Quizás al igual que otras entidades estatales no tendría sustento la creación del Ministerio de la Juventud, pero ya institucionalizado eliminarlo sería peor el remedio que la enfermedad. No se trata de cualquier OISOE que llegó a restarle oficios de manera inadecuada al Ministerio de Obras Públicas, sino de un ministerio cuyo rol directo con la juventud se podría diluir en las esferas burocráticas de sus semejantes de Educación, Cultura y Deportes. La juventud no solo necesita algunas dosis convencionales de recreación, cultura y deportes, sino otras actividades extracurriculares que coadyuven a su formación integral y sana. Extirpar de cuajo ese ministerio por dificultades administrativas sería más traumático.
Esa institución, tiene programas concretos para ejecutar como parte del perfeccionamiento juvenil en los diferentes quehaceres sociales, lo pertinente es brindarle la oportunidad de desarrollarse y dotarle de los recursos necesarios para estos fines.
Llamaba la atención que en esta oportunidad el presidente de la República se dilató bastante para designar un nuevo incumbente en el ministerio de la juventud, que en honor a su categoría tenía que ser una persona joven, de producirse lo contrario podía calificarse como carencia de lideres juveniles emergentes en el Gobierno de turno, y en la sociedad.
En la prensa había circulado un “casting” de posibles candidatos con excelente preparación curricular y con apellidos sonoros en no pocos de los preseleccionados. Pero el presidente se decide por un morenito, de apellido común (aunque es hijo de una muy distinguida personalidad de la sociedad) llamado Rafael Féliz, de apenas 25 años, no obstante cuenta ya con un magnífico curriculum profesional y de emprendedor social.
Como soy testigo de la formación profesional de este joven, no puedo quedarme callado, y debo salir al frente discurriendo sobre su excelente preparación. Rafael Féliz cursó el ciclo básico en la UASD, quien esto escribe fue su profesor de Historia Dominicana, tarea en la que soy muy exigente. En el curso, Rafael era uno más de los 60 estudiantes que habitualmente tenemos en un aula, pero se distinguía de los demás respondiendo de modo correcto todas las preguntas que les hacia al grupo, y de eso llevo rigurosas estadísticas, al final de las clases siempre ubico al que más participación activa ha desarrollado durante el semestre, en esa sección lo era Rafael Féliz. En el aula dije que este no tenía que examinarse porque se había evaluado durante todo el semestre respondiendo positivamente todas mis preguntas, que tenía 100 y podía retirarse, recibiendo como homenaje de despedida un fuerte aplauso de sus compañeros. Poco tiempo después me encontré con mi amigo Nino Féliz, vicerrector de extensión a la sazón y me refirió que había catalogado como excelente a su hijo, le pregunte su nombre, me señaló que Rafael, en ese momento me enteré del parentesco de ambos. Rafael nunca quiso identificarse como hijo de un vicerrector y amigo, para conseguir algún beneficio en sus calificaciones.
Solo confió en su capacidad y esfuerzo para aprobar la asignatura, esto no solamente nos explicara su capacidad para el aprendizaje, sino su rol para comprender el papel del individuo en la sociedad en base a sus esfuerzos y méritos personales.
Previamente había comentado ese caso tanto con la directora de la Escuela de Historia, en la oportunidad maestra Luisa Navarro, y luego con el actual director Alvaro Caamaño y tratamos de atraernos a Rafael para nuestra Escuela, porque tenemos una política de captar estudiantes excelentes, pero él estaba decidido a estudiar sociología, aunque nos prometió que realizaría una maestría vinculada a la historia, como ya la realizó en la PUCMM.
Me socorre la convicción que ha sido muy buena elección la realizada por el presidente Abinader, y que desde el Ministerio de la Juventud, Rafael Féliz pondrá en movimiento toda su capacidad y habilidad para echar hacia adelante esa institución que merece mejor suerte, obviamente siempre y cuando cuente con un presupuesto suficiente, porque el actual es prácticamente decorativo.