Que el  recontra contralmirante Sigfrido Pared Pérez, jefe del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), le tenga un poco más que miedo a los Juanes Hubieres, Antonios Martes y Blases Peraltas y se apresure a hacerlo saber a la Opinión Pública al desmentir que alguna organización choferil pudiera estar involucrada en el acto claramente terrorista del Metro, se comprende, porque ese miedo es de viejo sabido, pero asombra que el traga tuercas, endereza esquinas, dobla columnas, desmorona montañas, con fintas de héroe sobreviviente de la guerra de la restauración de 1863-1865, “general” – más conocido como Presidente de la Junta Central Electoral- Roberto Rosario, exprese temor reflejo al decir que “lo siento” –esto es, perdónenme, por favor- a esos tres sujetos porque no podrá reconocerles sus “partidos” este año.

El diario vespertino impreso El Nacional bautizó desde años atrás como “dueños del país” a los miembros y a los cabezas de las empresas denominadas sindicatos choferiles, pero por el camino que van las cosas podría ser que ellos terminen siendo “el país”.

Así como a ellos se les ha ocurrido tener sus partidos colaterales a sus empresas, -que ipso facto hay que darlos por reconocidos, desde luego, con el silencio cómplice del temeroso DNI-, los clubes Mauricio Báez, Naco, Arroyo Hondo y San Carlos y otras muchas organizaciones deberían crear sus partidos colaterales prevaliéndose de las miles de firmas que recogerían de sus afiliados y familiares y de las casas que estos prestarían para identificarlas como sus locales.

A mi humilde entender, mueve a curiosidad que el jefe de la citada unidad de inteligencia se apresurase a desmentir una pendejada como la anterior, mientras guardan absoluto silencio respecto a los orígenes de las numerosas armas cortas y ametralladoras de última y penúltima generaciones y del alto número de granadas de manos ocupadas a bandas delicuenciales, no necesariamente de narcotraficantes. El ataque frontal formal a la penitenciaría de Najayo lo evidenció una vez más.

Por lo demás, ¿y qué decir de la profusión de armas exhibidas por “hombres del volante” cuando se enfrentan por el control de determinadas rutas de tránsito de pasajeros? ¿O es que acaso todos sabemos menos ellos que organizaciones choferiles tienen arsenales? ¿Acaso mienten periodistas que han visto escopetas automáticas y ametralladoras en manos de “guardaespaldas”?

Ahora se me ocurre preguntarme, como se preguntaba el siempre bien recordado comentarista radial Tomás Pujols Sanabia, “¿hacia dónde nos conducirán estos caminos?”

¿Hacia Colombia? ¿Hacia Perú? ¿Hacia los carros bombas? ¿Hacia los partidos bombas?

Si el camino más cerca entre dos puntos es la recta que los une, entonces, pues, después de las tantas ametralladoras modernas y granadas de manos, ¿cuál será el próximo punto?

No sé. Lo que sí sé es que la suspicaz inercia, flojedad y temor reflejo como que están empañando el espejo del futuro…¡inmediato!