Tan solo con padrones electorales depurados y confiables, quienes organicen las elecciones, incluidas las de los partidos, tiene reales posibilidades de cumplir su tarea exitosamente.

En ese sentido, los autores del Diccionario Electoral de España, Enrique Arnaldo Alcubilla y Manuel Delgado-Iribarren, sostienen que el censo o padrón electoral es la base primordial de unas elecciones libres y justas, el núcleo del proceso democrático, que cuando es incompleto o deficientes, inexacto o manipulado, imposibilita unas elecciones limpias y, por tanto, la democracia.

Nadie sufrió más que el pueblo dominicanos la consecuencia de la manipulación, con fines fraudulentos, del padrón electoral.

Lo anterior se puso de manifiesto en cada victoria del doctor Joaquín Balaguer, pero en ninguna como en la de 1994, a propósito de la cual el líder y candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez, tal y como lo recoge Sandino Grullón en su Historia Electoral Dominicana, declaró: “El PRD procederá a impugnar las elecciones y a pedir su anulación, debido a que se cometió un trucaje en el padrón electoral, luego que se hiciera una revisión en el centro de cómputos de la Junta Central Electoral”.

Por primera vez un fraude originado en el padrón electoral fue probado y asumido por la comunidad internacional, como lo expresó el observador acreditado por el Instituto Nacional Democrático (NDI), Stephen Solarz, al sostener: “…nuestra institución descarta la idea de que el problema de los votantes que no pudieron ejercer su voto haya sido debido a un error de empleados o un error humano, pero el padrón entregado a los partidos es diferente al utilizado en las mesas, en muchas ocasiones, y nuestra delegación sugiere la posibilidad de que hubiera un esfuerzo deliberado de tratar de modificar o alterar los listados de votación”.

La crisis post-electoral de 1994, provocada por el dislocamiento de más de 200 mil votantes, no culminó en una confrontación civil gracias a la madurez y el desprendimiento del doctor José Francisco Peña Gómez, quien por causa de este fraude, desafortunadamente, no llegó a ocupar el cargo de Presidente de la República.

Sin embargo, el histórico líder socialdemócrata, demandó la reforma de la Constitución y logró producir un cambio profundo en el sistema electoral y el Poder Judicial.

En ese orden, el registro electoral, que era una dependencia del Poder Ejecutivo, pasó a formar parte de la Junta Central Electoral. Desde entonces se dio inicio al proceso de construcción de un nuevo padrón electoral, el cual, debido a su elevado nivel de fiabilidad, pasó a ser el soporte fundamental de las elecciones.

La alta credibilidad del llamado padrón de la JCE se debe a que ha sido sometido, día a día, a un riguroso proceso de depuración que lleva más de dos décadas.

Algo similar a lo que ocurrió con el padrón nacional, hasta el año 1994, es lo que ocurre con los de nuestros partidos, los cuales son manipulados para favorecer a las élites, en las primarias, asambleas y convenciones.

Por lo tanto, para que los padrones de los partidos lleguen a tener credibilidad y puedan garantizar la integridad de sus elecciones internas, es necesario que la elaboración de los mismos sea fiscalizada, de manera estricta, por la Junta Central Electoral.