El domingo 17 de junio la mirada de todo el mundo estará puesta en Grecia, donde los ciudadanos están convocados a las urnas para elegir a los miembros del parlamento. Según a quienes elijan se estará jugando la salida o no de Grecia de la zona euro, o eso se nos dice, de manera insistente, por los medios de comunicación.
Sin embargo, las cosas no son así de simples. La agrupación que parece tener todas las cartas de la victoria Syriza (una agrupación de izquierda plural, conformada por diversos grupos de esa tendencia, la mayoría salidos del Partido Comunista Griego), en realidad no está planteando la salida del euro, sino una renegociación de las condiciones del rescate de su país.
Cuestión que a cualquiera parece lógica, ya que es difícil para cualquier gobierno democrático seguir las reglas de la UE y el FMI. Hasta ahora las condiciones impuestas a Grecia, lo que han conllevado es a un aumento del paro hasta cifras españolas (un 25%), una rebaja sustancial de los sueldos, salarios y de las pensiones, un incremento de los despidos y de las quiebras de las empresas, y un aumento de la pobreza entre la población.
Es decir, lo que ha llevado es a la recesión económica y a la depresión. Este es el resultado de las políticas de control radical del déficit público y de la austeridad extrema. La solución de Merkel y Sarkozy, que, todo hay que decirlo, entre otras cosas lo que buscaban es que la deuda griega, mayoritariamente en manos de bancos alemanes y franceses, fuera saldada lo más pronto posible. Sin importarle la suerte del pueblo de ese país.
Lo más novedoso de todo esto es que mientras el gobierno de Merkel pedía a los griegos extrema austeridad, control del gasto y disciplina en los pagos, vendía armamento alemán al gobierno Griego. Eso en la lógica Merkeliana del interés de Alemania “Über alles” (Alemania por encima de todo), tenía sentido, ya que proporcionaba ganancias a sus empresas. Extraña racionalidad económica y ética de la irresponsabilidad hacia los pueblos europeos.
El líder de Syriza, Alexis Tsipras se ha comprometido ante los electores a abandonar el programa impuesto a Grecia y sustituirlo por un plan nacional para lograr un presupuesto equilibrado centrado en el aumento de los impuestos en vez de hacer recortes por doquier, especialmente en las políticas sociales y educativas.
Los principales estados de la UE de la zona euro ven con alarma a Tsipras, y señalan que este debe cumplir con sus compromisos y si no lo hace le cortarán el grifo del dinero del rescate calculado en 130 mil millones de euros. Si se para este ingreso, Grecia se vería abocada a la cesación de pagos y a la salida de la moneda única. La cuestión por ver es quienes serían los principales perjudicados, si los griegos o si la UE.
La alternativa electoral más fuerte a la izquierda de Syriza es la derecha de Nueva Democracia (partido que fue gobernante durante la mayor parte del tiempo en que Grecia aumentó el déficit público por encima del 120% del PIB y que contó con la evaluación favorable de Goldman Sachs, cuyo presidente para Europa era el actual presidente del BCE, Mario Draghi).
Lo que promete el líder actual de ese partido, Samaras, es que va a obtener una mejora en las fuertes condiciones impuestas a Grecia, pero afirma que va a seguir con el programa exigido por los acreedores de Grecia.
Ante la incertidumbre financiera creada por estas elecciones griegas los bancos centrales en todo el mundo están alertas para ver cuáles serán las reacciones de los mercados.
Y los ciudadanos europeos, especialmente, de España, Portugal, Irlanda, Italia y Francia están expectantes, para ver si se impondrán los deseos y valores predominantes hoy en la UE, o se puede ir pensando en una situación de shock financiero, que esta vez podría abrir las esperanzas de una reorientación de la economía no solo hacia la austeridad y la recesión-como ahora-, sino hacia las políticas de estimulo y el crecimiento.
Torrelodones, 16 de junio de 2012