La seguridad social en este país no protege a quién más lo necesita, por lo que urge una reforma sustancial a la ley que la creó a fin de humanizarla y darle el sentido social que realmente no posee. Mi entrega de hoy se refiere a un caso dramático que un lector me relató hace ya un tiempo con palabras que evidenciaban desesperación y que reproduzco a seguidas:

“Permítame ocupar parte de su tiempo para relatarle un acontecimiento insólito, de los tantos que se suceden a diario en este país, tristemente olvidado de Dios. Mi madre que recién acaba de cumplir los 75 años de edad (Gracias Dios por ello), y que llevaba unos doce o trece años pagando regularmente un servicio de salud en una de las tantas prestadoras de este servicio, recibió una carta de esa empresa comunicándole que por razones de edad no se le renovaría su contrato. Ante esta eventualidad, mi madre se quedó de buenas a primeras sin un servicio básico y esencial en este nuestro país, como lo es un seguro de salud”.

El lector cuenta que se enteró del hecho apenas  “cuando mi madre se resbaló en la bañera con tanta mala suerte que se fracturó un brazo. Ya sin seguro médico que la cubriera ante esta eventualidad, se trasladó a un centro hospitalario donde le pidieron 35 mil pesos para ponerle un yeso (mi madre casi se muere del susto). No entiendo como una prestadora de servicios de salud puede unilateralmente cancelar un servicio que se pagaba puntualmente, a una persona de esa edad, cuando más  lo necesita”.

Y terminaba con preguntando con evidente angustia: “¿Qué dice la ley sobre esto? ¿Qué que dice el Estado ante estos abusos? ¿Quién puede resarcir este daño? ¿Ante quién recurrir ante este abuso incalificable?, para concluir que  el Estado dominicano es indolente ante  los problemas de la población que llega a la vejez. Su correo me conmovió.