En una lista confeccionada por la FIFA, Paolo Rossi –lo recordamos muy bien–, fue incluido junto Roberto Baggio, Franco Baressi, Paolo Maldini, Dino Zoff y Alessandro del Piero, entre otros, como uno de los mejores futbolistas del siglo XX.

Muy lejos de una canción de Bruce Springsteen, pensé –sin ningún sofisma–, que esto era un partido de póker. No habría competencia abismal sin gafas que no fueran las mías. Era como cuando uno mira desde un avión sobre las estepas de un lugar donde -en el fondo, siempre en el fondo- hay pura guerra de chancleta y Coopertone. Me refiero a la infinita costa de Bávaro o algún lugar parecido. Recordé una jugada de Rossi –no el gol que le metió al Inter, sino ese que no era tampoco del AC Milán. Recuerde que era de la copa de 1982 en España. Rossi firmó con la Juventus, y ganó dos scudettos y una copa de la UEFA. Estaba en compañía del recordado Platini, caballero de la Legión de honor del gobierno francés, presidente de la UEFA quien tuvo 9 goles en la Eurocopa de 1984.

Sin necesidad de una descripción soberana, el Arsenal se enfrentará en la final de la Copa de la Liga Europea –este mismísimo miércoles en Bakú– al Chelsea. Vienen de ganarle al Barisov, a Malmo, y al Dinamo de Kiev; le metieron 3, para luego empatar con el equipo de Frankfurt, y luego ante el mismo equipo un 5 a 0, por lo pronto nuestro equipo favorito. El Chelsea ha demostrado tener cierta coherencia: lo celebramos.

Manchester United y Chelsea se convirtieron en equipos que nadie entendió como habían surcado ese universo de sentaderas, cojines y aire a todo lo que da (como un auto de Prost). Estábamos en manos de una actriz de proporciones hollywoodenses. Ella, fan del Manchester United, también admira, por una sistemática función de explicaciones, la democrática tradición del Chelsea.

En torno al equipo del Sporting o el Porto no tengo nada dramático que expresar: me gusta bastante el Inter de Milán. Ojo: el Manchester recibiría 30 millones de euros por Lukaku, que está en el Everton, (Perisic se iría al Old Trafford). En el Manchester United –en estos meses de importancia deportiva sin discusión– acaban de contratar a Van Persie –ex Arsenal– y eso nos parece fenomenal. Tengo en mente el paso de la chica de la señal Iluminati, igualito a la adicción a los marshmellows o a los chocolates Hershey’s. Reparten Hersheys. No he visto Gravity de George Clooney y Sandra Bullock. No tengo idea del proceso eleccionario en Santo Domingo, y nada del PRM, el Partido morado, el PRSC, o el PRD que en este medio anuncio que continuará con Miguel Vargas como presidente.

Por cierto, Arsenal y Liverpool –ambos equipos que han estado jugando con contrataciones– se enfrentarían muy poco este año. No es algo doloroso. No era cierto que el ritmo de la discoteca fuera promisorio (y que no bailáramos al ritmo del techno más desatado), por lo que concluiste que era pertinente indicarlo con la ideología de un Holligan o una caballada del Royal County of Berkshire, la cancha de Polo.

En Madrid, los seguidores de Ronaldo dijeron que era la mejor fórmula conocer a un milagroso jugador de póker. Nada tiene que decir que no sea que no es menor que un grande como Maradona o Pele; Sao Paolo era una fiesta como Paris 1960. Este es el drama de este momento; una historia que tiene que ver con un aeropuerto y una brindadera de whisky. La gente que no sabe a dónde va en su drama (aun así, la vida sigue su agitado curso y hay que tomar decisiones radicales), para desentrañar lo que parece cierto y lo que parece falso (U2, ha explicado que todo lo que te han dicho es falso, considerémoslo).

Finalmente, Mauricio Zarri, un gran personaje del fútbol, tendría que resolverlo todo. Resultaría como se resuelve una vida: con el calimete de un brindis o la superficie de un Sundae, barrita del cine en La Vega lejana de 1979. Se demostró que Jorghino no tenía nada que ver con el Napoli y mucho menos con decir algo sobre RAI, Italia.

Si, un Martini Especial, por favor

Según Anna Gordon, en Londres existe la posibilidad de tomar un Martini Fiero en el Viejo canal Riva con un yate en Paddington hasta little Venice, servido como aperitivo en una especie de picnic italiano. Por lo pronto, todos se dieron cuenta que el Arsenal no había dicho nada en los últimos días. Luigi Di Baggio conoció los límites de un equipo nacional italiano que en nada debe desmeritarse en torno a las nuevas figuras. Otra noticia bastante agradable: recibimos la notificación: Willy Caballero se quedaría en nuestro equipo y nos vino bien como quien se lanza de un morey boogie en pleno asunto de Cabarete, una playa dominicana que conocen algunos fans de Cristian Slater. Lo principal es entenderlo: Caballero viene a añadirle al equipo azul una pertinencia de control del balón en un fundamental dominio que exige una atroz pertinencia: presionar sin control en una cancha ensimismada por sí misma, en un terreno sin controles arbitrales, en una dependencia efímera del balón. Respetamos al Southampton en una liga europea transida de efectos especiales.

El Southampton me cayó bastante mal apoyando esa teoría de Michael Smith en medio de aquella averiguación efímera.  Como se ve, tenía que ver con los records de los años anteriores en el desarrollo de un equipo que debe tener mucho misterio.

Seamos clarísimos: después de las primeras propuestas todo quedo descontrolado. Era -a todas luces, siempre a todas luces-, como en una carrera de Miami, en el hipódromo que inventaron los ingleses en la mismísima India (otro factor para el nation bulding y la conquista). Alguien me explica (Richard M. Nixon me explica), cómo también a base de opio se hizo todo. Señores, hay que tener cuidado con los testaferros. 

Prometes no hacer zapping y cuidarte más la piel. Como en la realidad, uno hace zapping para meter otros temas en las consideraciones. Zapping a cualquier cosa: el drama excesivo, la mala propuesta y ese mundo en llamas que algunos argumentan es la mejor manera de vivir. Lamentablemente, la verdad es otra: el mundo es hermosísimo. Si no, miren como –con el fondo de algún reggae jamaiquino–, todo se pone cool en la cancha del Inter. Los políticos dominicanos? Bien, gracias. El destino del país? Sabrá Dios.

Cuando despiertes, por favor hazlo con un whisky en la mano

Lo viste todo claro. Estabas en esa tienda de autos de Santo Domingo. Era como hubiera dicho Valeria Mazza, la modelo argentina que se lanzó de otro Aconcagua (en cada decisión peligrosa hay un Aconcagua escondido, milimétrico, sibarítico; la montaña argentina tiene nada más que 6962 metros), pero todos vivimos en la misma onda. Se necesitaba una señal.

En una histórica mañana repleta de observadores –digamos testigos oculares–, lo hizo Charly García como quien se peina el pelo con la mano derecha a manera de tic (algo que me compete muchas veces en el día). Después del histórico evento que mantuvo en vilo a toda la sociedad bonaerense, el cantante argentino tuvo que pronunciar unas palabras importantes. Ahora, estas palabras –me tiré por vos– son santo y seña en una carta de propuestas financieras y también políticas.

Mi amada Carina Zampini es una tipa con más carisma de lo que a veces se puede soportar (como espectador de la tele). No podemos decir que en cada cuarto oscuro hay un Movie Channel y que en cada técnica para el olvido hay una técnica para el recuerdo. Es el resto lejano de todo rodeo televisado por ESPN en el Gazcue de 1985. Todo lo contrario.

Siempre retornamos a Rick Astley y a Kylie Minogue (Kylie ya tiene su estatua en Melbourne). Pero es cierto que amamos la música suya (es una genial bailarina también). Es lo mismo que la metida desde media cancha de Twiggi Sanders (una mañana en Santo Domingo muy cercana a las infidencias de Mitt Romney en los Harlem Globettroters; entonces el político estaba en la palestra norteamericana como cuando Bill fue acusado por Linda Tripp en un acto de charlatanería).

Estos dos artistas –Kylie y Rick–, tienen la gran misión de cantar lo que otros han escuchado en el concierto, aquella canción que puedes encontrar en YouTube, I Should be so Lucky, con nada más y nada menos que 2,484,5050 vistas. Para el que no lo sepa, YouTube es una página de Internet fundada por Chad Hurley, Jawed Karim y Steve Chen. Comandada por Susan Wojcicki (que no es una mentirosa, digan lo que digan), la página tiene un valor entonces de 1.65 billones de dólares y es una solución a mucho sin tener necesidad de endilgarle a la especie humana otro tipo de circuito para conocer sus bordes. Este límite nos conduciría a otro tipo de percepción sobre los aditamentos tecnológicos que han convertido lo contemporáneo en una especie de terreno (no abismo), donde la tecnología ha terminado por afinar el mundo de las comunicaciones.