Hace unos días, me encontraba en pleno debate con una docente universitaria. Exponía ella la siguiente declaración, la cual, nos anticipaba polémica: “es que el dominicano perdió su nacionalismo el 30 de mayo de 1961, con el tiranicidio de el Jefe”. Verdaderamente, indicar esto resulta irónico, pues la muerte de Trujillo fue un acto de patriotismo sin mesura y la clave para dar inicio a un viaje democrático.

A pesar de lo controversial de su comentario, no puedo dejar de estar de acuerdo con su planteamiento. ¿Por qué? Bueno, no es difícil ver las razones detrás de este sentir tan peculiar. Si nos ponemos a pensar, previo a 1930, la sociedad dominicana no se había consolidado. Las ciudades eran sumamente pequeñas y aún más pequeño era el orden público. Entre pugnas caudillistas, dictaduras e intervenciones extranjeras, la única vez que la nación vivió cierto tipo de estabilidad socioeconómica y política fue con el ascenso al poder de Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Algo que nadie puede poner en duda, y no lo digo como una especie de adoración a la figura del sátrapa, es la fuerte presencia del nacionalismo. Como buen fascista del siglo XX, exaltó la figura del Estado y los valores patrios. Creó instituciones públicas y diversas empresas de capital dominicano, aunque éstas últimas estuviesen bajo su mando personal. Además, nos dotó de una moneda con respaldo en metal y en cierta forma, hasta contribuyó al cuidado medioambiental.

Viéndolo desde esa perspectiva, podría hasta considerarse un héroe nacional. Sin embargo, el rastro de sangre que su nombre acarrea nos impide verlo como más que un tirano que estableció la más férrea dictadura americana del siglo XX. No obstante, vuelvo a mi punto original, el patriotismo nunca se vivió más fuerte en nuestro terruño antillano.

Pasado 1961, la nación otra vez volvía a aquella inestabilidad política que tanto caracterizó a sus primeros 100 años de vida republicana. Siento que los gobiernos, a fin de desligarse completamente de la dictadura, negaron todo aquello relacionado a la misma, y con eso, la exaltación constante al sentimiento patriótico dominicano.

Seis décadas han pasado y ya nadie cree en la República Dominicana del antaño. Hemos dado paso a tradiciones extranjeras, olvidándonos de que ya nosotros teníamos muchas. Muy pocos saben quién fue Emilio Prud’Homme o conocen claramente las líneas de nuestro himno nacional. Es más, muchos no saben cuáles son las provincias que integran nuestra geografía.

Por otro lado, también resultaría interesante analizar si es que en algún momento de nuestra historia hemos sido nacionalistas y patriotas por convicción propia. A mi parecer, creo que solo un diminuto porcentaje de nuestra población se siente inclinado al fomento de la patria. Desde el nacimiento de la República Dominicana, siempre ha existido la presencia del anexionismo, de la mano de líderes como Buenaventura Báez o Pedro Santana, quien logró anexar nuestro país a España.

Actualmente, aún vivimos bajo este pensamiento neocolonialista, pues no hace mucho escuché a una maestra diciéndole a sus estudiantes que “estaríamos mucho mejor de aún ser una colonia española”. Entonces, puede que este nacionalismo vivido en la dictadura fue simple producto de una obligación, una forma de sobrevivir bajo las exigencias de la maquinaria trujillista. Por tanto, solamente así se puede explicar que luego de 31 años de fuerte sentimiento patriota, todo se desmoronó en cuestión de algunas décadas.

Lo hemos perdido todo en tan poco tiempo. Nos quejamos de la corrupción del Estado. De que nuestros líderes no nos representan. De que nuestra voz no se hace eco en las decisiones que los representantes de la tríada de poderes toman. Ahora, ¿cómo podemos exigir tanto si realmente no somos siquiera nacionalistas? Es que queremos tanto y damos tan poco. Queremos una mejor República Dominicana pero no nos interesa educarnos y saber cómo funciona nuestra nación, qué la construyó y qué la seguirá formando a través del tiempo.

No pido que nuestro país se convierta en un Estado movido por el autoritarismo, el fascismo o el nazismo. Solamente pido que empecemos a cultivar nuestro sentimiento patriótico. Desde mi óptica, veo más pros que contras en la presencia de una identidad nacional que en la carencia de la misma. Un pueblo identificado con su nación siempre tomará en cuenta lo que mejor le convenga como colectivo, no de manera individual. Pero si nos preocupa más el porvenir electoral en Estados Unidos, la opresión política en China o simplemente como Bad Bunny hace protestas en Puerto Rico, creo que nunca llegáremos a ningún lado.

El filósofo George Santayana una vez dijo: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.” Viéndose lo que ocurre en la actualidad, no tengo la menor duda de qué hemos olvidado todo y estamos en medio de una repetición. Espero que tomemos consciencia de qué está mal, a fin de salvarnos. De no ser así, que la vida no sea tan cruel con este pueblo…