El ser humano podría vivir un determinado tiempo sin alimentación, bebida, sin techo y hasta sin ropa, pero no puede durar más de un día sin justificar alguna acción de su vida.

Encontrar excusas y justificación a cada hecho de la vida es una práctica que ocurre desde los inicios de la humanidad. En el génesis se relata el pecado original donde Adán le atribuye a Eva el haber pecado, Eva lo endosa a la serpiente y así sucesivamente.

Vivir sin tener a quien usar como excusa o culpar por nuestros actos es realmente imposible.

Pero resulta que las excusas no siempre revelan la intención real que escondemos detrás de ellas. Por ejemplo:

En la política los pobres son la excusa de algunos candidatos para llegar a un cargo público, pero la intención real es hacerse de unas fortunas tan enormes que difícilmente puedan justificar. Acumulan dinero suficiente para comprar los votos de la próxima campaña y callar la justicia mediante sobornos.

En el plano artístico el público es la excusa de los artistas para encubrir sus complejos. Justifican cirugías estéticas porque el público merece la mejor imagen, sin embargo protagonizan escándalos públicos, se vuelven adictos a los estupefacientes, cambian de pareja con facilidad como si no les afectara. Parece que olvidan que la mejor imagen son los valores como persona.

En el plano matrimonial los hijos son la excusa con la que muchas mujeres justifican la dependencia emocional de un hombre a pesar de que la maltrate de múltiples de manera. Decir que no rompe con el círculo de agresión y sufrimiento por los hijos es una excusa que vale la pena discutir.

En el plano laboral los padres y madres justifican la poca atención y falta de tiempo que se dedica a los hijos con la excusa de que “quiero darle a mis hijos lo que yo no tuve”. Nos olvidamos de que debe ser lo contrario: se trata de darle a nuestros hijos lo que sí tuvimos y me explico:

Cuando se habla de dar a los hijos lo que no tuvimos, se hace referencia a cosas materiales, perecederas. Lo que se debe dar es lo que sí hemos tenido. ¿y qué es eso que tuvimos? El ejemplo de Padres y madres que nos enseñaron el valor de la honestidad y la honradez. Crecimos en un hogar de matrimonios estables con padres y madres que permanecían horas sin término narrando las mismas historias y los mismos chistes, pero estaban presentes en nuestras vidas.

Hoy en día lo que menos tenemos para nuestros hijos es tiempo. Pasamos  más tiempo en la oficina que en la casa, compartimos más con los jefes  que con nuestros hijos y hemos agregado un concepto que no existe “Tiempo de calidad”. Tan ocupados andamos en darle lo que no tuvimos, que les negamos lo que sí tuvimos.

Lo triste del caso es que, al final de los días, nuestros hijos nos juzgarán no por lo que le dimos que no tuvimos, sino por lo que sí tuvimos que le negamos.

Repensemos nuestro rol como guías de una familia y establezcamos prioridades porque del contrario nuestros hijos se nos irán de las manos y quedará el pesar de lamentarnos preguntando ¿en qué fallé? El tiempo de calidad no existe. Lo que realmente existe es ser un verdadero padre y una verdadera madre y siempre estamos a tiempo de serlo… eso creo.