En la búsqueda de una razón  válida para entender la causa del creciente pesimismo nacional en sectores de clase media, me propuse hace cinco años un inventario de las noticias publicadas en los medios ese día. Tomé uno de los diarios y conté los titulares: Incautan 28 millones en casa de cambio; muere niño por dengue y van 41 en total;  detienen cuatro sujetos agredieron a reporteros; apresan haitianos (en) Capotillo; matan hombre y su hija de un año en Cristo Rey; matan comerciante a tiros en Barahona; asaltan a un guatemalteco; apresan cuatro y les ocupan coca; falleció ayer mujer baleada por su esposo; choferes bajan los pasajeros (que) no pagan alza; capturan (en) Higüey vinculan hombre con red narcos; decomisan marihuana; moradores de barrios protestan; apagones continúan castigo en Santiago (interrupciones pasan de 10 horas); ocupan marihuana en cárcel Barahona; fiscal ejecutará libertad ex militar apresado con 50 kilos de cocaína y favorecido con fianza; muere otro niño a causa dengue en el Reid  Cabral: caso muerte niños en manos (de) Fiscalía; ocupan regional de salud y piden reponer médicos cancelados.

El panorama no es distinto cuando se enciende la radio a cualquier hora del día o se ven los noticiarios de la televisión. Los dominicanos nos desayunamos con un barril de veneno informativo que le amarga el día a cualquiera. Con esa cotidiana realidad y las desalentadoras noticias provenientes del ámbito político y gubernamental, alimentadas con los aportes internacionales del terrorismo en el exterior y las extravagancias diarias del señor Maduro en Venezuela, uno está obligado a pensar que un país que aún así sonríe es en extremo optimista. No hay otra manera de entender el carácter alegre y despreocupado de nuestros conciudadanos. Pero ¿cuánto nos durará?