Un flamante diputado de cuyo nombre “no puedo acordarme” ha incorporado al debate nacional la barroca idea de construir un muro en la frontera entre República Dominicana y Haití como mecanismo de detención de la inmigración ilegal haitiana a territorio dominicano.
La idea de un muro como mecanismo de control migratorio nos remonta a los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania quedó dividida en dos países: la República Federal Alemana, bajo control norteamericano, y la República Democrática Alemana, bajo control de la extinta Unión Soviética.
Dicho muro fue construido con el patrocinio soviético, bajo la excusa de combatir la amenaza fascista contra el estado socialista alemán. En realidad, fue un acto político para contrarrestar la emigración masiva de los habitantes de la Alemania socialista hacia la República Federal Alemana.
La construcción fue conocida en Occidente como “el muro de la vergüenza” y si bien contuvo el desplazamiento masivo hacia Europa Occidental, no impidió las fugas individuales de ciudadanos que se resistían a vivir en un régimen que constreñía todas las libertades civiles.
Ante la imposibilidad de que el muro “per se” cumpliera el objetivo de sus creadores, las autoridades de la Alemania socialista decidieron levantar torres con francotiradores que tenían la orden de disparar a cualquier individuo que intentara saltar el paredón. Hasta hoy no sabemos con exactitud el número de personas asesinadas tratando de escapar de la pesadilla totalitaria.
Este es el antecedente histórico del siglo XX más célebre del proyecto que nos ocupa. La propuesta de construcción de un muro nos distrae en dos sentidos: En primer lugar, como medio de solución al problema migratorio. Del mismo modo en que el muro alemán no impidió el intento desesperado por abandonar el territorio natal en busca de la libertad, una construcción semejante en nuestro país no impedirá la fuga de aquellos que, ante una vida sin expectativas, escapan de manera desesperada para intentar sobrevivir aunque tengan que enfrentar los escollos más difíciles.
Hay un segundo sentido en que el proyecto del muro dominicano nos distrae. Desvía la atención, en el debate nacional, de los graves problemas sociales que requieren tratamiento por parte del Estado Dominicano, mientras nos desorienta en torno al problema migratorio, situándonos ideológicamente en la posición de supuestos ciudadanos indefensos llamados a protegerse de la terrible plaga extranjera que nos amenaza, en vez de orientar la atención hacia los factores que han contribuido a la situación; entre ellos, el Estado Dominicano, por no diseñar una política migratoria coherente y la oligarquía dominicana que se ha beneficiado de la ausencia de la misma.