La representación de percibir la realidad dominicana de manera “endógena” delimitada en torno a un centro; “el ombligo territorial”, ha instaurado en el imaginario dominicano la “visión del aislamiento” de los fenómenos internos. La República Dominicana actual y su desarrollo histórico no han estado ajenos al ritmo de los acontecimientos que ocurren internacionalmente.

En 1869, el gobierno dominicano acordó un empréstito con la casa Harmont por un monto de 420 mil libras esterlinas. Los estadounidenses vigilantes en todo lo concerniente a este empréstito, consideraban que los compromisos asumidos afectarían la puesta en marcha de la doctrina de Monroe en la región; las condiciones y garantías ponían en juego el manejo del territorio dominicano, los tenedores británicos podían servirse de las hipotecas y provocar una ocupación total o parcial, temporal o definitiva del territorio dominicano en caso de que se declarase insolvente. Las presiones diplomáticas de los estadounidenses entorpecieron la aprobación del empréstito y el Senado de la República lo declaró “sin efecto”; sin embargo, Edward Harmont, actuando como cónsul general dominicano, realizó una serie de operaciones fraudulentas traspasando los derechos y autorizando a la casa financiera Peter, Lawson & Son, emitir un empréstito por 757,700 libras.  El sistema fraudulento se mantuvo en práctica hasta 1872, cuando se anunció al público el fraude que se estaba cometiendo. En lo adelante, la República Dominicana quedó señalada en los centros financieros de Londres y New York, como un “símbolo de bancarrota” cerrando las puertas para posibles negociaciones honestas.

Para el período de 1875-1880, se inicia una verdadera carrera en la búsqueda de capitales, se estableció una política concesionaria que otorgaba enormes privilegios y exoneraciones a inversionistas “aventureros” y “hombres de negocios”. Comienzan a llegar algunos industriales azucareros cubanos, atraídos por las condiciones que ofrecía el Estado dominicano y empujados por los peligros que visualizaban del proceso independentista cubano. La disputa por los capitales cubanos generó una campaña mediática en la Habana y Madrid, encabezadas por el “Diario de la Marina” y “La Voz de Cuba”, para desacreditar a la República Dominicana por “el peligro de las revoluciones” presentando una imagen de “territorio hostil” para los inversionistas. Las respuestas de los dominicanos; Alejandro Angulo Guridi, Hipólito Billini y Manuel de Jesús y Reinoso fueron fundamentales para la defensa de la “imagen internacional" del país.

Otro acontecimiento que proyectó una imagen internacional xenofoba y sangrienta de la dictadura de Rafael L. Trujillo fue la “masacre del perejil” ocurrida en 1937. La estrategia de Joaquín Baleguer en las negociaciones por la matanza de haitianos permitió detener la avalancha internacional sobre el dictador y el país. La República Dominicana estuvo constantemente bajo la mirada internacional por las implicaciones en diversos atentados y asesinatos de presidentes de la región, exiliados dominicanos y opositores extranjeros que denunciaron las atrocidades de la dictadura.

El caso Juliana Deguis Pierre y la sentencia 168 del Tribunal Constitucional en el 2013, puso al país en la mira de la prensa internacional. La República Dominicana fue catalogada como un país “anti-haitiano y xenófobo” proyectando una imagen funesta ante el mundo. La reciente campaña mediática que generaron los medios de comunicación estadounidense sobre la inseguridad ciudadana que carcome al país, con la clara intención de afectar la rentabilidad de los capitales instalados en el sector turismo “all inclusive”; fue un mecanismo de presión y castigo utilizado contra el gobierno de Danilo Medina por su acercamiento a China, sus vínculos con Odebrecht y su posición de “neutralidad” con respecto a Venezuela.

Salvaguardar la “buena imagen internacional” del país siempre ha respondido a la reproducción de ciertos intereses. Los sectores interesados proyectan diversos recursos cargados de símbolos y valores como; el “ombliguismo histórico” o el “blindaje” para dar a entender un aislamiento dominicano respecto a la articulación con los fenómenos externos.

Hace falta que el ejercicio cotidiano y académico desnude nuestras realidades bajo una mirada holística. El pueblo dominicano desconoce el manejo de la política económica del país; se le ocultan los detalles de los compromisos financieros del Estado, los préstamos que se toman en el extranjero, su manejo interno, ni tampoco se le explica a la población como se pagarán esas deudas, ni los intereses que se tejen en los acuerdos de “aposentos” y los negocios del Estado.

La historia también es presente; un recorrido “consciente” de la realidad construida ante nosotros, con sus complejidades y dinámicas, delineadas por una concurrencia de intereses que tironean entre si para sostener su dominio y hegemonía; su construcción social. El análisis histórico es una herramienta fundamental para comprender la construcción del presente, en eso radica la conciencia histórica.