El noviazgo es una etapa en las relaciones de pareja que presenta distintos matices culturales según el estrato social.
En los estratos pobres el noviazgo tiende a ser una etapa más corta y efimera mediada por las sanciones culturales a la actividad sexual en la que inmediatamente la familia conoce la existencia de actividad sexual en las jóvenes la expulsan de sus hogares y pasa a “vivir” con el novio.
El vivir con el novio tiene la connotación de que no necesariamente implica una convivencia residencial sino que se refiere a la existencia de relaciones sexuales que generan un cambio en el estatus de la relación de pareja que pasa a ser de “novios” a “marinovios” o simplemente “marío y mujer”.
Estas connotaciones vinculadas a las relaciones sexuales tienen un contenido patriarcal y de apropiación de la joven adolescente que pasa a “pertenecer” al novio inmediatamente ella decide establecer la relación de noviazgo aún cuando no han tenido relaciones sexuales.
La pertenencia al novio se muestra en frases como “esa mujer es mía y nadie me la quita” “cuidao con mirarla mucho que es mi mujer” “eso es mío no invente” “deja el coro con ella que es mía”.
Estas expresiones se presentan en los diálogos informales entre jóvenes adolescentes de sexo masculino donde se muestran las amenazas permanentes con relación a miradas, gestos que puedan interferir en el sentido de pertenencia o posesión de la joven en su condición de noviazgo.
La posesión se convierte así en el rasgo predominante en las relaciones de noviazgo entre adolescentes y aún cuando sean relaciones de “mangueo” o de “coro” hay en estas relaciones una cierta conexión con la posesión más aún cuando pasan de coro y mangueo ( si pasan) a un noviazgo.
Así en el noviazgo el joven se siente con todo el derecho de manejar el cuerpo de la joven adolescente en su condición de “poseedor” del mismo y con ello la reprime y sanciona cuando esta asume conductas inaceptables para él.
Los estilos de sanción que ejercen los adolescentes de sexo masculino contra las jóvenes adolescentes que son sus “novias” están mediados por la violencia verbal y física.
"En el noviazgo el joven se siente con todo el derecho de manejar el cuerpo de la joven adolescente en su condición de “poseedor” del mismo y con ello la reprime y sanciona cuando esta asume conductas inaceptables para él
Así muchas jóvenes nos relatan que sus novios les pegan con cierta frecuencia cuando ellas “se portan mal”. “El me da mi galleta cuando yo no hago lo que él quiere”. “A mí me han dao mi bofetá porque me lo buqué”.
Estas expresiones son frecuentes entre las jóvenes adolescentes que tienden a legitimar la violencia que sufren por sus novios reproduciendo así los mismos patrones de legitimación de la violencia de género que se producen en las relaciones conyugales entre personas adultas.
La violencia de género se presenta así como una espiral que crece y se expande en todo tipo de relación entre hombre-mujer sobre todo cuando en estas relaciones existen dimensiones afectivas y sexuales. Esta violencia tiene sus raíces en los sustratos culturales del patriarcado que le da poder al hombre sobre la mujer y la convierte en su objeto y en su propiedad aún cuando no existe ningún acuerdo matrimonial como en el noviazgo.