Leí  en El Nacional que el embajador del Papa Benedicto en República Dominicana, Józef Wesolowski, declaró que admira la paciencia y la bondad del pueblo dominicano para soportar las dificultades.

También dijo el religioso extranjero,  representante del gobernante  del  Vaticano, que en República Dominicana  “la gente aguanta con paciencia, pero hay que pensar que la paciencia humana puede terminar en cualquier momento”.

En vista de eso, y sin reparar en que se trate de un injerencista  metiche, yo quisiera agradecer a esta eminencia, o excelencia, o prominencia, o como sea que corresponda llamarle a este dignísimo Señor,  por haber abordado un tema tan sensible como el del agotamiento de las paciencias.

Porque es que,  por lo menos un segundo antes de que el pueblo dominicano pierda la paciencia con el gobierno, debía perderla con los señores jerarcas de la Iglesia Católica.

Nada más con la bulla de los carismáticos que viven berreando como si Dios estuviera sordo es para hacer estallar a cualquiera.  Por no hablar de los costos sociales y médicos con la difusión de idioteces.

Y es muy notable que por aquí no haya estallado alguien con un niño abusado por un pederasta protegido. ¿Se sabe  a quien hay que felicitar por el denso silencio, que sube con el olor del incienso, hasta las narices de Dios?

¿No ha habido ningún agotamiento de paciencia entre los vecinos de La Catedral de Santiago, que están JARTOS de los inconvenientes por la prolongada remodelación?

Y es muy notable que por aquí no haya estallado alguien con un niño abusado por un pederasta protegido. ¿Se sabe  a quien hay que felicitar por el denso silencio, que sube con el olor del incienso, hasta las narices de Dios?

¿No ha explotado ninguno de los vecinos que se pusieron lívidos, cuando supieron que parte de las primeras partidas presupuestarias, proporcionadas por el gobierno para las obras, fueron utilizadas en la compra de inmuebles  en las inmediaciones de La catedral, con lo que se retrasaron los trabajos, se alargaron los incordios para residentes y usuarios de la zona y se inició subrepticiamente y con dineros públicos una mayúscula intervención urbana en pleno centro histórico de Santiago,  sin el conocimiento  general?

¿Nadie se indigna recordando los robos que se hicieron en esa misma obra entre 1987 y 1993, cuando Balaguer les proporcionó todos los cuartos del Mundo y les cedió amablemente varios edificios?

Desde hace algunos meses, por lo que se alcanza a ver, ya que esta es una democracia que transcurre tras bastidores,  hay algún tipo de tirantez entre la jerarquía católica y el gobierno. Si no las hubiera, ya El Cardenal, que es muy diligente en esa clase de negocios, habría salido de su cripta y mandado a callar a los quejosos de menor categoría, o los habría exiliado, a uno de esos parajes misérrimos,  donde se les quitan las ganas de hablar, porque tienen que bregar demasiado para encontrar qué comer.

De lo que se puede tener absoluta seguridad es de que las asperezas que hay entre esos  dos cardúmenes de tiburones no tienen nada que ver con la insoportable conducta del gobierno, ni con los robos que este ejecuta,  ni con los excesos en los que incurre, ni con el boato obsceno que exhiben el Presidente, sus allegados y testaferros y socios y funcionarios. El pleito solo puede ser por una ración más grande del botín.

En la República Dominicana, la jerarquía de la Iglesia Católica constituye un poder supra estatal que ha participado de forma estelarísima e irregularísima en el diseño del tollo que hoy tenemos y que es una beneficiaria de la corrupción, la precariedad institucional, la falta de un Estado de Derecho y  la crónica  incapacidad del pueblo dominicano para impacientarse con quienes lo rejoden.

Si a esa iglesia le generara  alguna repulsa y le impacientara la corrupción de los políticos, habría tenido algún tipo de escrúpulos  básicos, cuando salió a recoger aliados entre los congresistas, bajo amenazas y con intimidación, como La Mafia, para prohibir el aborto aún en el caso de violaciones y de que peligre la vida de la embarazada, imponiendo una barbarie que lastima y afecta a las mujeres más pobres del país. Fue un abuso de poder. Un acto de imposición, violación, dominio y violencia más grave que todos los feminicidios juntos, cuya primaria fuente nutricia, parte de la concepción religiosa de la mujer como subordinada  propiedad  masculina.

Si les interesa la transparencia, ¿por qué mantienen en las sombras sus cuentas y las del Vaticano? ¿Creerán que en esa media islita del Caribe, la profusión de plátanos y de cocoteros ha impedido  ver lo ocurrido con  las instituciones financieras del Vaticano, los asuntos de lavandería y las relaciones con las mafias?

¿Pensarán que el sol del Trópico impide la identificación de  la codicia con la que se abalanzan sobre el presupuesto de un país pobre, drenado por los políticos que ellos mismos apoyan y por el sector privado del que son socios y cómplices?

¿Disgustados iglesia y gobierno? ¿Denuncias de La Iglesia por los desmadres de sus políticos? ¿Cuáles serán los tajos extra que la jerarquía de La Iglesia quiere  descuajarle al presupuesto nacional  y sobre los que,  muy extrañamente, no ha llegado a un acuerdo con los  actuales descerrajadores  del  erario, con quienes suelen vivir en la más fraternal armonía?

La verdad es que cualquiera pierde la paciencia.