelecto es una condición del ser humano que lo capacita para entender y discernir realidades concretas de toda índole. La mujer como parte del colectivo de las sociedades, goza también de esta condición innata. Sin embargo, debemos tener en cuenta la fuerza y el poder de la cultura que pretende pautar y, de alguna manera, limitar, por sus prejuicios, las posibilidades y capacidades de la mujer.

Debido a la discriminación, subestimación y al menosprecio notables de la mujer de hoy, ella ha sido considerada como un ser humano de segunda categoría. Error gravísimo!!! Porque nadie da lo que no tiene y si los hombres tienen una relación directa con la madre (mujer) y son capaces, su aptitud se debe a los genes que heredan de sus progenitores, donde la mujer no sólo ha participado en la fecundación, sino que lo ha conservado en su vientre compartiendo el proceso de desarrollo de la vida desde el embrión. Por tanto, si el varón es inteligente y es capaz, estas cualidades están intrínsecamente ligadas a la mujer.

Hay una urgencia grande de poner en alto la educación de la mujer, quien lleva a la vida de la nación: sensibilidad y semilla de intelecto, parafraseando un poco al gran maestro y político José Martí, el cual reconoce y admite el papel de la mujer para el desarrollo de las emociones y el intelecto, cuando el referido autor hace alusión a las circunstancias sociales y políticas del siglo XIX donde la mayoría de los varones estaban dedicados a la lucha por la independencia de nuestros países.

La sociedad actual, como en tiempos remotos, posee evidencias de las cualidades competitivas de la mujer en el desarrollo social, político y económico, pues a pesar de los prejuicios culturales y sociales existentes, se destaca en un desempeño dinámico y participativo en la mayoría de los aspectos en que se desarrolla la vida del ser humano; por ejemplo: en la educación y en la transmisión de la cultura, la mujer es el eje de la administración económica de la familia, de la empresa y del hogar, en cuyos espacios juega papeles estelares en la formación de la sensibilidad y de las emociones.