El señor Gobernador del Banco Central, habitualmente prudente al emitir opiniones, rompe una lanza y se nos descuelga, según versiones de prensa, afirmando que el modelo económico si funciona, que nos ha permitido crecer, ha disminuido el desempleo y la pobreza, y entonces no hay que cambiarlo.
Lo hizo casi el mismo día en que se presentaba oficialmente el Informe Attaly y el Sr. Presidente asumía dar seguimiento a sus recomendaciones de cambios estructurales, poco después de haberse presentado al Congreso una propuesta de Estrategia Nacional de Desarrollo, y que un informe coordinado por la Universidad de Harvard se hacía eco del clamor del empresariado, de las organizaciones sindicales, las organizaciones de la Sociedad Civil, movimientos sociales, reconocidos sectores académicos, la CEPAL, el PNUD, sobre el agotamiento del actual modelo de desarrollo y la necesidad de reemplazarlo.
Nadie duda que el modelo actual ha producido riqueza material. El PIB per cápita se ha duplicado desde 1980 y bastaría echar una ojeada para encontrar plazas comerciales lujosas o mirar pasar las "yipetas" y carros de alto cilindraje y lujo por nuestras calles.
El problema es que la mayoría de la población ha sido excluida de los beneficios de esta riqueza y que el modelo de desarrollo se ha centrado en aumentar y defender la acumulación de recursos en un sistema financiero especulativo, en fortalecer un comercio importador de bienes de consumo, muchos suntuarios, y algunos servicios, mientras el aparato productivo de bienes agropecuarios y manufacturados apenas logra sobrevivir y no logra incorporar innovaciones ni superar la tendencia decreciente de su competitividad.
Este modelo no genera empleos, y de los pocos que genera casi el 70% son de muy mala calidad y sin protección social. El desempleo se mantiene por encima del 14% y la informalidad constituye más del 56% de la fuerza de trabajo ocupada.Más aun, la capacidad de generar empleos por cada punto de crecimiento del PIB va descendiendo en forma sostenida y alarmante.
¿Es un secreto que se sostiene a base de salarios miserables, baja inversión social de limitada calidad, y una moneda sobrevaluada que estimula la importación suntuaria y desestimula le producción exportadora?.¿Que es más fácil obtener crédito para comprar un vehículo de lujo que para una vivienda o un emprendimiento productivo?.¿Quiénes se benefician de los gravosos subsidios a las generadoras de energía eléctrica?.
No hay evaluación internacional que no confirme que nuestra inversión social es de las más bajas y peores resultados del continente, que nuestra educación es de calidad deplorable que nuestra situación de salud incluye una deuda históricamente acumuladavergonzosa, y que el gasto familiar en salud y educación constituye uno de los más poderosos factores de exclusión social de los pobres y de empobrecimiento de las clases medias, que somos rehenes de costosas "soluciones individuales" a problemas colectivos y del traslado de los costos de los servicios públicos básicos, que deberían ser universales y de calidad, al presupuesto de las familias.
¿Es tan difícil tomar concienciaque obtener temporalmente ingresos por encima de 1 dollar diario no significa dejar de ser pobre y socialmente excluido?.
¿Es difícil comprender que el clientelismo y la corrupción van de la mano erosionando la calidad y la credibilidad de la institucionalidad publica?, ¿que el necesario ejercicio de la conducción estrategica del país se ve comprometido por la "captación" o secuestro de los espacios de decisión por intereses particulares minoritarios?.
Estos son los debates que deberían centrar la próxima campaña electoral. El problema no es cuales han sido los aspectos luminosos del actual modelo de desarrollo. El problema es que está agotado, que ya no da más y que podría conllevarnos a una crisis de productividad y al mismo tiempo de gobernabilidad de grandes proporciones