Recién terminé de leer el prólogo del libro que lleva por título el que hemos utilizado para ponerle a este artículo, escrito por la politóloga, escritora, columnista y activista mexicana, Denise Dresser, y que llegara a mis manos por la vía de unos queridos amigos, al regreso de sus vacaciones en México, me dispuse a escribir este, motivado por la extraordinaria sintonía existente entre una ranchera y un merengue. Y por lo actual del momento en que vivimos los merengueros, al igual que los rancheros, que no sabemos que hacer para librarnos de la perversa corrupción que ha sido implantada en los dos países, la que al parecer nos llevará sabrá Dios donde, y de que manera.
“Alguna vez,” refiere el prólogo es cuestión, “el periodista Julio García le pidió a Ernesto Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirió que hablara del arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus valles, sus volcanes, sus héroes y sus tardes soleadas. El expresidente no supo qué contestar. Es muy probable que muchos mexicanos tampoco sepan como hacerlo. Hoy el pesimismo recorre el país e infecta a quienes entran en contacto con él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. México estrena el vocabulario del desencanto. Se siente en las sobremesas, se comenta en las calles, se escucha en los taxis, se lee en las pintas (lecturas de naipes), se lamenta en las columnas periodísticas, se respira en los lugares donde aplaudimos la transición y ahora padecemos la violencia.”
¿No les parece, que con solo cambiar algunos nombres, correspondientes al país de origen de la autora, por otros, pareciera que se refiere a lo que ha estado ocurriendo en el nuestro? Que es lo que se está comentando, insistentemente, en todos los corrillos de nuestro país, y fuera de él, en los actuales momentos.
Digo en los actuales momentos, porque se ha venido repitiendo, desde hace mucho tiempo, y al parecer, le ha llegado el momento de ser encarado, y ponerle la tapa al pomo. ¿Qué pomo?, se preguntarán algunos. Esos mismos. Los responsables y provocadores de la rampante corrupción que hemos tenido, y existido en nuestra vida republicana, llegando a convertirla en el pan nuestro de cada día, en el tema principal de las sobremesas, y hasta en las leídas de naipes. Que con rarísimas excepciones, los gobernantes que nos hemos gastado, desde la fundación de la República hasta nuestros días, han hecho de las arcas del estado lo que les ha dado la gana. Hasta que tuvimos que ser intervenidos, arbitrariamente, por fuerzas extranjeras, para tratar de poner las cosas en su lugar. Y luego, terminar siendo gobernados con mano dura, pero que, en términos de corrupción, siguió por el mismo camino, hasta terminar en un magnicidio.
Pasados algunos años, muy pocos, por cierto, se instaló un triunvirato de dos, que culminó en una cruenta guerra civil, y otra intervención. Para, luego, posesionarse en la silla de alfileres quien solía decir, que paraba la corrupción en las puertas de su despacho. Continuando con el de las manos limpias, que terminó preso y, finalmente, el del pichirrí, el del debacle bancario, del que salieron unos cuantos presos.
Ahora, después de ocho años “blindados”, los que sumados a los cuatro anteriores, han tratado con hacer cumplir un sueño de niño, tendente a transformar, sin poderlo lograr, la ciudad de Santo Domingo en un New York chiquito. A cuyas falacias hay que agregar otras tantas. Todo ello, para culminar en un hoyo fiscal, al que pretenden empujarnos, para salvarnos del toyo.
A partir de entonces, nos vienen con el sofisma de pretender hacer lo que nunca se ha hecho, o el de recorrer un nuevo camino, aunque en compañía de los mismos, sin que sepamos hasta donde llegaremos.
La ciudadanía, o parte de ella, mucho más curtida, y harta de mentiras y promesas, empieza a dar visos de no querer conformarse con más de lo mismo, y desea ponerle fin a los abusos de poder que se han venido cometiendo, de una manera o de otra, hasta llegar a saturar la conciencia ciudadana. Toda, menos la compuesta por los que se ha beneficiado. Algunos de los cuales siguen tan campantes…
Lo que ha parecido extraño, y diferente a lo acontecido en épocas ya superadas, es el hecho de que todo ello fuera cometido, nada menos que por los discípulos más aventajados del Profesor. Si de Juan Bosch, considerado uno de los hombres más serios y honestos que haya incursionado en política en República Dominicana. El mismo que propusiera aquel famoso Álbum de la Corrupción, denunciando sus “compañeros” del otro de los dos partidos fundados por él. Quien llegara a dividir los políticos dominicanos entre corruptos y peledeístas. Y quien de haber sobrevivido, teniendo que soportar lo ocurrido, después de haber llevado su última creación al poder, valiéndose de los amarres que le pusieran a hacer con su principal adversario político, ni se sabe lo que le hubiera ocurrido.