Margarita, no está tan linda la mar
Alguien debe hacer entrar en razón a Margarita Cedeño de Fernández, o comprarle un tape gris para controlar la verborrea por el bien de la candidatura peledeísta. La obviedad de su papel como compañera de boleta de Danilo Medina, al parecer, no basta. Si nadie le hace ver que no necesita hablar de "la obra" de Leonel Fernández para que su sola sonrisa la represente, terminará deshaciendo con los pies lo que el plan de pavimentación y, hay que reconocerlo, el trabajo político esforzado ha logrado en estos últimos meses.
Es difícil entender por qué tiene que arrodillarse. Mucho menos, por qué pone en aprietos al candidato del PLD que, por todas las vías ha intentado marcar distancia con respecto a la posición del gobierno en el tema de la inversión educativa.
Margarita debe comprender que su papel no es el de paloma mensajera de Leonel Fernández y que la sumisión conyugal, fruto de su visión conservadora, debe mantenerse en la calidez y privacidad del hogar. El escenario espera que represente la gestión de su marido, es cierto. Pero no puede obviar que cuando habla para los niños habla para el público. Está bien que le haga fábulas a Yolanda América para dormir, pero no ante las cámaras. No puede olvidar que es una mujer pública y que, además, acompaña a un candidato que impuso una visión interna distante y distinta del oficialismo, con el 80% de los votos. Hoy, su desempeño ante la opinión pública debe ser, al menos, coherente con esa realidad y con la estrategia de campaña de su compañero de boleta.
Nadie niega el derecho y la capacidad para actuar con autonomía de la candidata. Pero es candidata. Sus actuaciones públicas deben anotar puntos para su equipo. No necesita inflar con lisonjas el pecho de su marido. No le hace falta, mucho menos en esta coyuntura, revolver las aguas de un río que, enturbiado por la desidia gubernamental, se ha convertido en el dolor de espalda de Danilo.
La candidata a la vicepresidencia tiene una oportunidad de oro para perfilar su futuro político. Es una mujer que, al menos en la percepción, ha sabido mostrar peso específico en el ámbito profesional. Lleva siete años de utilización estratégica de los recursos estatales en campañas y labores que la han situado en un espacio del espectro político en el que tiene todas las de ganar. Su fenotipo la hace un retrato de la mujer dominicana promedio. Su vestuario y su discurso la identifican con los sectores conservadores y su trabajo en la formación de jóvenes "líderes" la conecta con un grupo social que, en el futuro cercano, decidirá las elecciones en nuestro país. Además, cuenta con la sombra de un buen árbol al que arrimarse. Pero todo esto puede terminar en un funeral político si Margarita no asume su rol y guarda las formas manteniendo la coherencia. De seguir por ese camino, su proyecto que, hasta ahora, ha ido en ascenso raudo y constante, terminará friéndose en su propio aceite.
A Margarita le conviene mantener sus pies bien en el suelo. Seguir conectada con su base. Representar la abstracción, la estética, de la gestión de Fernández sin caricaturizarla. Su papel es asumir el "continuar lo que está bien", si está bien. Ojala reflexione. Danilo Medina y su partido se lo agradecerán. De lo contrario, muchos pensarán que su papel en la candidatura es otro.