Allá afuera llueve. La geopolítica cambia la configuración de los mapas, una flor crece entre las grietas de los escalones, sube la renta, el pan y el barril de petróleo, el mundo es cada vez más convulso y pese a todo ello, la torre de Pisa mantiene su inclinación intacta, el Guernica de Picasso sigue impresionando al más indiferente de los mortales, la raya de Pizarro no pierde ni por un solo centímetro su rigidez y el jazz es el jazz después de la desaparición de Louis Armstrong, Macondo aún hoy sigue siendo el pueblo más conocido sobre la tierra, la muerte vive en México, todos olvidamos hace tiempo las bombas de Napalm, no hay más que una huella en la luna, Mandela, Ali, y Luther King viven en el mismo cielo y un museo de nostalgias nos mueve a todos por dentro. ¿Dónde quedó guardado el primer traje de baño exhibido sin ningún rubor? ¿A dónde fue a parar la sensualidad de Sofía Loren? ¿En qué estación de tren un negro le dijo a un blanco: no más? Hay quienes aún no saben que Hitler murió, que los campos de concentración fueron eliminados, que el pueblo judío se reencontró en el estado de Israel, que la gran muralla China no la separó del mundo, que Cuba sigue allí "como el saliente del Líbano que mira hacia Damasco", pero en esta ocasión hacia los Estados Unidos a pesar de la intolerancia de ambos lados, que los muchachos del Mayo francés ya son abuelos.

No sé cuándo al fin el hombre logrará comprender que es una suma de muchas cosas, que existe un destino final único e inevitable para todos y que a lo largo del camino debemos ser persistentes en la defensa del patrimonio de la humanidad en todas sus formas, porque el mundo es una sola célula que contiene diferentes matices, pero siempre es y será, no lo olvidemos, una sola célula.