Dos nombres, un concepto y una empresa exitosa para reflexionar la manera de salir de tantos hoyos en este país lunar, el dominicano el nuestro: Cristóbal Marte Hoffiz, Marcos Kwieck y la Selección Femenina de Voleibol.
Si rasante ha sido la trayectoria de nuestras muchachas voleibolistas, pensada debería ser la fórmula a ver si salimos de tantos elefantes blancos, dispendios y sensaciones de tratar de adelantar mientras se tienen los frenos pegados.
De Marte Hoffiz sólo sé que ha sido un empresario exitoso, que ha podido trasladar mucho de sus conceptos al voleybol dominicano, que gracias a su práctica “privatización” de la Selección Femenina ha hecho de ella el colectivo deportivo más exitoso que hayamos tenido nunca. Se me dirá que ganamos oro en el mundial béisbol y diré que sí, que muy bien, pero que detrás del béisbol andan todos los dólares del mundo entre no más de cinco países, en un “deporte” donde puedes echar a veces todas las grasas o los esteroides del mundo y quién sabrá, y donde su filosofía se queda corta en relación a la filosofía del voleybol.
¿Filosofía? Sí. Cada deporte tiene la suya.
En el voleibol no “podrás ser el agua” que quieras, como recomendaba Bruce Lee. Tienes que jugar en equipo en un espacio que a pesar de lo limitado se te puede ir de las manos. Tienes que acomodar tu cuerpo a otros cuerpos. Detectar, intuir, resolverlo todo en milésimas de segundo. Hay que saber cuándo darle duro o suave a la bola, servir sin que sepan de antemano adónde irás, buscar el suelo o el espacio entre las manos que quieren ser muros.
De repente me viene a la memoria el mítico profesor Gioriver Arias, del Liceo Estados Unidos, explicando las miles de manera en que tienes que congraciarte con ese suave balón de voleibol: es como si ese objeto fueran muchos de tus yoes, los que van a la guerra o lo que necesitan una mínima gravidez para que te salve.
El modelo desarrollado por Marte Hoffiz no ha salido de Harvard. Lo primero es concentrar a las atletas en un espacio que les resulte agradable, tratando de despejarles las grandes necesidades económicas. Luego, un entrenamiento concentrado. La suerte del equipo: contar desde el 2008 con el entrenador brasileño Marcos Kwiek, un verdadero maestro en el arte de la comunicación, la convicción, la claridad, hasta la jocosidad en su portuñol-dominicano.
NORCECA, Panamericanos, Copas y ahora el Mundial en Italia, hasta llegar de repente al número 8 en el ranking mundial de este deporte, ¿alguien espera más?
Esta Selección Femenina agrupa a lo más intenso de lo dominicano. La gran mayoría de esas muchachas vienen de los sectores más humildes. La mayoría anda desparramada por todo el mundo: Japón, Perú, España, Italia, ¡hasta en Azerbayán! La capitana, Bethania de la Cruz, ¡hasta llegó a jugar con cuatro meses de embarazo!, y dice que aunque juega en Japón, llama hasta dos veces por teléfono a su familia para saber cómo anda el pequeño.
Al pensar en el éxito de estas voleibolistas, también me detengo en otro medallista como Félix Sánchez, una creación 100 % de la academia norteamericana, y en buena parte de la Selección Masculina de basquetbol, con un perfil un tanto parecido.
Comparando las ingenierías de estas empresas con otras bajo el mismo techo del Comité Olímpico Dominicana y aun del Gobierno Central, me pregunto: ¿no tendríamos que repensar nociones como inversión, infraestructura, capital humano? ¿Tendremos que depender de lo privado o de lo que está fuera del país para hacer “un país reconocido”? ¿No estamos en un mercado marcado por la competitividad, la innovación, la internacionalización, la buena inversión en recursos humanos?
Pienso en la cantidad de gastos sobreabultados de los que somos testigos año tras año y me preguntó, ¿no valdría la pena repensar todos esos gastos en nuestros presupuestos?
¿Qué producen, por ejemplo, los Juegos Nacionales, que no sea el estímulo de los populismos locales para luego advertir que poco o poquísimo seguimiento se le da al mantenimiento de estas infraestructuras? ¿La Ferias del Libro Regional, y mientras tanto, qué de las librerías locales, y de los editores, mejor ni hablar?
¿Cómo es posible que la UASD siga siendo el gran monstruo que cada vez necesita más y más cuando no aporta un invento, una patente, una solución a algún problema agronómico o médico? ¿Dónde está el porcentaje dedicado a la investigación, a la eficiencia? ¿No sería mejor proceder a una reingeniería y privatizar algunas de sus áreas, de manera que se puedan hacerse eficientes?
El modelo “Selección Femenina de Voleybol” puede producirnos un cúmulo de enseñanzas e incluso, conducirnos a recuperar cierta ética productiva. Me explico: en medio de tanto pesimismo histórico –“esto no se arreglará nunca”-, en vista de esa corrupción al parecer inscrita ya en nuestro ADN público, ¿no sería motivante pensar de manera colectiva, colegiada, donde cada quien tuviese derecho a las bolas, los pases, el saque? El voleybol democratiza. Puede haber alguien que se destaque, pero todas las piezas serán importantes. Puede estar el marcador en contra pero siempre tendrás que hacer una motivación grupal, porque nada nunca estará del todo perdido.
No hay que leer demasiados libros de autoayudas o importar algún gurú de las selvas lacandonas: ahí tenemos el modelo “Selección Femenina de Voleybol”, todo un invento tropical, las “muchachas de Marte Hoffiz” o como quieran llamarlas, las “Reinas del Caribe” como se las denomina ahora. Ahí no hay nada de suerte sino mucha yuca por guayar, mucha concentración, mucha dedicación. A nadie se le da el regalo de estar dentro de los diez mejores equipos del mundo. Eso es ya una medalla de oro para esa morenada.
Esperamos que tantos éxitos no inflen sólo nuestras banderas nacionalistas. Ojalá y se cuide ese proyecto, como más de una vez lo ha dicho el entrenador Marcos Kwieck, lo mejor que nos ha venido de Brasil, un profesional dedicado de cuerpo y alma a esculpir lo mejor de nosotros.