La pandemia que hoy azota al mundo, además de ser la causante de todos los muertos, y los que le faltan todavía, tiene como patente tener el nombre más pronunciado y tenebroso de este siglo. Y como las grandes tragedias, sólo es comparable con las dos grandes guerras mundiales que recoge nuestra historia. Aunque nadie podrá asignarle nada bueno a dicha pandemia en su paso por el planeta, debemos admitir que sus efectos han servido para poner al desnudo el mundo en que vivimos.

Los sociólogos, filósofos y grandes pensadores coinciden en que después del Covid 19, se producirán grandes cambios en la humanidad. Muchos de ellos plantean que vendrá un cambio en los sistemas de dominación económica de los grandes países capitalistas, especialmente en el modelo de los Estados Unidos. Nadie niega que ésta es una potencia poderosa sobre la tierra. Y así ella misma se vende en su propaganda de intimidación mundial.

En ese mismo sentido, educa a sus ciudadanos desde la niñez temprana a través de la educación formal y no formal. Ahí está la respuesta para comprender la conducta de un pueblo noble condicionado para la guerra y la muerte. También para hacer de lo absurdo una “verdad” absoluta. La propaganda política funciona y fanatiza.

El mundo tiene la necesidad urgente de redefinirse por completo. Los seres humanos deben realizar una introspección profunda y sincera para mirar a los ojos y los rostros de sus hermanos. Contemplar desde su interior a aquel que, a un metro de distancia, sufre y necesita un gesto de solidaridad humana. No riqueza ni fortuna, sino simplemente un gesto cristiano de amor al prójimo. Y ésto debemos comprenderlo ricos y pobres. Uno más que el otro y el otro más que el uno.

Las potencias deben comprender que sólo la política de coexistencia pacífica de los países, los gobiernos y sus pueblos conducen a la paz, armonía, cooperación y buenas relaciones para la convivencia. Los líderes de dichos poderes económicos y políticos deben comprender que, después de la pandemia del letal virus, esas grandes naciones, como suelen llamarse vanamente a sí mismas, han quedado al desnudo mostrando sus enormes debilidades.

La potencia económica más grande del mundo está obligada a admitir que tiene el peor sistema de salud pública. Lo que está ocurriendo en losEstados Unidos en materia de salud para sus ciudadanos es sumamente penoso, después de haber convertido la salud en mercancía.

Las noticias internacionales recogen la información que nos dice que funcionarios oficiales y de empresas estadounidenses han realizado urgentes operaciones de compra de mascarillas en China. En ocasiones -según se recoge- ofrecen un pago superior de precio para obtener pedidos ya reservados a otros países.

En el marco de esta crisis humanitaria, nuestros países necesitan fuertes relaciones bilaterales para desarrollar los programas de cooperación internacional, que bien pudieran servir para enfrentar unidos el Covid 19; por tales razones, resulta absurdo el hecho de que los Estados Unidos, en estos momentos de crisis para la humanidad, aumente el Bloqueo contra Cuba, despliegue sus tropas en las aguas territoriales del Caribe, amenace a Venezuela y ponga la mira hacia Irán.

Todas las naciones necesitan enfrentar al enemigo común de la pandemia del Coronavirus y la gran crisis que ya está en marcha y que se verá después que pase este evento, que ya está presente en casi doscientos países. Debemos apostar a la unidad con la visión cierta de que siempre será mejor y más rentable acumular amor y no egoísmo. Sólo la compresión y la unidad de los pueblos podrán convocar la paz verdadera