Leyendo "El papel de los medios" escrito por  Miguel Guerrero publicado en: http://www.acento.com.do/index.php/blog/895/78/El-papel-de-los-medios.html, me lleva a la reflexión sobre el verdadero uso que se le debe dar a la Ley de Cine promulgada recientemente.

Parangonando el siguiente párrafo del artículo, podemos decir que "los clanes políticos dominantes se han servido siempre en nuestro país de parte de la elite intelectual para dotar de una base doctrinaria lo que en la práctica ha sido un uso de sus recursos para provecho personal, en violación a las más elementales normas de la moral y la ética y, lo que es peor, en franca violación muchas veces de las leyes y la propia Constitución de la República, cuyo irrespeto parece ser una norma de conducta en la vida política del país".  

Y en los párrafos penúltimo y antepenúltimo del citado artículo podemos cambiar con palabras en cursivas y negritas:    

"El otro gran fenómeno en el espectro, ha sido la adquisición de los grandes medios tradicionales por parte de grupos económicos, cuyo verdadero interés no ha sido el cine. Si bien esto ha permitido un mejoramiento de la calidad técnica de los medios (…) audiovisuales, y en muchos casos mejorado las oportunidades de los cineastas, e incluso ampliado su cobertura, también trajo consigo un nuevo método de control, que se ejerce a través de la amenaza y el chantaje, siempre subrepticio por supuesto, a otros intereses de negocios vinculados a la propiedad de los mismos. 

Esta nueva modalidad ha alcanzado dimensión artística en la actualidad, con un control efectivo ejercido de manera muy sutil a través de la militancia política de parte de gente incrustada en el cine dominicano  por vocación o simplemente por infiltración, llenando así  los espacios radiales y televisivos de programas bien sustentados por la propaganda oficial, con el sólo propósito de ejercer así el tipo de control que ya no parece posible con el uso de la fuerza y la amenaza como en otros tiempos sucedía".  

Lo más preocupante es que se ha creado una Ley de Cine con sus respectivos reglamentos sin tener disponible un estudio del sector como industria creativa. Existen algunos esfuerzos en el sector oficial y hasta en el privado, pero en absoluto no se han hecho para sustentar la Ley de Cine dominicana. De ahí que vemos con estupor la ingenuidad de nuestros cineastas al respecto. 

Si tuviéramos ese estudio de impacto económico, el mismo serviría para esquematizar objetivamente la funcionalidad de una ley que no atente contra el déficit fiscal y mucho menos contra el déficit moral que contribuirá a un Trust nacional del cine; en el futuro tendremos ese paso pues el mismo auxiliaría a madurar y pensar un cine dominicano para crearle estructuras atendibles para productores y audiencias. 

Es bueno que sepan los grupos monopólicos nacionales de la cultura en todas sus manifestaciones que la historia cuenta los pleitos contra el Trust en la industria del audiovisual, pues el cine no es sujeto de dictadura por mucho tiempo.

Hoy el internet facilita la democratización de la difusión del cine. Y las nuevas tecnologías descubrirán por fin lo que F.F. Coppola llama "el Mozart del cine". 

La controversia por el control de la producción cultural audiovisual es una cuestión actual. La única vía es la popular, la masificación, la educación y sobre todo que el acceso a la tecnología sea  auténticamente democrático.