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TÍTULO: BOLO FRANCISCO

GENERO: TEATRO.

AUTOR: REYNALDO DISLA.

PREMIO: CASA DE LAS AMERICAS 1985

Bolo Francisco es un texto teatral “tragicómico.” Narra de forma fluida el drama de un legendario músico dominicano de perico ripiao. Disla inventa un hermoso discurso dramático, traza líneas discusivas logrando ensamblar el contexto social y político de más de cuarenta personajes: La atmósfera dramática se sitúa en la miseria, la corrupción y la opresión social.

La estructura formal  y ficticia, le da a esta  obra una dimensión  única en el drama latinoamericano, (no por el tema, sino por el estilo que abordar lo temático.) Tomando en consideración la “simpleza no retórica ni panfletaria” de la obra, podríamos decir que la pieza en su género es modélica. El autor expone de manera magistral una compleja organización narrativa y dramática.

El dramaturgo mezcla cantidades de historias en una sola historia, personajes en un solo personaje, secuencias de acciones simultáneas en una sola escena. La trama surge a través de infinitos recursos escénicos. Lo simultáneo es fragmentación cultural: Los personajes conviven en esa típica marginalidad socio-política que caracteriza al campo y los suburbios latinoamericanos. La estética se fundamenta en la fragmentación escénica para representar la textura psíquica de los personajes: situando la música como medio conflictivo-lúdico en un contexto de ocupación de tierra. Abre un panorama simbólico de lo rural: mezcla diferentes épocas del campo dominicano. El autor dice que los hechos ocurrieron en  1980, a inicio de la campaña electoral. Sin embargo, la trama del músico en que está inspirada esta obra es de los años sesenta, y las ocupaciones de finales de los setenta…

La acotación no es solamente un bloque tiempo-espacio, también enuncia lo tétrico de manera poética. Usa la metáfora con lujos detalles para describir el paisaje, el interior de las casuchas campesinas, y la situación miserable de los personajes del bohío: “La casucha de Bolo Francisco, músico de perico Ripiao; la luna se cuela por las brechas, son la siete de la noche. El camino pasa cerca de la vivienda. Al  fondo, junto a un pasamano atiborrado de morros, Mamá Lucila, mujer del músico pasa cerca de la vivienda, se ocupa de su hijo mongólico. Una anciana de vestido ajado, negra, con turbante blanco, permanece en guardia frente a la puerta. Bolo Francisco dormita en una silla de guano; entre su pierna sana y su pierna amputada hay una revista  polvorosa y vieja. Dos  muletas acoradas al seto. Chero  del otro lado de la puerta se desespera.” (B. F, pág. 11).

La acotación no es solamente una forma para situarnos en la trama y la temática, también funciona como un cuadro de suspenso, presagia el simbolismo dramático, contiene: lo social, lo político, lo cultural, y lo psicológico. Teje un panorama de la acción escénica. Aun siendo una obra realista, no mata lo que sorprende: la trama de los personajes. Sin retórica, se articula, presagia en los diálogos y las acotaciones el acontecer dramático. Solamente así se explica la organicidad de los personajes como parte del contexto…

Desde que leemos la primera escena de la obra, sentimos el signo de lo lúgubre. Se podría decir, que es su  estructura conceptual, marca el ritmo dramático. La totalidad de la trama adquiere ese destino: se acentúa en los diálogos de los personajes, en la forma en como el dramaturgo recrea el conflicto. Lo formal no es más que un  pretexto para el texto, por ejemplo, el personaje de la vieja, adentro de la casucha, pincha a Chero en un pie. Este incidente es un pretexto imaginario del autor para justificar e inventar no sólo otros momentos de la trama, sino para que aparezca la sangre, la presencia de la muerte como constante de la trama.

Disla significa el momento de la escena con lo absurdo-cómico. La miseria y la sangre son el único cuadro de lo posible. Prepara con elegancia el terreno de los personajes: “Mamacita ábreme que estoy desangrando. ¡Bolo Francisco! ¡Máma Lucila! ¿Están ahí? Me quedaré como un papel, sin sangre, me estoy mareando” (Chero, B.F. Pág.12). La  forma en como le contesta la vieja, sin propósitos, acentúa la tragedia, prepara el desenlace de la escena por llegar: “¡Que se muera y lo entierren sin  cruz! Qué tiempo este de andar por los caminos: hurón a la maya y la gente a su casa, la muerte y el ron siempre andan juntos ¡Oigan los pasos de la muerte!” (Vieja, B.F. Pág. 13). 

La muerte es un personaje de la obra. Los pasos de los personajes son recursos narrativos, formato rítmico del texto. “De repente aparece una marcha, los pasos y una voz se abren paso.” Esta acotación contiene la presencia militar, la autoridad, un momento histórico de tensión política en la sociedad dominicana: “Un Voz. ¿Cuál es el lema?  Tropa: “Todo por la patria” Una Voz: “Cazadores” Tropa: “¡Hey!” Una Voz: “Soldados” Tropa: “A la orden” Una Voz: “Viva la patria” Tropa: “Soberana” (B.F. Pág. 14). La tropa y la voz del dramaturgo se unen, articulan la simbología de un discurso rural-autoritario. Se siente la mecánica de la obediencia.

La fuerza brutal de esa tropa solamente es frenada por la presencia del mito que encarna Bolo Francisco como valor musical. Importa poco que lo queda de él sea un guiñapo de hombre, destruido por las malas noches, la miseria, las faldas de las mujeres y el alcohol. En sentido “real” él es un muerto en vida. Así se autodefine en sus diálogos con el teniente que comanda la tropa: “¡Bolo Francisco! ¡El mejor músico de la república! ¡Cuánto lo admiro, Bolo Francisco! (lo abraza) tengo todos los discos. Desde que era un abejoncito así bailo su música. No se ha dejado vencer por la vida. (Teniente. B.F. Pág. 17.) “¿La Vida? Hace años que estoy muerto. Esto que ve aquí es una copia mala de lo que debió quedar de mí. Convénzase (saca un papel estrujado de una cartera rota). (Bolo Francisco. B.F. Pág. 18.)

Aunque lo funesto sigue latente en el diálogo de Bolo Francisco, la autoridad se detiene frente a la presencia del mito-músico, toma el semblante de lo infantil. Sin embargo, la trama toma su agitado curso: La tragedia se aproxima, se mezcla con la nostalgia y el pasado…

Ponencia presentada por Carlos Castro  a finales del 1980 en el auditorio principal de la Biblioteca Nacional de la República Dominicana.