Si no hay memoria, nada ha existido. Los objetos nos rescatan del no-ser y reconstruyen cada uno de los delicados hilos de la urdimbre de nuestro pasado, de la existencia personal y colectiva, mientras tejemos el tapiz de la historia. CLAUDIA BERNARDI

La tarea de reconstrucción de la memoria de un pueblo es ardua, pero parece haber sido lograda en parte por la Federación de Fundaciones Patrióticas al inaugurar recientemente el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (MMRD), luego de un esfuerzo de organización de más de diez años.  Enhorabuena.

Se trata de una institución reconocida por la UNESCO y miembro de varias agrupaciones de museos memoriales y de conciencia.   Según el decreto presidencial que lo creó, el museo "tiene como objetivo fundamental promover la memoria responsable de la historia y fomentar la cooperación cultural a través de la educación y del uso del saber al servicio de la paz, así como conmemorar a las víctimas de crímenes de Estado y de lesa humanidad, admitidos por la sociedad o ideológicamente motivados".

La directiva del MMRD se propone cumplir su objetivo a través de un local principal localizado en la ciudad colonial, donde operan varias salas con la exposición permanente; un centro de documentación digital con servicio para investigaciones; y un registro de las víctimas perseguidas, apresadas, torturadas, desaparecidas o asesinadas por los regimenes represivos.  El museo cuenta con un sitio en internet (www.museodelaresitencia.org) y, además, promoverá las visitas a los Sitios de Memoria que ya existen en distintos puntos del país.   La colección del museo recorre la historia de los hechos ocurridos en nuestro país entre 1916 y 1978 relacionados a las luchas por la libertad, haciendo hincapié en los 31 años de la dictadura trujillista.  Está compuesta por miles de archivos, fotografías, films y objetos que pertenecieron a los protagonistas de la resistencia y son exhibidos utilizando modernos recursos audiovisuales.  El fin último de la institución es "concientizar a las nuevas generaciones sobre el valor de la vida y el derecho fundamental del ser humano de actuar y expresar sus ideas sin temor de perder su familia, su dignidad o su vida".

La trascendencia de este acontecimiento se puede ver mejor a la luz del concepto de memoria histórica de Walter Benjamin.  Decía este filósofo que la memoria es el escenario del pasado y agregaba que la historia oficial suele ser la historia de los vencedores, brillando por su ausencia el ámbito de los vencidos.  Ese olvido no es casual sino el resultado de una estrategia del agresor.  Es la memoria de los sobrevivientes lo que introduce a los vencidos en el discurso y logra construir una historia verdadera, completa. Esta memoria incluye tanto los hechos históricos fácticos que tuvieron éxito y pervivieron, como los posibles que fracasaron y desaparecieron.  El sujeto que es capaz de contemplar este pasado olvidado podrá apreciar en el presente lo que está en peligro de ser excluido y estará en condiciones de avisar a los demás.  Se trata de una memoria activa que sólo tiene sentido si se convierte en una fuente de energía moral para quienes luchan hoy.  Un pueblo con memoria histórica es dueño de su destino, sin ella, está condenado a repetir los errores del pasado.

Siguiendo el silogismo del párrafo anterior, algunos podrían preguntarse como se explica que habiendo sido Trujillo asesinado hace cincuenta largos años no sean sus seguidores los portadores de la memoria histórica.  La respuesta es sencilla, este es un país donde el poder (heredero de todos los vencedores anteriores) se ha mantenido utilizando tácticas trujillistas de dominación.  En ese sentido, a pesar de su muerte física, Trujillo y su legado viven, y proyectos contundentes como el MMRD contribuyen a errradicarlos de una vez por todas de nuestra cultura.

Por otra parte, esa visión de los vencidos que expone el museo es de naturaleza subversiva por cuanto desentierra los cadáveres sobre los cuales se ha construído la historia oficial.  Su presencia siempre le resultará molesta al poder, que intentará domesticarla por métodos que variarán en conformidad con el nivel democrático del mando de turno.  Por consecuencia, la pureza y viabilidad de este proyecto será proporcional al grado de autonomía y objetividad que mantenga la Federación de Fundaciones Patrióticas, contando siempre con el apoyo del pueblo.

Para terminar, pienso que la memoria dominicana no debe detenerse en 1978, pues me vienen a la mente casos de crímenes de Estado, actos represivos, de impunidad y resistencia que tienen mucho que ver con la misión del museo y que ocurrieron luego de la fecha de marras.  Para estar a tono con su nombre, el MMRD debe tener un carácter dialéctico.  Sus consejos directivo y de asesores, en colaboración con las víctimas y sus allegados y el Archivo  General de la Nación, deben acopiar datos y realizar investigaciones rigurosas con las cuales se monten exposiciones  temporales de hechos importantes que hayan ocurrido más de diez años atrás.  Este mismo material podría incorparse a la exposición permanente luego de veinte años de su ocurrencia.