“Mis amigos, no se equivoquen: la mayor amenaza que enfrentamos ahora no es el virus en sí, más bien, es la falta de liderazgo y solidaridad a nivel global y nacional…El mundo necesita desesperadamente de unidad nacional y solidaridad global. La politización de la pandemia la ha exacerbado”. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los países frente a la pandemia de la COVID eligieron el camino del aislacionismo nacionalista y dar las espaldas a la solidaridad y la coordinación internacional. El sentido de humanidad pasó a ser una ilusión y un tema de filosofía, no de gestión de políticas y estrategias mundiales comunes donde predomine la cooperación y la confianza entre los países.

Estados Unidos desde la caída del muro de Berlín dio prioridad a establecerse como el país líder en armamentismo y a poner los intereses del país primero que todo (“América Primero”). Los golpes terroristas en el mundo en su mayoría se hacen con armas de Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea. De estos centros de poder sale el 76% de las armas exportadas a nivel mundial. De los diez países mayores exportadores de armas ninguno pertenece al bloque árabe.

Estados Unidos ha permanecido por décadas como el país que más invierte en investigación médica. Sin embargo, científicos de la Universidad de Michigan indicaban en el 2017 que para el año 2022 China se convertiría en el país con la mayor inversión en investigación médica, desplazando a los Estados Unidos. Esta dinámica de reposicionamiento de los liderazgos en el campo de la investigación científica en la medicina a nivel planetario reafirma la reorientación de los puntos de interés de los Estados Unidos, en especial en la gestión de Donald Trump.

¿Por qué hacemos énfasis en los Estados Unidos? Porque la investigación demanda de altas inversiones de capital y este país es el que tiene las mayores potencialidades en este campo. Sigue siendo el país más rico del mundo, no así el más solidario. El presupuesto por programas de OMS se financia con las aportaciones financieras obligatorias de cada uno de sus países miembros y las contribuciones extrapresupuestarias. La cantidad que paga cada país se calcula en función de la riqueza y la población de cada nación. En la administración de Donald Trump Estados Unidos no pagó sus cuotas durante tres años consecutivos, con un claro propósito de ahogar a la OMS.

Esta ausencia gradual y poco responsable de Estados Unidos en los escenarios de coordinación de políticas globales en términos de salud, como lo es la Organización Mundial de la Salud, ha contribuido a la profundización de un VACÍO DE LIDERAZGO. La Unión Europea, liderada por Alemania, intenta llenar este vacío, pero aún no lo ha logrado. China, antes la situación de la COVID, también ha dado valor e importancia a la solidaridad internacional.  En un mal momento llega este vacío. Ahora se necesita de la cooperación global, la coordinación y ampliación de las inversiones en investigaciones científicas para anticiparse a posibles pandemias del futuro.

Es el pensar y sentir de muchos expertos vinculados a la OMS que pudo haberse evitado la expansión mundial del Sars-COV-2. Esto tuvo mucho que ver con la poca capacidad de reacción temprana de los países y el vacío de liderazgo para motorizar la cooperación, coordinación y la creación de un buen sistema de vigilancia entre países.

Esta visión de expertos en salud es un claro indicador de la crisis de liderazgo de la propia Organización Mundial de la Salud. Su reacción frente a la pandemia fue lenta, con datos inconsistentes y variantes constantemente. No ha tenido la capacidad de coordinar a los países.

Su autoridad sanitaria se ha visto cuestionada por los populismos y nacionalismos, cuando los gobiernos hacen más casos a médicos clínicos y epidemiólogos que no han hecho ningún estudio científico para tomar decisiones. Los gobiernos atienden más a las opiniones de sus asesores económicos para abrir fronteras y flexibilizar los controles, que a las recomendaciones de la OMS. Esto es crítico para la humanidad y las pandemias futuras. La pandemia se politizó y se perdió la visión global y la noción de que LA SALUD ES PRIMERO.

No se puede ver la crisis de la OMS como una crisis de la organización en sí misma, sino es la crisis de sus países miembros que no le otorgan los recursos financieros necesarios para cumplir con uno de sus componentes de misión y es la de prevenir los riesgos de salud en términos globales.

La OMS ha recurrido a ofrecer a las naciones las pautas protocolares para controlar las pandemias. Pero muchos países han optado por aplicar sus propios protocolos y políticas, atendiendo a presiones de grupos económicos, de las redes sociales y de las luchas internas de poder.

Aplicando las tres principales medidas recomendadas por la OMS, el impacto de la pandemia pudo ser menor: uso de mascarillas, aislamiento de casos e higiene. Esto combinado con estrategias de detección de casos mediante la ampliación de la toma de muestras. Cada país ha aplicado estas medidas a su manera.  Unos flexibilizan, otros aprietan. No salimos de brotes y rebrotes. Es un círculo vicioso generado por una crisis de gobernanza y cultura ciudadana.

Estados Unidos y el resto del mundo han pagado los resultados del debilitamiento del liderazgo sanitario mundial para manejar la pandemia. Hasta el 11 de septiembre 2021, Estados Unidos era el país con más casos positivos de COVID, con 41,743,069 millones de infectados, lo cual representa el 19% de todos los casos a nivel mundial (224,854,238 de casos confirmados) y el 49% de la región de Las Américas. Para esta misma fecha a nivel mundial habían fallecidos por causa de COVID un total de 4,633,912 personas, siendo Estados Unidos el país con la mayor cuota de muertes, aportado un 15% del total mundial, equivalente a 677,037 casos de muertes  (https://www.javiercolomo.com).

Estos datos son una apelación a la responsabilidad ética y política de todo el liderazgo a nivel mundial. Está claro el grito desafiante de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la mayor amenaza que enfrentamos ahora no es el virus en sí, más bien, es la falta de liderazgo y solidaridad a nivel global y nacional”.

Urge un sistema global de producción y distribución de equipamiento médico, con una distribución justa, en la cual los países más pobres tengan la prioridad. Es de alta prioridad la producción de medicamentos y vacunas en la que los países más ricos no monopolicen y sólo quede la migaja para los países pobres. Pero, sobre todo, urge la instauración ascendente de sistemas de salud que garanticen el acceso y la cobertura universal de salud de calidad a toda la población. El carácter excluyente e inequitativo de muchos sistemas de salud ha quedado evidenciado con esta pandemia.