Los videos que hemos visto de un tiempo a esta parte de riñas entre escolares en los planteles, obligan a una reflexión sobre el curso que ha tomado el sistema educativo dominicano. Me refiero principalmente a la enseñanza pública, si bien la privada no está exenta de esos vicios. En mis años de escolaridad situaciones como esas eran improbables. Y la diferencia estriba, indudablemente, en el concepto prevaleciente respecto al rol del docente.
Lo que pasa dentro de un recinto escolar es responsabilidad de los maestros, no tan solo del Ministerio de Educación. Y evidentemente el deplorable nivel académico que se observa en la escuela tiene relación directa con el deterioro de la calidad del magisterio que el país ha estado observando desde hace décadas. Antes teníamos maestros, que fuimos cambiando por profesores que finalmente se convirtieron en gremialistas, dispuestos siempre a detener el año escolar y paralizar la docencia por demandas laborables.
No pretendo cuestionar el derecho del gremio de profesores a luchar por una sustancial mejoría de la calidad de vida de sus afiliados, porque soy un firme creyente de que la calidad de la educación requiere de profesores bien pagados y protegidos por buenos seguros, de salud como de retiro. Pero la defensa de esos derechos no justifica la negativa a cumplir con sus deberes magisteriales. Y cuidar de los planteles. He visto al gremio protestar insistentemente sobre los programas del gobierno pasado en el área educativa, y no está lejano el día en que lo harán contra el actual. Pero nunca lo he visto hablar con idéntica pasión de las responsabilidades que les tocan en el buen funcionamiento de la escuela y del sistema.
Escena de niñas peleándose furiosamente en el patio de una escuela debería avergonzar a quienes están llamados a ser de ella el hogar de formación de buenos y responsables ciudadanos.