He escrito dos artículos a propósito de todas las “pasiones” que levanta Tokischa cuando retrata una realidad que existe, ella no la crea; Reitero que no creo que la música urbana tenga una intención pedagógica y sobre todo me parece un absurdo esperar que así sea. He vinculado mis reflexiones a asuntos que si me parece deberían generar indignaciones.

He “confesado” que, a mí, me encanta el performance de la Toki, porque optó por una puesta en escena áspera, con un retrato en ocasiones cruel, pero incluyente (pregúnteles a las mujeres trans) y que visibiliza muchas situaciones que “los pruritos” condescendientes quisieran mantener invisible. Por eso me encanta que ella se atreva a transgredir y presentarlo de forma tan descarnada. Aunque cada vez confirmo más que muchas personas prefieren que “ciertas” situaciones se queden en lo recóndito.

Dicho esto, quiero expresar cuál es el mundo en el que quisiera vivir y al que aspiro que construyamos, en lugar de andar indignándonos. Lo expreso sin remilgos y desde la transparencia que es desde donde considero que se debe actuar.

Quiero un mundo en donde no haya niñas y niños padeciendo abuso y no esté naturalizada la violencia. No quiero ver ni una sola respuesta encaminada a justificar la actuación de delincuentes abusadores, como escucho cotidianamente.

El mundo al que aspiro es una mezcla que involucra el pensamiento de escuelas filosóficas y de personas cuya apuesta teórica me parecen importantes. La escuela estoica sigue teniendo mucho que aportarnos en la actualidad, con su premisa de vivir conforme a la naturaleza y su pregunta permanente que deberíamos hacernos sobre qué tipo de seres somos y qué nos diferencia; para desde ahí comportarnos como seres sociales que prosperan en conjunto con las demás personas. Porque una buena vida humana, es la que aplica la razón para mejorar la vida en comunidad.

El feminismo tiene todo para aportar. No hay una teoría, filosofía o propuesta más incluyente. Reconoce las discriminaciones y los abusos, pero no le interesa, ni quiere tomar venganza. Al contrario, quiere construir un mundo en el que todas las personas seamos legítimas, una revolución que erradique la subordinación, todos los sistemas de opresión, y construya personas libres.

Quiero un mundo que reivindique los planteamientos de Simone de Beauvoir, para que afirmemos con ella que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia. Y que nuestra sociedad actúe desde la convicción de que podemos superar los estereotipos que propician que unas personas se sientan superiores y mejores y se asignen el derecho de discriminar, excluir, violentar e invisibilizar.

Ojalá que el escándalo y el desgarre de las vestiduras sea por situaciones tan lamentables como la del pasado fin de semana: CUATRO feminicidios y ni un titular o tendencia en redes sociales; Y no porque una artista diga lo que le produce placer. Y sobre todo que construyamos una sociedad donde el feminicidio, ni los feminicidas, existan.

Volviendo a de donde abrevar para una sociedad respetuosa de las personas, hay aspectos del cristianismo que son centrales y absolutamente necesarios, como el mandamiento del amor. La afirmación de la vida desde la compasión y la justicia. Por eso me resulta tan inexplicable que esta religión se practique desde tantos prejuicios. Me parece también muy válido asumir la idea de la construcción de una epistemología del sur. O de unas nuevas epistemologías que propicien la criticidad, la posibilidad de reconstruir otras alternativas de vida más centradas en la libertad y la justicia. Buscar las sincronías necesarias y suficientes para redefinir el poder y el tener.

Que asumamos lo mejor de las propuestas de infinidad de autoras y autores, activistas y mucha gente que está apostando a un mundo mejor, desde hace muchísimo tiempo, y que casi no se conocen, porque la hegemonía del poder no lo hace fácil…

Tomemos la invitación de Angela Davis, y actuemos como si pudiésemos transformar el mundo de manera radical. Y como dice Mario Mendoza vivamos en una cultura del no ego, y de tener tiempo libre. En definitiva, que el dinero importe para lo importante, salud, educación, seguridad social, alimentación, vivienda. Y no para la explotación indiscriminada de los recursos finitos del planeta y de las personas que lo habitamos, orillando a mucha gente al “bajo mundo” que, como ya he dicho, retratan personas como Capricornio o la Toki, mientras muy pocos disfrutan de infinidad de riquezas.

Que podamos construir un mundo en donde tengamos en el alma y en el cuerpo los elementos que realmente contribuyen a la felicidad. Que según Kant están implicados en lograr tener un espíritu fortalecido para poder responder a: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? y ¿Qué es la persona?

Así que sigo aspirando, insisto, en que en lugar de desgarrarnos las vestiduras y no querer que se evidencie una realidad cotidiana, trabajemos en la construcción de la sociedad que queremos. Sin el mito de los tiempos pasados como mejores, recordando que tuvimos dos guerras mundiales, hambrunas, crisis, explotación, esclavitud y podría seguir recordando episodios… Es importante salir de la idealización y dejar de validar como lo “bueno” a quien se expresa y actúa desde ser “popi”, superficial o instalado en la cultura del “allante”, desde un supuesto “positivismo” irreal, asumamos la aspereza de la realidad que nos arropa y trabajemos para transformarla.

Y haréis justicia.