Cuando el mercado dominicano de productos y servicios de toda índole se manifiesta en términos de los colegios ofertando “english beyond  borders”; los restaurantes son de “fast food”, las plazas son grandes “malls” y las tiendas ofertan el “black Friday”, de seguro asistimos a una metamorfosis del consumidor dominicano.

Esa transformación en los perfiles del consumidor del siglo pasado aferrado a su cultura y valores de tradición, ha venido originando cambios que conforman un ente social nuevo, diferente en sus patrones de comportamiento y de consumo, tanto desde el punto de vista individual como colectivamente.

Este cambio viene dado por el acceso a la televisión vía satélite y por cable, así como la modernización de los medios tradicionales de comunicación, el auge del internet y las redes sociales que le acompañan. Unidos al crecimiento del turismo, de las facilidades para viajar y el uso de las tarjetas de crédito, por un número cada vez mayor de sectores de gran consumo.

Todos estos elementos trabajando sobre los grupos sociales, ha marcado un profundo contraste entre el perfil del consumidor dominicano de mañana y el que se conocía ayer. Durante muchos años este, jugó un papel de ente semi-pasivo en el campo de la interacción en la transferencia de los productos creados para la satisfacción de sus necesidades.

Estos cambios han dado como resultado un consumidor más consciente del valor de sí mismo, más exigente en cuanto a la calidad de los productos que consume, más selectivo a la hora de decidirse por una marca, con un estilo de vida transcultural más sofisticado, permanentemente bombardeado por una variedad de medios de comunicación, con múltiples propuestas de consumo de factura local e internacional.

El dominicano se ha convertido asi, en un verdadero consumidor cosmopolita y global.