Así como el amor puro es un alimento para el alma, el odio se convierte en un veneno que marchita nuestra felicidad, nuestra existencia.

El odio es una emoción que se basa en la impotencia, en la incapacidad para aceptar al otro como ser humano, y todo lo que implica eso.

Al odiar se nos cierran los ojos del alma y procedemos, principalmente, para hacerle daño al otro, por algo real o percibido que haya hecho. En el odio vivimos impulsados por la venganza.

El odio, como un gusano a una manzana, nos come por dentro. El odio que sentimos hacia alguien nos infesta los sentimientos y lo proyectamos en otros, inclusive, en nosotros mismos.

El odio consume… en la misma proporción que el amor fortalece.