Cuando Pedro Francisco Bonó publicó El Montero en 1856 la sociedad dominicana avanzaba hacia uno de los hechos más dramáticos (en dos actos) de su existencia hasta el presente. Por una parte la anexión al Reino de España en 1861 y consecuentemente la Guerra de Restauración que recuperó la soberanía nacional entre 1863 y 1865.

Entre El Montero y la Anexión aconteció el esfuerzo supremo de los liberales de refundar el Estado nacido en 1844 mediante una Constitución (1858). Los liberales, huyendo del autoritarismo y corrupción de Báez, terminaron en las fauces de Santana, es decir el líder de la facción más atrasada de la sociedad.

Será Santana quien solicitará y ejecutará la Anexión como último acto político de los hateros, y será la Guerra Restauradora la que barrerá el poder de estos de una vez y para siempre el predominio político, económico y social de los hateros.

Cuando Bonó publicó su novela estaba conservando para la memoria histórica muchos de los elementos fundamentales del régimen hatero que controló la parte oriental de la isla desde finales del siglo XVI hasta el 16 de agosto del 1863 cuando los diversos estamentos de la pequeña burguesía tomarían el control del país.

Bonó, tal como lo hemos visto en las dos entregas anteriores, se esforzó en formular una explicación del desarrollo de la sociedad dominicana en claves racionales, al mejor nivel de su tiempo.

Las causas del atraso dominicano en Bonó las presenta Minaya de forma esquemática en estos 4 puntos: "-La pereza para todo lo que implica pensar, la cual constituye para nuestro pensador el lastre heredado más nocivo, por las secuelas que de él se derivan. -El paternalismo y el afán de imitación que trae aparejado, muy en conexión con los dos rasgos anteriores.  -Rechazo a toda tentativa que procure el libre examen de los hechos sociales. Tal situación no tuvo que confrontarla el colono de Norteamérica, pues el régimen colonial inglés estuvo «moldeado por la libertad política». -La opinión generalizada de que el trabajo manual (en la época colonial realizado por los esclavos y en la republicana por masas depauperadas) era un tipo de actividad vil o degradante. Contrario al trabajo intelectual (realizado primero por los oligarcas esclavistas y luego por los representantes de la «clase directora»), revestido de valor y nobleza” (Martínez, vol. I, pp. 186-187).

¿En qué medida esas causas siguen presente en el pensamiento dominicano actual? En 1940 Juan Bosch prologando un libro de Juan Isidro Jimenes Grullón formulará una explicación de la sociedad dominicana muy cercana en varios aspectos a las claves de Bonó. Con la gran diferencia que introducirá un factor dinámico en la existencia de una clase explotadora -los pueblitas- que mantiene en la situación más miserable a la mayoría -los campesinos-. Los rasgos que detalla Bonó serían fruto para Bosch de las formas de dominio de los pueblitas sobre los campesinos.

Aquí quiero dejar constancia de una tesis de Minaya en su artículo que contribuye a nuestra reflexión sobre el ethos dominicano. “El dominicano está instalado en la lógica de «la fuga»: fuga a Puerto Rico, a Estados Unidos, a Europa… Su expectativa vital es irse: se sabe «en tránsito». Por tal motivo es cada vez mayor la cantidad de dominicanos en esos lugares. Y cada vez más alto el número de haitianos que pasan a vivir en República Dominicana. Hoy ya se puede afirmar que los dominicanos “ya no vivimos” en República Dominicana. Ello en dos sentidos: porque más de dos millones no residen en el país y porque la mayoría de «los quedados» viven con la expectativa del viaje: como frustrados por no haberle llegado su oportunidad. (…) Somos un pueblo desperdigado por el mundo.

Si la «obra dominicana» que Bonó soñó llegará a realizarse efectivamente, entonces se verá a «los idos» colaborando activamente con ella. Ya ellos mantienen a medio país con las remesas. Viven allá ciertamente como «ciudadanos de segunda», con la esperanza del retorno para vivir la vida de su sueño, en su tierra” (Martínez, vol. I, pp. 203-204).

Este es un problema muy grave en la sociedad dominicana, porque el sueño de la mayoría es largarse, porque no siente que esta sociedad le proporcione los elementos para vivir una vida buena, de alcanzar su felicidad según su criterio. No tiene confianza en el liderazgo político o empresarial, que los percibe como explotadores y corruptos, que lo único que buscan es su beneficio personal a costa del trabajo de la mayoría. La falta de garantías a los derechos de los ciudadanos, el engaño permanente en los procesos electorales y la demagogia de los gobernantes que presentan como dádivas lo que son derechos y que se hacen con el aporte económico de los que trabajan con sus impuestos. Esta dominicanidad en fuga es un elemento esencial en la sociedad dominicana del presente.

Concluyo esta presentación sobre Bonó con un juicio que él emitió en 1895 donde señalaba que el cacao era oligárquico y el tabaco democrático, refiriéndose a que el cacao (y posteriormente el azúcar también) generaba latifundios y trabajadores empobrecidos, mientras que el tabaco generaba prosperidad por ser el resultado de minifundios familiares.

Esta vinculación entre economía y mentalidad política es significativa en cuanto a que las formas de producción influyen poderosamente en la organización social y los proyectos políticos. Por eso la Constitución de Moca de 1858 es mucho más democrática y liberal que la de 1844, ya que la mocana fue hecha por productores de tabaco, mientras que la primera del Estado Dominicano fue producto del poder de los hateros.