En nuestro artículo anterior titulado Disrupción, propósito y gobierno corporativo, abordamos uno de los aspectos más retadores de la actual práctica de gobierno corporativo (GC): la adecuación constante a los cambios propios de los mercados y las prácticas corporativas alrededor del mundo. En este, a su vez, tratamos cómo, en los últimos años, la relación empresa y sociedad ha cambiado, fomentando, e incluso exigiendo, un compromiso y propósito empresarial alineado con las realidades sociales y económicas. A esta realidad los diferentes actores no han permanecido indiferentes.

En 2016, Martin Lipton, socio de la firma Watchell, Lipton, Rosen & Katz, presentó ante el Consejo de Negocios Internacionales del Foro Económico Mundial un documento titulado “El nuevo paradigma: una ruta para una asociación implícita de gobierno corporativo entre empresas e inversores para alcanzar inversiones y crecimiento a largo plazo”. Ese análisis, que fue aprobado a unanimidad por el Consejo, planteó -como se puede inferir de su título- la adopción y desarrollo de una visión corporativa diferente, dado que, en palabras del propio Lipton, “el cortoplacismo y los ataques de los activistas financieros cortoplacistas impiden significativamente la prosperidad económica a largo plazo”.

El aspecto más importante de este llamado Nuevo Paradigma es que parte de una llamada conjunta a las empresas y a los inversionistas, para reorientar las bases y el modelo esperado de desempeño e inversión. Desde esta óptica se entiende que las organizaciones se benefician dado que i) alivian presión de maximización de ganancias a corto plazo; ii) les compromete a establecer estrategias y logro de beneficios a largo plazo; iii) les conduce a incorporar prácticas relevantes de sostenibilidad; iv) les exige importantes niveles de transparencia en los reportes financieros; y, v) les alienta a revisar periódicamente el ámbito de gobierno corporativo, tomando en consideración las visiones de sus principales inversionistas.

Desde la óptica del inversionista, el Nuevo Paradigma produce importantes efectos: i) aumenta la disposición de aguantar malos ciclos mirando hacia la rentabilidad de largo plazo; ii) minimiza la dependencia de las métricas financieras de corto plazo y promover una comprensión integral de los negocios; iii) promueve el constante del logro de estrategias diseñadas hacia el desempeño a largo plazo; iv) disuade el apoyo a activistas financieros cortoplacistas; v) fomenta la asistencia de expertos externos (como los proxy advisors), para el sustento de los votos y toma de decisiones; vi) limita la pérdida de interés en propuestas de inversión de apoyo a mejora de estrategias o de empresas con bajo rendimiento; y, vii) incentiva el abordaje de cuestiones relevantes en materia de sostenibilidad.

Este llamado Nuevo Paradigma ha constituido una de las piezas esenciales para el desarrollo de una moderna visión del gobierno corporativo en los mercados financieros de todo el mundo. Es en este contexto -sumado con otras muchas acciones y publicaciones recientes- que los principales actores en el ámbito de la inversión adoptaron en 2016 -a través de la llamada Carta Abierta- los llamados Principios de Gobierno Corporativo de Sentido Común (Commonsense Corporate Governance Principles), actualizados en 2018 por estos mismos actores en una versión 2.0 (Commonsense Corporate Governance Principles 2.0). Si bien estos principios tienen su principal enfoque dirigido hacia las sociedades cotizadas, resalta que estos buscan “proveer un marco de referencia básico para una gobernanza robusta y orientada a largo plazo”.

Otro de los elementos importantes de este proceso, y que a su vez forma parte de esta visión a más largo plazo del desempeño y la inversión en los mercados financieros, lo constituye la reducción de las sociedades cotizadas listadas en los mercados, en particular en los Estados Unidos. La Carta Abierta de 2018 establece expresamente lo siguiente: En los últimos 20 años, hemos visto una disminución abrupta en el número de empresas públicas en nuestro país, un fenómeno que es claramente estadounidense. Si bien las razones de esa disminución pueden ser complejas y variadas, una de las razones citadas por varios comentaristas es que los participantes en el mercado público de nuestro país están demasiado orientados a corto plazo, lo que desalienta a las empresas con una visión a más largo plazo. Necesitamos solucionar ese problema, para que todos los estadounidenses tengan la oportunidad de participar en el crecimiento económico generado por la innovación y el ingenio de nuestro país”.

 Todo lo anterior nos muestra y demuestra i) la importancia económica y social de fomentar el desarrollo del mercado público de acciones; ii) la relevancia de incentivar la participación de todo tipo de inversionistas -incluyendo a los ciudadanos de a pie- para el fomento y desarrollo del mercado de valores; iii) el efecto en el desarrollo económico y social que se logra a través de la participación masiva de personas y empresas en el capital de las demás corporaciones; iv) lo esencial que resulta el fomento de una visión de largo plazo, tanto para la estabilidad de las inversiones como para el desarrollo de objetivos empresariales sostenibles y de mayor impacto; y, v) que el GC, al incidir directamente en la gestión de las organizaciones, resulta piedra angular para la redirección de los objetivos empresariales hacia modelos cargados de propósitos y trascendencia. Un buen GC, sin duda, es esencial para un mercado financiero que piense a largo plazo.