“(…) Estamos juntos desde muy lejos, jóvenes, viejos,
negros y blancos, todo mezclado (…)”

Son No 6. Nicolás Guillén

¡Qué bello tienes ese pelo! Le dije a una colega que exhibía un precioso y brillante pelo ensortijado  que caído sobre  los hombros, realzaba  su orgullosa mulatez. Sin embargo, ella reconoció que había sido mal mirada por algunos y no faltaron quienes, en su familia, la increpaban por no “alisarse”  en el Salón. ¡Qué padecimiento social este que  tenemos,  de no asumirnos tal como somos!

Y quien se crea blanco puro que tire la primera piedra. Mejor sería que hurgue en su árbol genealógico y que profundice en la historia nuestra.

Me es muy difícil entender cómo es posible que en el pueblo más mezclado de las Antillas Mayores, perviva en el subconsciente social, el prejuicio racial racista.  Si desde el siglo XVI  habían más negros que blancos en la población dominicana –como me refiere el historiador y  Maestro Rafael Jarvis-  y  más aún, cuando la terrible crisis del XVII  provocó la equiparación de las clases sociales y se produjo un proceso de entremezcla racial. Otro elemento importante es cómo desde el 1801, Toussaint Louverture hizo la primera abolición de la esclavitud en la parte este de la isla; implantada de nuevo por Louis Ferrand en 1805, para luego ser abolida por Boyer en 1822 cuando unificó la isla en un régimen, hasta que definitivamente fue derogada en 1844 por la Junta Gubernativa.  Y sin embargo, el ensalzamiento del “ser blanco”, late en el subconsciente social dominicano en pleno siglo XXI. Claro, aquí se asimila más ver una pareja de una blanca con un negro (y viceversa) que en Cuba, donde todo el mundo le miraría como algo inconcebible, y hasta algún imprudente haría un gesto de desaprobación. El prejuicio racial en Cuba es muy fuerte en la población y  transgrede la política revolucionaria por la igualdad de derechos, sin distinción de razas.  Pero es que son dos niveles de análisis diferentes, uno a nivel estatal, político, legal y macrosocial; y otro, desde la convivencia del pueblo, desde la cultura popular, donde prevalecen costumbres de poderosa raigambre. Los prejuicios socioculturales van más allá de políticas y de leyes. Traspasan el tiempo y los poderes del Estado.

Tratándome de explicar el fenómeno dominicano, encuentro algunos supuestos en aquel afrancesamiento impuestos por Boyer o en los períodos dictatoriales con sus modelos culturales europeizados, códigos estéticos de la cultura occidental que sembraron la idea de que el blanco de pelo lacio era superior, algo así como un estatus más elevado. Quizás radique ahí, una de las causales de esa obsesión de muchas dominicanas por tener el pelo lacio, como las blancas europeas. Paradigmas artificiales que poco tienen que ver con la historia patria. Hoy los medios de comunicación se hacen cómplices de seguir validando tal imagen que a mi criterio, es distorsionadora de la auténtica belleza criolla de la mujer dominicana.

Mujeres, vamos a reconocernos tal cual somos. Seríamos mucho más felices, sin vergüenzas ni temores, sin la esclavitud del Salón para poder ir a una fiesta. ¡Y con lo caros que son! Aunque me quieran matar las “saloneras”, no importa. La mujer debe vivir su condición femenina a plenitud, sin falsas ataduras. Tendrá más gozo el alma. Estarían listas, en cualquier momento, para irse a bailar con su pareja, al  toque de una buena tambora.

Me reconozco en la raíz negra que llevo dentro. Cuando siento el toque de un tambor, se mueven estas caderas mestizas y los pies bailan al ritmo de la conga santiaguera https://www.youtube.com/watch?v=tRGQaJqD-Qo. Bailo un Perico Ripiao como la más pura cibaeña. Divina y autentica música mezclada, como mi cultura caribeña. https://www.youtube.com/watch?v=IWMzqSnJvTI

Todo aquel que es blanco fino,
jamás se fija en blancura,
y el que no es de sangre pura,
por ser blanco pierde el tino,
si hay baile en algún casino,
alguno siempre se queja,
pues a la blanca aconseja,
que no baile con negrillo,
teniendo, aunque es amarillo,
el negro tras de la oreja…

El negro que tiene abuela,
tan prieta como el carbón,
nunca de ella hace mención,
aunque le peguen candela,
y a la doña Habichuela,
como que era blanca vieja,
de mentarla nunca deja,
para dar a comprender,
que nunca puede tener,
el negro tras de la oreja…

De la parienta Fulana,
el pelo siempre se mienta,
pero nunca la pimienta,
de la tía Siña Sutana,
por ser muy blanco se afana,
y del negro hasta se aleja,
nublando siempre una ceja,
cuando aquel hablarle viene,
porque se cree que no tiene,
el negro tras de la oreja”

Juan Antonio Alix, Moca, 1833.

http://domingocaba.blogspot.com/2009/11/el-negro-tras-de-la-oreja-al-dominicano.html