Las palabras miedo y estrés pueden poner a muchos a pensar en diferentes situaciones pasadas, presentes y futuras. Cada reacción responde a experiencias ocurridas en el transcurso de la existencia, al estilo de personalidad, a un patrón de afrontamiento ante las situaciones adversas y a la actitud frente a la vida.
El miedo es una emoción primaria, una respuesta adaptativa, una reacción incorporada al repertorio emocional y conductual, por lo que aparecen respuestas automáticas de defensa, de atención y protección ante lo desconocido y las nuevas experiencias.
Es una respuesta a un peligro real, claro y que se encuentra presente. Si continua el miedo y el peligro no es real ni inminente, sino que responde a la imaginación, entonces hablaríamos de ansiedad.
Es una respuesta de supervivencia que prepara a las personas para huir, defenderse o, en otros casos, paralizarse ante una situación de peligro o riesgo, sobre todo cuando esta se torna incontrolable y la persona ha agotado todos sus recursos personales para afrontarla.
En la actualidad, la población ha estado expuesta, de alguna manera, a un estrés inesperado, el temor a contagiarse del COVID-19 y a perder la vida. Una de las primeras reacciones para casi la mayoría fue el miedo, no tan solo al contagio, a perder el empleo, a ser incapaz de superar la distancia social y el toque de queda. Sin embargo, hemos observado que casi la totalidad de la población se ha acogido a las normativas de salud, lo que contribuye a lograr la adaptación a las circunstancias actuales.
A pesar del estrés y el miedo, encontramos personas que muestran buena capacidad de afrontamiento, que se refiere a las habilidades y destrezas para responder ante las situaciones adversas que se les presentan. Es lo que se conoce como personas resilientes.
La resiliencia es la capacidad que poseen las personas de no perder su integridad psicológica y física. Dentro de las características resilientes, podríamos mencionar la destreza para actuar de manera coherente y rápida, observar la situación con miras hacia la solución, la determinación para activar la red social de apoyo y las habilidades para comunicarse asertivamente con el fin de obtener mejores resultados.
Estas personas se detienen a pensar y a reconocer lo que sienten, sin perder de vista cuáles son el comportamiento y las acciones que asumirán para a enfrentar la situación. Además, tienen la sensibilidad para darse cuenta de los momentos de fragilidad emocional, pero sin detenerse en ella para victimizarse, sino que se fortalecen para seguir hacia adelante con la firme convicción de que estarán bien.
Quienes asumen las normas establecidas, se adaptan a la convivencia familiar a tiempo completo, se distribuyen las funciones y mantienen las normas de higienización, tienen mayor probabilidad de reducir el estrés y percibirse con mejor control, lo que favorece en el bienestar individual, familiar y social.
Estas personas reconocen que se fortalecen psicológicamente al tener acceso a la información calificada, estar orientadas respecto a los pasos a seguir y que percibir que el Estado tiene el control de la situación y de que se toman las medidas oportunas para preservar la salud y la vida de la ciudadanía, también se fortalecen psicológicamente.
Por otro lado, podríamos encontrar personas en las que el miedo persiste, y el nivel de estrés se eleva, lo que afecta su salud física y psicológica. La percepción de la situación se sostiene sobre ideas irracionales. Aparecen distorsiones cognitivas sobre el virus, la forma de contagio e ideas en torno a qué tomar o usar para no contagiarse, exponiéndose a consecuencias catastróficas con medidas que no tienen ninguna justificación médica, científica o planes establecidos por el Ministerio de Salud. Estas personas son más propensas a presentar vulnerabilidad psicológica y física (somatizaciones).
Si estas personas no tienen una red de apoyo social que les permita aclarar sus ideas y creencias distorsionadas, se encontrarán en una situación de desventaja psicoemocional que tarde o temprano repercutirá en su salud.
Quiero terminar este artículo con la cita del neurobiólogo Gerald Hüther, del libro Biología del miedo, en el que expresa: “También la sensación de no estar solos, de que hay alguien ahí a quien poder pedir consejo, alguien que nos escucha, consuela, comprende, esa sensación hace que el miedo desaparezca y detenga la reacción del estrés”.