Juan Antonio Alix (1883 – 1918) el poeta popular dominicano más grande de todos los tiempos, con su sapiencia popular escribió una de las décimas más festejadas en República Dominicana El negro tras de la oreja : Todo aquel que es blanco fino /jamás se fija en blancura/ y el que no es de sangre pura /por ser blanco pierde el tino /si hay baile en algún casino / alguno siempre se queja /pues a la blanca aconseja /que no baile con negrillo / teniendo, aunque es amarillo /el negro tras de la oreja…

Si  el 70 por ciento de los dominicanos tiene el ADN de origen africano, según concluyen estudios genéticos realizados en las últimas décadas, quiere decir que  es el negro el componente racial predominante. La negritud es un factor primordial en la identidad del dominicano. Y no solamente se refleja en su fenotipo sino que  está implícita en sus hábitos, su cultura, su cotidianidad. En la manera de mezclar los alimentos.  El escabeche, el ñame, el guineo, los sofritos, bollos, tórtolas, las comidas con coco, la palma africana, el yaniqueque. En el lenguaje,  se omite la “s”, cambiando la “r” por la “i”, y omitiendo o cortando la terminación de las palabras. Expresiones como bemba, cogiola, abombarse, añangotarse, quinbamba. Palabras como fula, mandinga, palenque, maniel, cambita, etc. Se dice que la sintaxis y la morfología del español dominicano tiene gran influencia africana: ¿cómo tú tá?, ¿qué tú cree?, ¿cómo tú te llama? Esta influencia africana se encuentra además en la forma coloquial de expresarse y en la entonación en algunas regiones del país. En la música, los instrumentos como tambores, marimba, gayumba, maraca ocoeña. Música de Palos, Música de Gagá, Baile de Palos, Música de Congos, Cantos de Hachas o de Siembra. Reflejo del sincretismo cultural católico africano son los novenarios, los ensalmos, las velas, las hechicerías, mal de ojos, culto a los muertos, adoración de deidades y altares religiosos en viviendas.

La variedad de sabores, colores  y ritmos heredados por nuestros  ancestros africanos,- que nos define como caribeños, donde Republica Dominicana no es la excepción- debería ser motivo de orgullo nacional; sin embargo, desde las más altas esferas de poder se ha institucionalizado el racismo, la aberración a la raza negra en un país donde el 80 por ciento de los diez millones de habitantes es mulata, con tonos de piel  que van desde trigueñas a muy oscuras, predominando el cabello crespo y grueso.

Los documentos oficiales que incluyen la raza o el color de la piel, clasifican a los negros y mulatos con una “i”, de indios,  nunca como negros.

El potentado internacionalista

Viajé a Santo Domingo en el verano de 1997  para impartir unas conferencias sobre finanza agropecuaria, convocadas por el Banco del Progreso. En una de esas conferencias conocí a Jaime, un potentado cafetalero dominicano  propietario de las mejores fincas de la región de Valdesia, una de las principales zonas productoras de café de calidad en el país. Además de los cafetales, Jaime heredó de sus padres Jaime Porrua y María Asunción Chevalier fincas de cacao, y una de las más importantes industrias tostadora de café, fundada a mediado de la década del 40. El padre del potentado – así lo conocían, a Jaime- llegó a República Dominicana en 1939, terminada La Guerra Civil Española como parte de un grupo de exiliados republicanos españoles que llegaron al país con el beneplácito del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Don Porrua se instaló en San Cristóbal en la casa de un conocido de la familia y, en un baile en el casino español conoció a la señorita María Asunción, joven casamentera, de tez trigueña, labios carnosos ojos y cabellos negrísimos. Fue un flechazo a primera vista, a los dos años se casaron, y a los dos años de casados, en 1943, nació Jaime, con la torta bajo el brazo, porque en 1942 comenzó el segundo mandato de la era trujillista.  Dicen en Dominicana que todos los Chevalier de San Cristóbal  son familia, y, sí,   María Asunción estaba emparentada con Julia Molina Chevalier, más conocida como Mamá Julia, madre del dictador en turno. Se frecuentaban, y esta relación fue muy fructífera para Don Porrua. Dicen las malas lenguas que fue idea de Porrua lo de blanquear la raza. Cuando en 1952,   Trujillo viaja a España a reunirse con su homologo el generalísimo Francisco Franco y propicia la inmigración de españoles a Republica Dominicana, presuntamente para << blanquear la raza>> El negro que tiene abuela/ tan prieta como el carbón /nunca de ella hace mención /aunque le peguen candela/ y a la Doña Habichuela, como que era blanca vieja/ de mentarla nunca deja/ para  dar a comprender / que nunca puede tener / el negro tras de la oreja..

De la pariente Fulana,
el pelo siempre se mienta,
pero nunca la pimienta,
de la tía Siña Sutana,
por ser muy blanca se afana,
y del negro hasta se aleja,
nublando siempre una ceja,
cuando aquel hablarle viene
porque se cree que no tiene,
el negro tras de la oreja.”

Jaime Porrua Chevalier era un hombre de unos 6 pies, labios carnosos, cabello crespo(herencia materna, descendiente de haitianos) morenaso, alto, gordo, con un vientre prominente – si no fuera por esa protuberancia salida por sus cuatro costados- lo confundirían con el ex presidente Leonel Fernández, tenía su mismo tipo aunque Jaime era mucho más sofisticado. De ideas progresistas, con un olfato muy audaz para los negocios. Estudió leyes en la Universidad de Santo Domingo y muy joven se hizo cargo del negocio familiar cuando su padre murió de un infarto  fulminante al miocardio.  Me invitó a cenar en su mansión  el último día de mi estancia en la capital dominicana. Acepté. La cena deliciosa y excelsa, abrumadora para mi sencillo paladar: de aperitivo: canapés de queso Roquefort,  camarones al ajillo, pulpos a la madrileña, ostiones en su concha. Plato fuerte: salmón a la Normanda, langosta thermidor, bacalao a la vizcaína, ensalada verde   con vieiras y balsámico. Penne a la arrabiata. Arroz salvaje. Penecillos varios. De beber Gran Cru Montrachet y Moet Chandon. A pesar de sus modales refinados comía sin sosiego, engullía todo como si el mundo fuera a terminar mañana. Ya me habían dicho que este tipo era una bestia, con ínfulas de hombre culto y educado. Después de cuatro horas y media degustando los diferentes platillos y bebiendo buen vino, cuando pensé que ya ese estomago no podía más me dijo, con una sonrisa socarrona:

_.Ahora vas a probar los mejores dulces dominicanos, elaborados por manos haitianas.  Acto seguido apareció Lucrecia, una espigada mujer de 32 años con una bandeja en la mano donde traía arroz con leche y coco brulée caramelizado, buñuelos de viento en sirope, pan de batata y coconetes. Me comí un buñuelo con sirope, pero Jaime no perdonó ni el arroz con leche, ni el pan de batatas, ni los buñuelos y, entre bocados de coconetes comentó -Lucrecia es una de las domesticas que tengo en la casa, pero en las plantaciones de café y cacao hay más de 200 haitianos indocumentados… que me permito pasar por la frontera, es un juego sucio, pero muy redituable para el negocio. Los haitianos trabajan duro, y se les paga poco. Desde los tiempos de Trujillo era así. Y así va a seguir siendo. Una cosa dice el Gobierno para quedar bien con la opinión pública pero otra es lo que se hace para incrementar el capital de los empresarios. Mientras haya escasez de mano de obra en el campo, en la construcción, y labores que no quieren ejercer los dominicanos seguirán llegando haitianos indocumentados. Y el Gobierno seguirá haciéndose  de la vista gorda y los empresarios “internacionalistas.”

Lucrecia volvió a entrar, esta vez con dos humeantes tazas de café que tintineaban sobre una bandeja con mantelito blanco. Mirando a Lucrecia alejarse del salón con la mirada baja pensé:   la elite dominicana históricamente ha fomentado el odio hacia los haitianos. La ascendencia haitiana de José Francisco Peña Gómez determinó que sectores poderosos alegaran en contra de su posible presidencia de la república. Muchos dominicanos han llegado a creer que los negros son únicamente los haitianos. El antihaitianismo se ha convertido en una manera de reivindicar la dominicanidad. Sócrates Nolasco (1884 -1980) llegó a decir que: el negro dominicano es mentalmente blanco. ¡Ay! Pobre negro, ¡pobre negro dominicano!: