"El Presidente Jiménes (…) recibirá de Estados Unidos cualquier ayuda que sea necesaria para obligar al respeto de su administración… He sido instruido por el Gobierno de los Estados Unidos para llamar la atención a los jefes de oposición no sólo con respecto a lo que precede, sino de que en caso de que sea necesario, del desembarco de tropas para imponer el orden y respeto al Presidente electo por el pueblo".

Tormentoso historial tienen las cartas y memorandos escritos por funcionarios de Estados unidos desde y hacia la República Dominicana. Lo anterior es el fragmento de la que escribiera el Encargado de Negocios de la misión norteamericana en el país a los jefes de los dos partidos opositores al jimenismo.

La ciudadanía dominicana, casi un siglo después, vuelca su mirada a las comunicaciones emanadas desde la misión de Estados Unidos, empujada por el huracán "Wikileaks" que ha trastornado la opinión pública en muchas partes del mundo. La filtración de los cables es una visita a empellones y sin cortejo a la trastienda muchas veces infame en que transcurre la vida del mismo "partidismo", la lucha de clases llevada a lucha social sin cuartel por el patrimonio del Estado o la impunidad de su rango, que conoce la República desde aquellos tiempos del 1915 y, más atrás, desde su fundación.

Pero  -más allá del efecto sísmico que irá cobrando la noticia- cobra igual o mayor importancia ver la manera en que la sociedad se acerca a sus verdades profundas, y las fuentes desde la cual las toma y bebe.

En la cosmovisión griega, el oráculo tuvo el papel principal de revelar la verdad a los hombres, desde los comunes hasta los patriarcas prominentes. Una mujer encarnaba la conexión con los dioses, en una montaña o en un santuario, y en estado de éxtasis comunicaba a los mortales los designios sobre su destino y la verdad de los hechos. En señales físicas, en expresiones corporales o en movimientos de animales, todas las culturas, la judía o la afroamericana con los caracoles, entrañan el afán por saber lo que no puede verse. Las formas de acercarnos a la verdad, pues, manifiestan los modos culturales de ser y de pensar a los que un pueblo ha sido hecho. "Somos lo que hemos sido", se dice.

De los expedientes de Trujillo sobre los antecedentes de sodomía, robo de fondos públicos y trata de prostitutas adjudicados a cualquier oponente más o menos "peligroso", edificando al chisme como institución de carácter público, hasta las maneras en que se desvió la atención del pueblo dominicano sobre las causas del golpe de Estado y los asesinatos y robos en las décadas de Balaguer, la información filtrada y sin confirmar constituye toda una forma de relación con la verdad, que no tendría sentido sin cuotas abrumadoras poder concentrado, falta de transparencia, ejercicio ciudadano y debilidad en el ejercicio de la soberanía estatal. En definitiva, sin una sociedad relacionada con el Estado en fórmulas más bien patriarcales y privadas que hechas a la vida política.

Los oráculos han sido instrumentos de los hombres y mujeres en las diversas culturas tradicionales. El peligro en que incurren cuando los consultan, es terminar supeditando su conciencia a la mística o al poder sobrenatural. Al preguntarles están moldeando su propia conducta, quiéranlo o no.

Los cables de "Wikileaks", nuevo oráculo del país, tienen quizás el sabor amargo de venir a socorrer la falta de verdades y de formas políticas, cívicas, de obtenerlas y empoderarse de ellas. Tienen la acidez de tristes ayudas, como aquella que quedó plasmada en el convenio firmado el 7 de febrero de 1905 entre República Dominicana y el país de Woodrow Wilson:

"El Gobierno de los Estados Unidos, a solicitud de la República Dominicana, auxiliará a ésta en la forma que estime conveniente para restablecer el crédito, conservar el orden, aumentar la eficacia de la administración civil y promover el adelanto material y el bienestar de la República". 11 años más tarde, llegó la invasión que dejó una aún más poderosa Embajada,  una tiranía, una vida política maltrecha, y miles y miles de cables.